ESTADOS UNIDOS
Frasco de la primera vacuna contra el coronavirus será exhibido en un museo de Estados Unidos
Este 11 de marzo se cumple un año desde que la OMS declaró la pandemia por la covid-19.
El Museo Nacional de Historia de Estados Unidos recibió esta semana el frasco de la primera dosis de la vacuna contra la covid-19 que se aplicó en el país, por parte de Northwell Health, que fue el proveedor de salud que administró dicha vacuna.
La empresa donó la ampolleta de la dosis de Pfizer, la cual fue aplicada a la enfermera Sandra Lindsay, el pasado 14 de diciembre de 2020.
El Instituto Smithsonian, que administra el Museo Nacional, indicó que también recibió el registro de vacunación, el uniforme de la enfermera y la placa de identificación del hospital, los cuales empezarán a ser exhibidos próximamente en las instalaciones.
“Queríamos objetos que contaran la historia completa”, dijo la directora del museo, Anthea M. Hartig. “Todo, desde el uniforme hasta la unidad de congelación que envió las vacunas”, agregó la funcionaria.
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La entidad eligió el 11 de marzo para hacer el anuncio, debido a que esta fecha concuerda con el primer aniversario de la declaración de la pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud. Además, durante esa semana también se empezaron a declarar los primeros confinamientos estrictos en la mayor parte del país.
“Nuestro mandato más amplio era documentar este período extraordinario por el que atravesábamos”, manifestó a medios internacionales Diane Wendt, curadora del departamento de Ciencia y Medicina del museo, quien agregó que, en particular, “teníamos el ojo puesto en el desarrollo de vacunas desde el principio”.
“Nuestros curadores estaban particularmente interesados en el proceso y el empaque”, dijo a diferentes medios la portavoz del museo, Melinda Machado. “La historia de la vacuna no es sólo lo que va en tu brazo”.
Cabe mencionar que esta primera dosis fue aplicada el pasado 14 de diciembre por la firma Northwell Health, a la enfermera de cuidados intensivos, Sandra Lindsay.
Adultos mayores vacunados empiezan a recuperar sus vidas
Para muchas personas de edad avanzada el gran beneficio de recibir la vacuna es que les permitió volver a ver a sus familiares. El aislamiento preventivo los confinó durante esos largos meses en los que se perdieron de celebraciones como matrimonios, nacimientos, graduaciones y hasta de paseos en los días festivos.
Los estadounidenses mayores de 60 años, quienes generalmente enfrentan riesgos de salud además de la pandemia, se quejan de haber perdido un año completo.
Pero el panorama cambió luego de que cerca de 60 millones de estadounidenses (18,1 % de la población) recibieron al menos la primera dosis de la vacuna. Lo mejor es que el 55 % de esas personas pertenecen a este grupo de riesgo.
Las personas que hoy “gozan de la libertad” narran sus historias cotidianas como si fueran un gran acontecimiento. Y no es para menos. La sensación general es que recuperaron la normalidad, sus vidas que estaban detenidas volvieron a ponerse en marcha, lentamente, pero en marcha de nuevo.
Uno de estos casos es el de la profesora universitaria Sylvia Baer, quien narró su primer día de nuevo en la calle, un par de semanas después de recibir su segunda dosis de la vacuna covid-19: fue a hacerse un examen de la vista y se mandó a arreglar las uñas e hizo mercado en Whole Foods, una agenda normal que hace 12 meses no habría tenido nada de raro o especial.
A sus 71 años, Sylvia sintió ganas de llorar en todos los lugares que visitó. Al llegar al consultorio del oculista se le llenaron los ojos de lágrimas, porque era la primera vez en un año que entraba a un edificio diferente a su propia casa. Y para completar, contó que salió del supermercado en Fort Lauderdale, Florida “con cinco postres y tres tipos diferentes de aceitunas”.
Sin embargo, la aparición de nuevas cepas del coronavirus potencialmente más virulentas como las de Brasil, Reino Unido y Sudáfrica, hace que los mayores vuelvan a sus rutinas con cierto temor y precaución a pesar de haber sido inoculadas. Esto se debe no solo a la normal conciencia del peligro, sino también a la carga emocional y psicológica, aumentada en gran parte por la muerte de algunos de sus amigos o conocidos de sus mismas edades.