Fútbol de quinta
El Mundial de Corea-Japón fue un fiasco y desnudó la crisis del fútbol actual, demasiado interesado en acumular dólares pero cada vez más incapaz de ofrecer espectáculos de primer nivel.
Es una paradoja. A medida que el fútbol se vuelve más masivo, más universal y más rentable, los aficionados deben esforzarse más y más para encontrarse con espectáculos dignos de semejante despliegue mediático y mercantil.
En 2002 se vivió un Mundial de Fútbol que es fiel reflejo de lo anterior. A pesar de la constelación de estrellas que se reunieron en los estadios de Corea y Japón ninguno de los 64 partidos que se jugaron resultó digno de un torneo de esa magnitud. A lo sumo se vieron pasajes entretenidos en algunos pocos encuentros y un puñado de jugadas aisladas que le recordaban a la gente que aquello no era un torneo de barrio, pero nada comparable a espectáculos de torneos anteriores como el Brasil-Dinamarca de 1998, el Holanda-Brasil de 1994 o el Inglaterra-Camerún de 1990, por sólo citar tres ejemplos de mundiales recientes.
En Corea-Japón varias de las grandes figuras del fútbol mundial fueron incapaces de recrear siquiera el 5 por ciento de lo que muestran en sus equipos. Los dos grandes favoritos antes de arrancar el mundial eran Francia y Argentina. Ambos fueron eliminados en la primera fase. Francia no marcó ningún gol, un caso insólito en la historia pues era la primera vez que esto le sucedía al equipo defensor del título mundial. Argentina apenas hizo dos goles, uno de ellos ilegal.
Pero estos equipos no fueron los únicos que quedaron en deuda. Portugal, a pesar de contar con los muy promocionados Figo, Rui Costa y Nuno Gomes, tampoco pudo superar la primera fase. Italia fue víctima de decisiones arbitrales equivocadas y por eso se fue en octavos de final pero también pagó muy caro el fútbol tacaño que exhibió. Inglaterra llegó un poco más lejos -cuartos de final- pero tampoco mostró demasiado. Un muy buen primer tiempo ante Dinamarca y mucha garra ante Argentina, un partido lo ganaron más con hormonas que con fútbol. Uruguay, Paraguay, Suecia y Nigeria, que no eran favoritos al título pero iban como posibles animadores del torneo, tampoco mostraron demasiado. Los suecos sacaron un heroico empate ante Argentina. Uruguayos y paraguayos se acordaron del verdadero significado de la garra en sus segundos tiempos ante Senegal y Eslovenia, respectivamente. De resto, aguantar, ensuciar, quemar tiempo. Igual, al volver a casa los recibieron como héroes, lo que da a entender que las hinchadas y el periodismo de esos países, en el pasado grandes potencias del fútbol, hoy se conforman con muy poco.
Sólo Alemania, y sobre todo Brasil, sacaron la cara por los llamados históricos. Estos dos equipos llegaron sin demasiadas expectativas. Ambos clasificaron con muchas urgencias al torneo y, además, llegaron sin su jugador estrella. Brasil sin Romario y Alemania sin Memeth Scholl. A Brasil le bastó acelerar un par de veces en cada encuentro para ganar sus partidos y así llegar a la final. Alemania, en cambio, debutó con una espectacular goleada 8-0 a Arabia Saudita pero de allí en adelante sufrió lo indecible para mantenerse en el torneo a punta de triunfos agónicos. Otro grande que mostró un nivel aceptable fue España, equipo que se fue del Mundial antes de tiempo luego de un fallo arbitral increíble ante Corea del Sur.
Las revelaciones y gratas sorpresas, que nunca faltan en los mundiales, esta vez fueron Senegal, Irlanda y sobre todo Turquía, el único equipo que intentó jugarle a Brasil de igual a igual sin demasiada suerte, en la primera fase por culpa de un mal arbitraje y en la semifinal porque no supo aprovechar las opciones de gol que creó.
Brasil fue el justo campeón de un torneo que no dejó nada en lo táctico y muy poco en las retinas de los aficionados. No faltaron, claro está, los elogios al llamado fútbol moderno, que sólo dicen entender los expertos y que le es tan ajeno a los hinchas de la calle. Tampoco dejó de escucharse en las transmisiones de radio y televisión la palabra 'genio' cada vez que los brasileños Ronaldo y Ronaldihino tocaban en balón. Era necesario mantener vivo el interés por un evento muy mediocre y que, para colmo de males, en América sucedía entre la una de la madrugada y las 8 de la mañana.
Uno de los comentaristas deportivos afirmó durante uno de los tediosos partidos que el Mundial era bueno porque reflejaba lo que es el fútbol de hoy. Como frase, muy ingeniosa, además para mantener la teleaudiencia. Pero muy dudosa. En ligas como las de Italia e Inglaterra, y en menor grado en las de España e incluso Argentina, se ven con frecuencia partidos muy superiores a cualquiera de los que se jugaron en Corea-Japón 2002.
Muchas hipótesis se tejieron para intentar explicar el bajo nivel del Mundial. Que los futbolistas que juegan en Europa (en especial en las ligas de Italia, España e Inglaterra) llegan saturados de partidos. Que el Mundial, por razones de clima, comenzó muy pronto (un 31 de mayo y no a mediados de junio) y estos jugadores no tuvieron el tiempo suficiente para recuperaran su nivel habitual.
Pero también es evidente que la Fifa, que le debe gran parte de su poderío económico al prestigio que le dieron al fútbol mundiales como los de 1954, 1958 y sobre todo el de 1970, por razones comerciales de corto plazo le está dando un tratamiento de quinta categoría al evento que hizo posible que el fútbol saliera del ámbito de Europa y Suramérica y se convirtiera en una pasión universal.