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Las exigencias de Estados Unidos a Irán para firmar un nuevo acuerdo nuclear: ¿propuesta o amenaza?
En su primer gran discurso sobre política exterior, el secretario de estado Mike Pompeo amenazó a Irán con las “sanciones más fuertes de la historia” si no cumple con una docena de peticiones que buscan desmantelar su programa de misiles y reducir su influencia regional.
Menos de un mes después del caos diplomático que desató Estados Unidos al retirarse del acuerdo nuclear con Irán, el nuevo secretario de estado Mike Pompeo volvió a atizar el ambiente geopolítico de Oriente Medio. Esta vez lo hizo por medio de un discurso en la Heritage Foundation en el cual no sólo impuso un pliego de condiciones a Irán para llegar a un nuevo acuerdo nuclear, sino que, además, lo amenazó con nuevas y peores sanciones en caso de no cumplir con sus exigencias.
El jefe de la diplomacia estadounidense no tuvo reparos en calificar al gobierno de Hasan Rohani como “el principal patrocinador mundial del terrorismo” y afirmó que el “aguijón de las sanciones se volverá más doloroso si el régimen no cambia el rumbo del camino inaceptable que eligió para sí mismo y para el pueblo iraní”. Este cambio de rumbo que sugiere Pompeo es una lista de 12 exigencias, la mayoría inaceptables para Irán, que según los expertos no es más que una cortina de humo diplomática para encubrir las verdaderas intenciones de Estados Unidos: asfixiar económicamente al régimen hasta desencadenar un levantamiento popular. Un propósito altamente peligroso para la paz.
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El plan B de Trump
Cuando Estados Unidos anunció su retiro del pacto nuclear con Irán, Donald Trump dijo que cumplía de esa manera una de sus promesas de campaña al salirse de un acuerdo que “no trajo calma, no trajo paz y nunca lo hará”. Según él, el Plan de Acción Conjunto y Completo (JCPOA, por sus siglas en inglés), firmado en 2015 por Rusia, China, Francia, Reino Unido, Alemania, Irán y los Estados Unidos de Barack Obama, “fue tan mal negociado que incluso si Irán cumple todo, el régimen estaría al borde de conseguir armas nucleares en un corto periodo de tiempo". No tuvo en cuenta que, según todos los demás países firmantes y la inmensa mayoría de los observadores internacionales, el acuerdo funcionaba al pie de la letra: Irán cumplía sus obligaciones y el problema de su programa nuclear estaba bajo control.
Trump descartó cualquier posibilidad de renegociar el acuerdo. Sin embargo, aparte del restablecimiento de las sanciones económicas, no propuso ningún plan alternativo de su gobierno para limitar las ambiciones nucleares de Irán. Este lunes, el pliego de exigencias de Pompeo dejó claro que Estados Unidos quiere ir mucho más allá del tema nuclear, hasta eliminar del todo la presencia iraní en la política del Oriente Medio.
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Según el secretario de estado, el nuevo pacto garantizaría, no solo el fin del programa de la bomba nuclear iraní, sino de cualquier programa de energía atómica para usos civiles, lo que viola el derecho internacional. En efecto, ese el tema central de los cuatro primeros puntos del pliego de peticiones.
Para que la posibilidad de un nuevo acuerdo esté sobre la mesa, el gobierno de Rohani debe declarar al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) todos los detalles de su programa nuclear y abandonar ese trabajo permanentemente y de forma verificable. Uno de los principales cuestionamientos de Trump al JPCOA era que éste establecía un plazo de 15 años y por tanto tenía fecha de vencimiento. Como segundo y tercer punto, Estados Unidos exige a Irán cerrar su reactor de agua pesada, acabar con el enriquecimiento de uranio y el reprocesamiento de plutonio, así como poner fin a su programa de misiles. En concreto, le exige el abandono definitivo de su ambición balística y nuclear.
Su cuarta exigencia es que Irán permita a la OIEA un acceso incondicional e inmediato a todas las instalaciones nucleares del país cuando la organización lo considere necesario. Es decir, Teherán debe ser un libro abierto para cualquier tipo de inspección y no tendrá 24 días para responder, como estipulaba el JPCOA, para cumplir cualquier pedido de acceso de un verificador internacional.
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La “influencia maligna” de Teherán
La segunda parte de las peticiones de Estados Unidos está concentrada en eliminar la influencia regional de Irán, a la que en varias ocasiones calificó de hostil, amenazante y patrocinadora del terrorismo. Además de argumentar que el acuerdo JPCOA sólo limitó las actividades nucleares por un tiempo limitado y no evitó el desarrollo de misiles balísticos, Trump también dijo que Teherán utilizó los beneficios económicos recibidos por el levantamiento de las sanciones como un “fondo ilegal para armas, terror y opresión en Oriente Medio”.
De ahí que Washington le exige a Irán limitar su apoyo a los grupos terroristas en la región; respetar la soberanía del gobierno iraquí y permitir el desarme y la desmovilización de las milicias chiíes; retirar su apoyo a las milicias hutíes en Yemen; sacar sus fuerzas de Siria; acabar con el apoyo a grupos talibanes en Afganistán; y, finalmente, detener el apoyo a la unidad élite y de operaciones internacionales de la Guardia Revolucionaria iraní, mejor conocida como fuerza Quds. Los dos últimos puntos de su larga lista se refieren a la liberación de todos los ciudadanos estadounidenses, así como de sus socios y aliados detenidos en Irán y, por último, acabar con su comportamiento amenazante contra Israel y Arabia Saudita.
Como si eso fuera poco, se dirigió directamente a los iraníes para animarlos a levantarse contra su gobierno, a cambio de recibir el apoyo de Estados Unidos en una era post-ayatolas.
La reacción de Irán llegó de inmediato. “¿Quíen eres tú para decidir por Irán y por el mundo?”, dijo Rohani como respuesta al amenazante discurso de Pompeo. El ministro de asuntos exteriores iraní, Javad Zarif, publicó un mensaje en Twitter en donde acusó a Estados Unidos de insistir en los viejos hábitos diplomáticos equivocados y “dictados por un interés especial corrupto”.
Lo cierto es que esta estrategia de Donald Trump plantea importantes riesgos para la paz mundial, que comienzan por la posibilidad de que los sectores más extremistas de la política de Irán presionen a Rohani para asumir una línea dura, o que incluso asuman el poder directamente. Desde el punto de vista de Teherán ninguna de las exigencias de la Casa Blanca es aceptable por principio, lo cual podría conducirlo a un callejón sin salida. Trump se enfrentaría de ese modo no solo a la fiera acorralada del gobierno iraní, sino a las complicadas relaciones económicas de ese país con los tradicionales aliados europeos de la Casa Blanca, en una muestra más de la diplomacia disfuncional del mandatario estadounidense. De nuevo el magnate patea el tablero geopolítico, con consecuencias imprevisibles.
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