Ucrania

“Esta guerra está perdida”: militar colombiano que estuvo en Ucrania revela los horrores de la confrontación. Ejecuciones de prisioneros, feroces combates y secuelas psicológicas

SEMANA conversó con un militar colombiano que hizo parte de los mercenarios que combatieron en Ucrania. Habla de cómo les incumplen pagos, lo duro de los combates y hasta de los crímenes de guerra que vio.

Redacción Semana
23 de septiembre de 2023
Ucrania esta guerra esta perdida
SEMANA conversó con un militar colombiano que hizo parte de los mercenarios que combatieron en Ucrania. | Foto: Suministrada a Semana A.P.I

La guerra en Ucrania ha paralizado al mundo desde el inicio de la invasión rusa hace año y medio, cuando Vladímir Putin dio la orden a sus tropas de tomar el territorio vecino. Desde entonces miles de soldados han combatido para defender los intereses de sus países. Sin embargo, hay otros que han quedado relegados en las historias de las batallas: los mercenarios.

Según reportes, decenas de colombianos han dejado el país para ir a luchar al frente ucraniano, con las promesas de jugosos pagos para asegurar el futuro de sus familias. Pero se han enfrentado a los horrores de la guerra, a incumplimientos y a las secuelas psicológicas de haber estado en una lucha que no es de ellos y que parece más cruel de lo que se podría imaginar el mundo.

Alejandro* es un militar retirado del Ejército de Colombia, fue herido en combate y desde hace cuatro años está a la espera de una indemnización pensional. “Tuve una breve información por parte de unos amigos que están allá, en Ucrania. Entonces me aventuré para darle un mejor futuro a mi familia. Mis viajes siempre fueron largos, salí de Bogotá a España, luego a Italia, posteriormente a Cracovia y de ahí a Varsovia. Y de ahí tomé un tren hasta llegar a Ucrania”, cuenta cómo comenzó todo para él.

Conflicto Ucrania-Rusia. | Foto: Suministrada por la fuente

Sobre la realidad de los combates y de los informes que señalan que las tropas ucranianas tienen la posibilidad de ganar, afirma que es mentira. “Uno escucha rumores entre sí, pero no, esta guerra ya está perdida. Y la verdad, lo mejor para aquellos que están allá es que desistan, colombianos o de otros países, porque es mejor no tener nada y estar con su familia que llegar y arriesgar su vida por un dinero”.

Sobre la realidad de los combates, Alejandro dice que es una experiencia muy cruda para cualquier persona que esté presente allá. Él hizo la labor de francotirador en los combates y, según sus cuentas, durante su estancia en Ucrania, tuvo que dar de baja a cerca de entre 35 y 40 soldados rusos. Para él, no era una labor sencilla: “Éramos mis compañeros y yo, o eran ellos”.

Según recuerda el soldado colombiano, durante los diez meses que estuvo en territorio ucraniano quizás pudo descansar alrededor de ocho días, ya que a diario y casi que a cualquier hora había combates, pero muchas veces la mayor preocupación no eran siquiera las tropas rusas. “Hasta uno estando dormido escuchaba los tanques. Como esto ya es una guerra moderna, hay que tener cuidado con los drones. Entonces, todo el tiempo eran drones y un constante ataque”, cuenta.

Ucrania ahora está totalmente desolada, parece un país fantasma. Alejandro cuenta que la gente sigue saliendo del territorio y que con los que pudo hablar advierten que sus allegados habían emigrado a Inglaterra, España u otras partes de la Unión Europea o a los Estados Unidos, porque han perdido muchos miembros de sus familias por el conflicto y prefieren irse.

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Tropa de Alejandro en Ucrania. | Foto: Suministrada a Semana A.P.I

La naturaleza de los combates era que se les daba la instrucción de ir a cierto territorio ocupado por tropas rusas o se enfrentaban con ellas en desplazamientos. La tropa de Alejandro estaba conformada por 24 personas, las cuales hacían parte de un equipo de asalto y reconocimiento, pero él, como francotirador, siempre estaba ubicado más lejos, alrededor de una milla más que sus compañeros, para cuidarlos ante cualquier riesgo por maquinaria o tropas rusas.

Frente a lo más difícil que le tocó vivir en la guerra, Alejandro recuerda que durante un combate que duró unas tres horas aproximadamente capturaron a siete soldados rusos que se terminaron rindiendo. Pero en un escenario en el que ellos iban hacia otro punto, uno de sus compañeros, originario de Chechenia, a quien define como un “asesino a sangre fría”, manifestó que no quería tenerlos de rehenes en todo el trayecto, a pesar de ser prisioneros de guerra y estar cobijados por el derecho internacional humanitario.

“Entonces aquí es donde se llega más marcado, porque no se respetaba la vida de ellos. Él los hacía arrodillar, los degollaba, les disparaba en la cabeza y se las destruía delante de todos. Le daba igual”, dice Alejandro, que pudo ver cómo su compañero asesinó a los prisioneros rusos, se negó a dejarlos con vida, a pesar de que hubieran podido dar información a los mandos de inteligencia.

Con el pasar de los meses, Alejandro siguió siendo testigo de la extrema crueldad y del sadismo con el que se vivía la guerra en territorio ucraniano. Pero a esa tensión se empezaron a sumar otros factores: no les estaban pagando lo prometido y se empezó a cansar del infierno en la tierra en la que estaba metido. Según lo que cuenta, dependiendo de las compañías que los contrataran, los mercenarios extranjeros podían ganar entre 8 y 14 millones de pesos al mes.

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Soldados rusos capturados por la tropa de Alejandro. Estos se encuentran con vida. | Foto: Suministrada a Semana A.P.I
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Soldados rusos capturados. | Foto: Suministrada a Semana A.P.I

Tiempo después, Alejandro fue herido en combate un día en el que ya estaba de vuelta a su sitio de descanso. Un dron soltó una granada donde estaban él y sus compañeros y explotó una estructura de hierro que le afectó el brazo, la cara y las costillas. Tuvo que pasar una recuperación que tampoco fue para nada fácil. “Esa parte también fue difícil para mí, mientras estuve hospitalizado, debajo de las camas estaba la sangre de combatientes heridos”.

Además, afirma que los centros médicos no tenían las mejores condiciones, no había agua para bañarse y la comida era avena con arroz sin sal o jugos muy simples que parecían solo agua con colorante. Él no lo pensó mucho más, pidió vacaciones, pero terminó volviendo a Colombia y acabando con su pesadilla en Ucrania. Pero al volver al país no ha encontrado tampoco mucha tranquilidad, las secuelas psicológicas de haber estado en la guerra aún lo atormentan.

“Hay muchas cosas que quedan ahí, que no salen por sí solas. Tanto el pensamiento de uno como su mentalidad es otra. Y ver todo eso es muy fuerte para recuperarse. Esto no es de uno o dos días. Para mí ha sido difícil poder dormir en paz, no puedo ni dormir o duermo dos o tres horas diarias. Es lo que logro dormir, porque lo que se ve allí no es nada fácil”, dice en diálogo con SEMANA.

El mensaje que deja a los colombianos que se vean tentados por esas propuestas es que se alejen de ellas, vale mucho más la tranquilidad de estar en su país y junto a su familia, y no pagar los costos del infierno de la guerra. *Se cambió el nombre por petición de la fuente.