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Francia: las razones para hablar de tercera vuelta pese a que Emmanuel Macron ganó
La abstención del domingo (28,1 %) confirmó una tendencia en aumento en las últimas elecciones presidenciales desde 2007, cuando solo un 16 % de los electores no fueron a votar.
Después de una campaña electoral marcada fundamentalmente por la guerra en Ucrania, los electores franceses eligieron a Emmanuel Macron y a Marine Le Pen para ir a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia.
De los más de treinta candidatos potenciales, solo doce pudieron concurrir a la primera vuelta celebrada el 10 de abril pasado, después de haber reunido los 500 avales por parte de ediles y cargos electos.
Esos doce candidatos representaban un amplio abanico desde la extrema derecha (Marine Le Pen, Eric Zemmour, Nicolas Dupont-Aignan) hasta la extrema izquierda (Jean-Luc Mélenchon, Nathalie Artaud, Phillipe Poutou, Fabien Roussel), pasando por los partidos en el centro del tablero político (Anne Hidalgo: Partido Socialista, Valérie Pécresse: Los Republicanos, Emmanuel Macron: En Marcha; Yannick Jadot: Los Verdes) y un candidato sin etiqueta, defensor de la Francia Rural (Jean Lassalle).
Lo llamativo y preocupante de esa primera vuelta fue la radicalización del electorado francés, con la que los partidos tradicionales (Partido Socialista; Los Republicanos) quedaron totalmente aniquilados, Los Verdes estuvieron muy lejos de sus objetivos, el candidato Macron obtuvo el 27,8 % de los votos mientras que los extremos obtuvieron casi un 60 %, divididos entre la extrema derecha (32,3 % en total con Marine Le Pen a 23,1 % de los votos, poco detrás de Macron) y la extrema izquierda (25,7 % en total, con Jean-Luc Mélenchon a 22 %).
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Enseguida, desde el 10 de abril, líderes políticos de distintos colores llamaron a votar a Macron, o al menos a no dar ningún voto a Marine Le Pen, intentando hacer revivir así un frente republicano que funcionó ya en 2002 (en el duelo entre Jacques Chirac y Jean-Marie Le Pen) y en 2017 (ya entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen).
Ha funcionado de nuevo esta vez, aunque con menos éxito que hace cinco años (Macron ganó en 2017 con el 66 %) y menos aún que hace veinte (Chirac ganó con el 82,21 %).
Poco más de 5 millones de votos separan finalmente a los dos candidatos, pero es importante señalar que Macron ha perdido 2 millones de votos y Le Pen, en cambio, ha ganado 3 millones con respecto a 2017.
Tal y como se pudo apreciar en el debate del pasado miércoles, la campaña de esta segunda vuelta dibujó una Francia muy dividida. Marine Le Pen centró su campaña en la pérdida del poder adquisitivo de los franceses y la defensa de los más vulnerables, mientras que Macron intentó llevar el debate a temas europeos (gestión de las crisis sanitaria y económica relacionada con la covid-19, la reforma del espacio Schengen, la defensa europea en el contexto de la guerra de Ucrania) y de transición ecológica. Se presentaron dos visiones de Francia muy distintas, por no decir opuestas, tal y como las han descrito ya muchos analistas políticos.
Abstencionismo
La abstención del domingo (28,1 %) confirma una tendencia en aumento en las últimas elecciones presidenciales desde 2007, cuando solo un 16 % de los electores no fueron a votar.
Con respecto a las elecciones de 2017, ha aumentado en un 2,5 %, lo cual demuestra un mayor desencanto, por no decir desinterés, por la cosa pública, con todos los riesgos que conlleva para el sistema democrático y la convivencia social. Sin duda, una de las tareas del presidente Macron será reconciliar esa Francia profundamente dividida y desilusionada.
Legislativas de junio, la “tercera vuelta”
Ahora toca la tercera vuelta, las elecciones legislativas de junio que van a determinar el margen de maniobra de Emmanuel Macron para gobernar el país y llevar a cabo las reformas anunciadas. En 2017 obtuvo, con la ayuda de sus aliados (UDI, Modem), una mayoría absoluta que le permitió hacer cumplir en buena parte su programa. Sin esperar, Marine Le Pen animó ayer a sus votantes a confirmar la progresión de su partido en los próximos comicios de junio.
Por su parte, tras la primera vuelta, Jean-Luc Mélenchon ya apeló a sus seguidores a poner a su partido, La Francia insumisa, en posición de ser el más votado e imprescindible para liderar el Gobierno de Francia y hacer de él el nuevo primer ministro.
Cohabitación
Habrá que ver a qué acuerdos llega ese partido con Los Verdes, el Partido Comunista o el moribundo Partido Socialista en las distintas circunscripciones para valorar sus posibilidades de llegar a forzar al nuevo presidente a ofrecerle el liderazgo del Gobierno y obtener el respaldo de la Asamblea Nacional.
Se crearía así una nueva cohabitación entre un presidente de la República de un color político y su Gobierno de otro, tal y como parecen desearlo el 56 % de los franceses según un sondeo publicado el domingo por Ipsos-Sopra Steria. Dicha situación de cohabitación se dio ya en tres ocasiones (1986-1988, 1993-1995 y 1997-2002), cuando el mandato del presidente era de siete años y no de cinco como ahora. Aunque la reforma constitucional de la duración del mandato del presidente de la República en 2000 tenía entre sus objetivos el de evitar nuevas cohabitaciones, parece existir un riesgo este año de que vuelva a ocurrir.
Sin embargo, el sistema electoral mayoritario a dos vueltas, el nivel de implantación local de los candidatos (los partidos históricamente importantes como el Partido Socialista o Los Republicanos siguen teniendo una buena base electoral local, tal y como se vio en las últimas elecciones municipales y regionales) o la recurrente baja participación electoral en las elecciones legislativas no deberían facilitar la transformación del éxito de los partidos de Marine Le Pen o Jean-Luc Mélenchon en mayoría parlamentaria. En todo caso, se augura una próxima campaña electoral muy reñida. Otra cosa es que interese a los votantes franceses.
Por: Marie-José Garot
Vicedecana de los programas Master de IE Law, IE University
Artículo publicado originalmente en The Conversation