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Estas serían las últimas palabras de Benedicto XVI antes de su muerte
El alto pontífice, el papa Francisco, quiso que la noticia del fallecimiento del papa emérito se conociera cuanto antes.
Las últimas palabras que pronunció el papa emérito Benedicto XVI antes de morir fueron “Jesús, te quiero”, según lo informó el diario argentino La Nación.
El emérito falleció este sábado por la mañana, en su dormitorio en el monasterio Mater Ecclesiae, situado dentro de los muros del Vaticano, a los 95 años de edad.
Su secretario privado, Georg Gänswein, informó al Papa Francisco tras el suceso, según apunta el diario. El pontífice se trasladó hasta el monasterio apenas diez minutos después y rezó en silencio junto al cuerpo de Benedicto XVI.
El medio citado señaló que el santo padre quiso que la noticia del fallecimiento del papa emérito se conociera cuanto antes.
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El papa Francisco, en su audiencia general del miércoles, ya había pedido a los fieles rezar por el delicado estado de salud de Benedicto XVI.
El funeral será el próximo jueves, 5 de enero, a las 9:30 horas, y se celebrará en la Plaza de San Pedro.
Se conoce el testamento de Benedicto XVI
Luego de la noticia de su muerte, el Vaticano hizo público el testamento espiritual de Benedicto, el cual fue escrito el 29 de agosto de 2006 y manifiesta lo siguiente:
“Agradezco en primer lugar al mismo Dios, dispensador de todo buen don, que me ha dado la vida y guiado a través de varios momentos de confusión, levantándome cada vez que comenzaba a resbalar, donándome siempre de nuevo la luz de su rostro”, manifestó.
Acto seguido, agradeció a sus padres que le dieron la vida en tiempos difíciles y cuando la Alemania se dirigía al nazismo. Además, recordó a sus hermanos, Maria y Georg.
“Agradezco sinceramente a Dios por tantos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; para los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los maestros y alumnos que me ha dado. Los encomiendo todos agradecidos a su bondad. Y quiero agradecer al Señor por mi hermosa patria en las estribaciones de los Alpes Bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo”, agregó.
Asimismo, se dirigió a todo el pueblo alemán, en donde les solicitó que “no se dejen distraer por su fe”. Además, calificó a Italia como su segundo hogar: “Finalmente, doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi camino, especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria”.
En ese orden de ideas, Benedicto dejó escrito un alegato en defensa de la fe ante las interpretaciones filosóficas y científicas que tratan de quitarle importancia.
“A menudo parece que la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (en particular la exégesis de las Sagradas Escrituras) por otro- son capaces de ofrecer resultados inconfundibles frente a la fe católica”, indica.
Sin embargo, agrega lo siguiente: “He visto las transformaciones de las ciencias naturales desde tiempos lejanos y he podido constatar como, al contrario, se hayan desvanecido aparentes certezas contra la fe, demostrando ser, no ciencia, sino interpretaciones filosóficas solo aparentemente vinculadas a la ciencia”.
Además, aseveró que lleva “sesenta años acompañando el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de distintas generaciones he visto derrumbarse tesis que parecían inquebrantables, resultando ser meras hipótesis”.
Y explica que la fe emerge siempre de las diferentes hipótesis planteadas y que Jesucristo es el verdadero camino: “La generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann etc.), la generación marxista. He visto y sigo viendo cómo la razonabilidad de la fe ha emergido y emerge nuevamente de la maraña de hipótesis. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo”.
Finalmente, Benedicto XVI le pide a que ruegue por él, con el propósito de que los acojan en las moradas eternas: “Humildemente, pido: rueguen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me acoja en las moradas eternas. A todos los que me han sido confiados, mi oración de corazón va día tras día”.
*Con información de Europa Press.