La entrevista, Por Luis Carlos Vélez
“Estamos en un momento peligroso”: Richard Pildes sobre elecciones en EE. UU.
El profesor de derecho constitucional de la Universidad de Nueva York, considerado uno de los especialistas más destacados en asuntos legales que afectan la democracia, asegura que las elecciones en Estados Unidos enfrentan varios retos históricos que aumentan con la retórica del presidente Trump. También, sostiene que las redes sociales provocan un ambiente político tóxico.
Luis Carlos Vélez: ¿El presidente Donald Trump debe informar a todos los ciudadanos sobre el estado de su salud?
Richard Pildes (R.P.): Un buen número de presidentes en Estados Unidos ha tratado de evitar el conocimiento público de sus condiciones físicas. Franklin D. Roosevelt ocultó exitosamente la parálisis que sufrió como resultado de la polio. Eso fue, en parte, gracias a que nunca permitió ser fotografiado en su silla de ruedas. John F. Kennedy sufría de un terrible dolor de espalda, pero públicamente ese hecho se quedó en la oscuridad durante mucho tiempo. Dwight Eisenhower sufrió un ataque al corazón cuando estaba hospitalizado, pero su círculo dijo en un primer momento que se trataba de un problema estomacal.
L.C.V.: ¿Por qué lo hacen?
R.P.: Los presidentes hacen esto por varias razones. En algunos contextos podría ser porque no quieren que sus adversarios se enteren. También quieren parecer fuertes ante el país o proyectar una sensación de que tienen todo el control. Sin embargo, la vanidad personal podría desempeñar un papel importante. Los presidentes no quieren ser reconocidos admitiendo debilidad. Pero en la era moderna es mucho más difícil que puedan evitarlo. La prensa no los protegerá como lo hacía antes y como lo hizo durante muchas décadas. Con las herramientas tecnológicas de hoy, es más difícil ocultar la realidad.
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L.C.V.: ¿Ya no cuenta el tema de la seguridad nacional?
R.P.: Es fácil para los presidentes confundir sus propios intereses con el interés genuino de los asuntos de seguridad nacional para el país. Allí podría haber contextos excepcionales, en los cuales, por un periodo corto de tiempo, hay algunas razones legítimas para no permitirles a los adversarios saber de las condiciones de salud por las que atraviesan. Pero, en general, los presidentes necesitan ser transparentes, en parte porque en estos días la verdad probablemente se conocerá con rapidez y de cualquier forma. Los presidentes se arriesgan a perder credibilidad y a ser vistos como mentirosos.
L.C.V.: Algunos se preocuparon por la cantidad y la calidad de trinos que el presidente publicó recientemente, e incluso hay algunos que dudan de su estabilidad mental. ¿Hay razón para tal preocupación?
R.P.: Nosotros sabemos que el curso de una infección de covid-19 puede ser muy impredecible. La gente empieza a sentirse mejor y a pensar que se está recuperando bien cuando las cosas de repente pueden tomar un curso mucho más dramático. Creo que no sabremos –y el presidente no sabrá– cuál va a ser su condición por alrededor de una semana más. Esta enfermedad puede afectar el estado mental de las personas así como su condición física. Así que tendremos que darle un poco más de tiempo antes de conocer su verdadera condición.
L.C.V.: ¿Cuál es el escenario en caso de que el presidente se enferme? ¿Quién lo reemplaza? ¿Qué ocurre en las elecciones?
R.P.: Si él no puede cumplir con los deberes de la oficina de manera permanente y se incapacita definitivamente antes de la elección, el Partido Republicano tiene el poder para reemplazarlo como su candidato. Sin embargo, estamos tan avanzados en el proceso que, incluso, si ellos cambian de candidato, las balotas ya tienen el nombre del presidente Trump inscrito y no pueden ser cambiadas.
L.C.V.: Entonces…
R.P.: ¿Qué pasa con los que querían votar por el tiquete Trump-Pence? Técnicamente, estamos eligiendo electores para el Colegio Electoral que vota el 14 de diciembre. Los electores republicanos estarían autorizados para votar por quien ellos prefieran para ser presidente. Si el Partido Republicano se unifica alrededor de un solo candidato, probablemente el vicepresidente Mike Pence, entonces los electores votarán por él. Si él gana una mayoría en el Colegio Electoral, será él entonces el que se convierta en presidente.
L.C.V.: ¿Y qué puede pasar con la campaña?
R.P.: Estoy seguro de que el vicepresidente Pence seguirá haciendo campaña en defensa del tiquete republicano. Otras prominentes figuras del Partido Republicano lo harán también. Si el Partido Republicano escoge un candidato de reemplazo, esa persona sería la que lideraría la campaña.
L.C.V.: Históricamente, ¿cuál es el escenario que nos ha acercado más a este momento?
R.P.: Estados Unidos ha sido muy afortunado en estos temas. Nunca hemos tenido candidatos a la Presidencia de alguno de los dos partidos mayoritarios que hayan muerto o se hayan incapacitado definitivamente para servir luego de la nominación en la que sus partidos los escogieron. Ha pasado luego de que tomaran posesión. El antecedente más cercano que tenemos es el del presidente William Harrison en las elecciones de 1840. Harrison murió un mes después de asumir la Presidencia. Pero, en esa situación, sabemos que el vicepresidente tomará el rol de presidente. No hay una discusión sobre eso.
L.C.V.: ¿Cómo cree que Estados Unidos llegó a este punto de polarización?
R.P.: Es una historia larga y complicada. No sé si haya alguien que pueda decir que entiende qué nos condujo a tanta polarización. Pero es importante reconocer que esto no comenzó recientemente, sino desde finales de 1970. Se ha venido convirtiendo en un problema mucho más grave desde entonces. Como he escrito en mis trabajos académicos, creo que la respuesta más corta es que las dos fuerzas políticas mayoritarias se volvieron ideológicamente combativas desde esas décadas. Así es como los dos partidos hoy tienen ideologías que se contrastan muy estrechamente. Desde el inicio del siglo XX hasta la década de los setenta, nuestros partidos tenían amplias amalgamas debido a diferentes intereses. Allí había demócratas conservadores y republicanos liberales. Los partidos se volvieron más puros durante estas décadas recientes, que es lo que ha producido un rol mayor en la creación de la polarización.
L.C.V.: ¿Las redes sociales aceleraron ese proceso?
R.P.: Las redes sociales son un factor determinante en esta cultura política polarizada y tóxica que caracteriza al Estados Unidos de hoy. Sin embargo, la polarización estaba ocurriendo antes de que existieran las redes sociales. Para ser exactos, comenzó a finales de la década de los setenta. La fragmentación de los medios, incluso antes de que las redes sociales tuvieran un rol, se dio con el auge de las estaciones de cable de televisión. El cubrimiento de noticias se volvió más polarizado de lo que había sido hasta entonces. Pero las redes sociales definitivamente son una llama de polarización y es muy poco claro qué se puede hacer al respecto, si es que hay algo por hacer.
L.C.V.: ¿El sistema electoral de Estados Unidos está oxidado, viejo?
R.P.: Uno de los rasgos más extraños de nuestras elecciones nacionales es cómo mucho del proceso está regulado por los niveles estatales e incluso locales del Gobierno. Usted podría pensar que para las elecciones nacionales tendríamos legislación nacional que regulara el proceso. Y sí tenemos un poco de eso, pero, sobre todo, nuestro sistema es altamente descentralizado. Eso es producto de nuestra historia, en la que hubo una gran desconfianza del Gobierno nacional desde el principio. Esto dejó la regulación del proceso político al nivel del estado. Si estuviéramos iniciando desde una pizarra en blanco hoy, probablemente tendríamos mucho más de la regulación del proceso en el ámbito nacional. Pero ahora el control estatal se ha enquistado por tanto tiempo que es muy difícil movernos en esa dirección. También tenemos el proceso regulado por funcionarios que fueron elegidos para sus cargos, tales como los secretarios de estado, que son normalmente los administradores de las elecciones en el más alto nivel. Muchos países tienen comisiones electorales independientes o cortes para jugar estos roles. Yo creo que nuestro sistema sería mejor teniendo a los administradores de las elecciones lejos de las manos del control de los partidos.
L.C.V.: ¿Qué tan serio es para la democracia estadounidense que el presidente Trump haya dicho que, si pierde las elecciones, probablemente no reconozca los resultados?
R.P.: Estamos en un momento peligroso. Los estudios muestran que un 25 por ciento de las personas de ambos lados creen hoy que después de las elecciones su candidato solo puede perder si las elecciones son amañadas. Por lo tanto, los electores pueden pensar que hay actores siniestros haciendo ese trabajo. Si tenemos problemas con la administración de las elecciones, que probablemente los tenemos, estaremos enfrentándonos a un surgimiento masivo de absentismo en las balotas, que los estados nunca antes han enfrentado. Muchas personas concluirán con mucha prisa que el proceso ha sido manipulado. Las redes sociales tendrán historias de conspiración sobre lo que está pasando. Creo que el escenario más probable es que vamos a atravesar por estos retos de manera exitosa, pero, si la elección es extremadamente cerrada, la situación puede volverse explosiva con rapidez.