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Italia y la política spaguetti

Ni el mejor guionista del neorrealismo italiano podría imaginar una trama que explique la odisea que implica formar gobierno en ese país. La interinidad que reinaba desde marzo terminó 90 días después con Giuseppe Conte en el poder.

2 de junio de 2018

Nadie mejor que los italianos sabe lo difícil que es gobernar. En un país donde la inestabilidad política predomina, no sorprende que 64 primeros ministros hayan desfilado por el palacio Chigi en los últimos 72 años. Desde la Segunda Guerra Mundial, los ciudadanos se acostumbraron a que el primer ministro de turno no termina su periodo. En ese tiempo, solo ha concluido su mandato el polémico Silvio Berlusconi.

A ese resbaloso cargo ahora llegó el profesor de derecho Giuseppe Conte, fórmula de los partidos que ganaron las elecciones en marzo. La Liga Norte, comandada por Mateo Salvini, y el Movimiento 5 Estrellas, a cargo de Luigi Di Maio, alcanzaron el jueves un acuerdo para formar un nuevo Ejecutivo con Conte a la cabeza. Él aceptó el encargo y el viernes juró como primer ministro.

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Ambos movimientos tardaron 90 días en presentarle un plan al jefe del Estado, el presidente de la república, Sergio Matarella. La semana pasada ya habían intentado formar gobierno con Giuseppe Conte al frente, pero con un as bajo la manga: un ministro de Economía contrario a las ideas de integración europea. Conte duró en el cargo lo que Matarella tardó en leer el nombre de Paolo Savona a la cabeza de la cartera económica. Un feroz crítico del euro que tenía un plan secreto para salir de la moneda europea no estaba en los planes de nadie.

Los mercados se alborotaron con una presentación de PowerPoint firmada por el propio Savona, quien tuvo a Europa con los pelos de punta con ese documento que describía paso a paso lo que debería hacer el gobierno italiano para abandonar la divisa comunitaria. Matarella creyó, como parte de la población italiana, que esa propuesta no estaba dentro del plan discutido en las elecciones de marzo. Por eso, les dijo a Salvini y a Di Maio que una decisión de esa envergadura debería ser presentada no por medio de una persona, sino en un referendo o después de nuevas elecciones.

Conte renunció inmediatamente y Matarella convocó a Carlo Cotarelli, un exfuncionario del Fondo Monetario Internacional (FMI) para que formara un gobierno transitorio. Analistas vieron en la jugada de Matarella un movimiento audaz para evitar convocar a nuevas elecciones, ya que con su decisión les dio tiempo a los partidos ganadores, los antieuropeístas Liga Norte y Movimiento Cinco Estrellas, de crear un gobierno acorde con el poder que los votantes les habían conferido. El jueves, Salvini y Di Maio llegaron a un acuerdo para reeditar la coalición populista que no prosperó el fin de semana anterior. Sin embargo, la histórica falta de consenso político en Italia volvió a salir a flote; para la parte de la población italiana que respalda esos partidos xenófobos, las decisiones de Matarella mostraron abuso de poder e irrespeto a la Constitución.

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Varios medios en Italia coincidieron en decir que “la segunda fue la vencida” respecto al nombramiento de Conte, quien arribó a la residencia de Matarella con un nuevo gabinete bajo el brazo. Paolo Savona, la manzana de la discordia, quedó vetado de la Economía y se encargará de Asuntos Exteriores. A cambio, asumió el ministerio del problema el profesor universitario Giovanni Tria, quien encarna posturas más moderadas frente a Europa. A ojos del bloque, el nuevo ejecutivo tendrá el apoyo preocupante del movimiento ultraderechista Hermanos de Italia, que buscará facilitar en el Parlamento el giro hacia lo que la coalición de centro derecha llama el “gobierno del cambio”.

Con los antecedentes descritos, nada indica que los líderes populistas y sus ministros le aclaren el panorama a una población confundida que se pregunta hasta cuándo sus gobernantes seguirán jugando al sube y baja. Como dijo a SEMANA Erik Jones, director de Estudios Europeos de la Universidad Johns Hopkins, “está claro que si los mercados financieros pierden confianza en Italia, los problemas vendrán para los bancos del país. Sin embargo, los mercados financieros no le dicen a Italia qué hacer. El país tiene un pueblo soberano que puede decidir su propio destino”.n

Un paso adelante y dos para atrás. Así se describió durante semanas el estancamiento político de Italia, que tiene graves implicaciones para la Unión Europea. A pesar de ceder a las pretensiones de Matarella, la postura euroescéptica de los movimientos de derecha ha golpeado a los mercados a nivel global. Mientras que los banqueros y los economistas temen más que nadie la posible salida de Italia del bloque, los italianos terminarán por elegir entre las estrellas de la bandera europea o las del estandarte populista.