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Funcionarios de Sudán pasan hambre por el impacto económico de la guerra
La nación ubicada en el centro de África Subsahariana vive sus peores momentos a causa de los conflictos internos.
Después de 32 años trabajando como profesor en una escuela pública de Sudán, Imad Mohammed ha visto cómo sus finanzas se desmoronaban con la guerra estallada en su país entre dos generales rivales.
Como otros funcionarios, Mohammed se ha quedado sin salario desde que el ejército sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido se levantaron en armas entre ellos. Cuando los primeros combates sacudieron Jartum el 15 de abril, los bancos cerraron sus puertas y las oficinas del resto del país se vieron con dificultades para seguir funcionando porque quedaron desconectadas de sus sedes en la capital.
Desde entonces, los únicos trabajadores gubernamentales que recibieron su sueldo han sido los militares. Así las cosas, alrededor de un millón de funcionarios deben sobrevivir con sus ahorros o las redes de ayuda social. “Lo que están atravesando los profesores y sus familias, tanto en el sector público como en el privado, es catastrófico”, dice Ammar Youssef, jefe del Comité de Profesores Sudanés.
Esta pérdida de ingresos y el encontrarse sumido en la pobreza se suman a los horrores de la guerra, que ya ha matado a unas 3.000 personas y desplazado a tres millones. Solo de Jartum han huido más de millón y medio de habitantes, que usaron el dinero que tenían a mano al estallar el conflicto para escapar de los bombardeos aéreos, el fuego de artillería y los combates callejeros que convirtieron a la capital sudanesa en una zona de guerra.
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Pero quienes no tenían ahorros suficientes quedaron abandonados a su suerte, incapaces de hacer frente a los saltos precios del transporte, provocados por una subida del precio del combustible, que se multiplicó por 20. “No solo lo tienen difícil para dar de comer a sus familias una vez al día, sino que tampoco pueden permitirse llevárselas a algún lugar seguro, fuera de las zonas de combate”, explica Youssef.
“La educación pública emplea a más de 300.000 personas que ya antes de la guerra no cobraban lo suficiente”, señala. Y, según dice, desde que estalló el conflicto es imposible contactar con el Ministerio de Educación. “Los que no murieron de un balazo se morirán de hambre”, agrega.
Muchos sindicatos han advertido que podrían convocar huelgas, lo cual intensificará aún más las tensiones. Después de 32 años trabajando como profesor en una escuela pública de Sudán, Imad Mohammed ha visto cómo sus finanzas se desmoronaban con la guerra estallada en su país entre dos generales rivales.
“Solo comemos una vez al día ahora”, dice a la AFP Mohammed, con una familia de cinco personas a sustentar. “Y no sabemos cuánto va a durar esto”, añade el profesor del Estado de Al Jazirah, que se ha visto a salvo de los brutales combates, pero no de la escasez provocada por estos.
Como otros funcionarios, Mohammed se ha quedado sin salario desde que el ejército sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido se levantaron en armas entre ellos. Cuando los primeros combates sacudieron Jartum el 15 de abril, los bancos cerraron sus puertas y las oficinas del resto del país se vieron con dificultades para seguir funcionando porque quedaron desconectadas de sus sedes en la capital.
Desde entonces, los únicos trabajadores gubernamentales que recibieron su sueldo han sido los militares. Así las cosas, alrededor de un millón de funcionarios deben sobrevivir con sus ahorros o las redes de ayuda social. “Lo que están atravesando los profesores y sus familias, tanto en el sector público como en el privado, es catastrófico”, dice Ammar Youssef, jefe del Comité de Profesores Sudanés.
Esta pérdida de ingresos y el encontrarse sumido en la pobreza se suman a los horrores de la guerra, que ya ha matado a unas 3.000 personas y desplazado a tres millones. Solo de Jartum han huido más de millón y medio de habitantes, que usaron el dinero que tenían a mano al estallar el conflicto para escapar de los bombardeos aéreos, el fuego de artillería y los combates callejeros que convirtieron a la capital sudanesa en una zona de guerra.
En Darfur (oeste), una de las áreas más afectadas por los combates, la oenegé Human Rights Watch denunció presuntos “crímenes de guerra” e instó a la Corte Penal Internacional (CPI) a investigarlos. Según HRW, decenas de personas fueron abatidas o heridas cuando “miles” de combatientes de las FAR y de tribus árabes atacaron a finales de mayo la ciudad de Misterei (46.000 habitantes), en Darfur, que “incendiaron casi totalmente”.
Con información de AFP*