PANDEMIA
La guerra política por la vacuna
El ajedrez internacional por la vacuna de la covid ha generado todo tipo de pulsos e interrogantes. ¿Quién ganará la carrera? ¿Será un bien universal o un negocio? ¿Se puede confiar en las vacunas?
El coronavirus no da tregua. Tras ocho meses de pandemia, el mundo sigue sufriendo sus estragos. Ante tanta devastación, el planeta aguarda una vacuna. Cientos de laboratorios han puesto en marcha sus propios antídotos, hasta ahora con mayor o menor suerte y, en muchos casos, con el apoyo de las grandes potencias. Estados Unidos, China, Rusia y la Unión Europea desembolsan millonarias sumas para financiar los laboratorios y ser los primeros en recibir las dosis cuando esté lista. En medio de esta disputa, los nacionalismos están a flor de piel, lo que facilita que, a pesar de estar ante una crisis humanitaria mundial, los autores manejen el fármaco como un negocio y no como un bien común.
En las últimas semanas, las farmacéuticas han dado a conocer prometedores avances. Cuatro vacunas están en la fase 3 de los ensayos clínicos, la última etapa antes de que las apruebe la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés). Una producida por la estadounidense Moderna; otra por la Universidad de Oxford y AstraZeneca, en Reino Unido; una más por la alemana CureVac y la de Sinovac Biotech, fabricada en China. Además, los impulsores de casi una veintena de otros prototipos los están probando en seres humanos, bajo el celoso seguimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Más atrás en el proceso, al menos 200 laboratorios trabajan a toda marcha por ganar la carrera por la vacuna.
Las apuestas están sobre la mesa. Ante el gran número de competidores, los Gobiernos de las potencias han depositado su confianza y su dinero en más de un candidato. Esta semana, Estados Unidos firmó un contrato por más de 2.100 millones de dólares con Sanofi y GSK. Antes de este nuevo acuerdo, la Casa Blanca ya había gastado más de 6.000 millones de dólares para financiar proyectos competitivos, en laboratorios como Johnson & Johnson, Pfizer y Novavax, así como en las avanzadas pruebas de AstraZeneca y Moderna. La Unión Europea también anunció que ya reservó 300 millones de dosis de la futura vacuna de Sanofi y GSK, que podría estar lista a comienzos de 2021.
Rusia no ha publicado datos científicos que prueben la seguridad o eficacia de sus vacunas, pero ya realiza pruebas en humanos y asegura que generan inmunidad y no producen efectos secundarios. Al igual que China, Rusia no está exenta de acusaciones de espionaje.
Los avances son un buen indicio. Pero las millonarias inversiones podrían quedar, con el tiempo, en nada. En otras palabras, firmar acuerdos con los Estados permite a las empresas compartir riesgos mientras ellos garantizan el suministro de vacunas si hay éxito. Como dijo en un discurso la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Aunque no sabemos a fecha de hoy qué vacuna será la más eficaz, Europa invierte en un portafolio diversificado de vacunas prometedoras a partir de diferentes tecnologías. Eso aumenta nuestras posibilidades de obtener rápidamente un remedio eficaz contra el virus”.
En paralelo con los Gobiernos, los inversionistas no ven la hora de recuperar las pérdidas de la pandemia. Por ello, ante el menor atisbo de un avance de la vacuna, las bolsas empiezan a levantar cabeza, aunque la cura aún no sea realidad. Como le dijo a SEMANA Mauricio Olivera, director de Econometría Consultores: “Estamos en un momento de mucha incertidumbre. Muchas economías intentan abrirse, pero la única política que ha logrado contener la transición del virus es frenar la economía. Esto es un choque para la oferta. Por eso, cada vez que sale una noticia sobre la vacuna, los inversionistas dicen ‘listo, por fin se va a solucionar’. Invierten porque hay una buena prospectiva”.
Como agrega Felipe Campos, director de Investigaciones de Alianza Valores y Fiduciaria: “Los reportes son acerca de la seguridad de la vacuna y la generación de anticuerpos, pero el mercado en general los ha tomado como un muy buen presagio. Las valorizaciones del sector salud están bien, pero los que más se benefician de los anuncios son los demás sectores”.
El especialista proyecta que “cuando estemos en noviembre y haya resultados palpables de la vacuna, seguramente haya más tranquilidad en las bolsas y la economía en general”, a la vez que explotará la burbuja de la competencia de las farmacéuticas. “El mercado escogerá a sus ganadores, y los demás quedarán como globos inflados. Hay muchas farmacéuticas vendiendo la vacuna, generando una ansiedad peligrosa alrededor de la cura. El mercado actual se comporta como si la vacuna fuera a llegar ya”. Puede que anuncien la vacuna pronto, pero su distribución en el mundo plantea problemas por resolver.
¿Vacuna universal?
¿Qué va a pasar cuando la vacuna esté lista? Varios competidores aseguran que tendrán la vacuna en los próximos meses, por lo que algunos se aventuran a soñar con que la pandemia estará neutralizada más temprano que tarde. Pero la falta de cooperación internacional cuando explotó la pandemia hace que los observadores teman que impere el individualismo.
Desde hace tiempo la OMS ha dicho claramente que la vacuna debe ser un bien humanitario. El Gobierno chino, que sostiene buenas relaciones con la organización, asegura que, de conseguir la vacuna, permitirá destinar buena parte de las dosis a apoyar al resto del mundo. Por su parte, ocho jefes de Gobierno, como el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau; el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el primer mandatario de Corea del Sur, Moon Jae-in, pidieron en una columna en The Washington Post el acceso universal a las vacunas. En el documento, le quitan importancia a quien consiga la vacuna primero y consideran que mientras más proyectos lleguen a la meta, mejor. Ante la certeza de que la vacuna, en un principio, no podrá llegar a toda la población mundial, proponen una distribución bajo criterios “científicos, de transparencia y equidad”.
Como en una sala de apuestas, los gobiernos de las potencias han depositado su confianza y su dinero en más de un candidato para conseguir el fármaco perfecto
Pero aún en el mejor de los casos, a los niveles nacionales también acechan problemas. Para Collen M. Grogan, especialista en salud pública de la Universidad de Chicago: “La tensión política y social que surgirá si alguien recibe la vacuna antes por su estatus social o influencia será difícil de controlar, especialmente si ya existe una tensión social significativa”.
Sin embargo, las grandes inversiones estatales, que dejan millonadas al mejor postor, hacen temer lo peor, sobre todo en Estados Unidos. Peter Marks, alto funcionario de la FDA, asoció la emergencia global con un accidente de avión: “Cada quien se pone su máscara de oxígeno primero y luego intenta ayudar a los demás”. Y el presidente estadounidense, Donald Trump, bautizó los esfuerzos de su país para encontrar la cura de la covid-19 como Operación Warp Speed, algo así como “a la velocidad de la luz”. El mandatario, desesperado por reabrir la economía de su país a toda costa, no oculta su objetivo de vacunar a Estados Unidos primero, lejos de la retórica de la vacuna como un “bien público global”.
Tendencias
Para Louise Fox, especialista en economía y desarrollo global de la Institución Brookings, es probable que quien consiga la vacuna opte por el individualismo. Como le dijo a SEMANA: “La OMS ha enfrentado de buena manera la crisis, facilitando la cooperación científica para permitir el desarrollo de las vacunas, pero no puede forzar a los Gobiernos a hacer lo correcto”. Fox agrega que “las Naciones Unidas también han llamado al apoyo de los países más pobres y golpeados por el virus, pidiendo una ayuda seria de las grandes potencias. Pero, por ejemplo, Estados Unidos solo ha asignado alrededor de 2.000 millones para ayudar a las demás naciones”.
La situación es preocupante de cara al futuro de la pandemia en África y América Latina. Los dos continentes pasan sus peores horas por cuenta del virus, y sus economías no pueden garantizar la compra de las dosis necesarias para proteger a todos sus ciudadanos. En esas condiciones, el fin de la catástrofe por cuenta de la ayuda internacional parece cada vez más un espejismo.
¿Juego sucio?
También hay desconfianza por las buenas intenciones de algunos países de conseguir la vacuna. El Gobierno de Xi Jinping, desde el principio de la pandemia, ha mostrado su apoyo a que la vacuna sea un bien universal. Pero sus actitudes en otros aspectos ponen en duda su altruismo. En los últimos meses, la comunidad internacional le ha hecho graves acusaciones que van desde el reacondicionamiento forzado de millones de uigures, hasta la abierta disposición a ignorar la autonomía de Hong Kong.
Por lo tanto, muchos en Occidente califican su llamado de ‘democratizar’ la vacuna como una estrategia de lavado de imagen para mejorar su reputación en este lado del mundo. A lo cual se agregan las denuncias de espionaje de Estados Unidos, que incluso llevaron al cierre del consulado chino en Houston, prontamente respondido por Beijing con una medida similar.
Tampoco genera confianza la vacuna de Rusia. El inmunólogo Anthony Fauci, principal referente en enfermedades infecciosas en Estados Unidos, expresó, en una audiencia ante el Congreso en Washington, sus inquietudes sobre la seguridad de las vacunas que desarrollan China y Rusia. “Espero que los chinos y los rusos realmente estén probando la vacuna antes de administrársela a alguien”, comentó Fauci. Agregó que “las afirmaciones de que tienen una vacuna lista para distribuir antes de hacer las pruebas son, cuanto menos, problemáticas”.
El inmunólogo estadounidense Anthony Fauci expresó, en una audiencia ante el Congreso, sus inquietudes sobre la seguridad de las vacunas que desarrollan China y Rusia. El director de la OMS, Tedros Adhanom, pide que la vacuna sea un bien humanitario.
En junio, medios chinos anunciaron que el Gobierno estaba probando una vacuna desarrollada por CanSino Biologics para inmunizar 108 efectivos del Ejército Popular de Liberación, mientras los científicos plantearon preocupaciones éticas porque la vacuna aún no ha comenzado sus etapas finales de prueba. Y en Rusia, Vladímir Putin tiene el objetivo de llevar dos vacunas al mercado, una en septiembre y otra en octubre. Rusia no ha publicado datos científicos que prueben la seguridad o eficacia de sus vacunas, pero ya realiza pruebas en humanos y asegura que generan inmunidad y no producen efectos secundarios. Además el país no está exento de acusaciones de espionaje.
Mientras la euforia por la llegada de la vacuna crece, los grupos antivacunas no dejan de causar preocupación. En Berlín, 17.000 personas, la mayoría sin tapabocas, protestaron contra las medidas de prevención frente al coronavirus, que según ellas limitan las libertades individuales. En Estados Unidos, España y Reino Unido quienes denuncian al coronavirus como “una gran teoría de la conspiración” no dejan de poner en riesgo la salud pública.
Ello plantea un último, pero no definitivo obstáculo para el objetivo de derrotar la pandemia. Porque de nada servirá encontrar la vacuna si un número crítico de personas no se hace inmunizar alrededor del mundo. Como en todos los aspectos de ese tema, la desconfianza parece imperar.