UCRANIA
Guerra Fría: regresan los fantasmas
Mijail Gorbachov sostuvo en Berlín que se avecinaba una nueva guerra fría. Los tanques rusos entrando a Ucrania parecen confirmarlo.
De forma sorpresiva un grupo de tanques sin identificación entró a Ucrania el miércoles 12 de noviembre. Con los equipos militares llegaron unos hombres misteriosos vestidos de verde y sin ninguna insignia, como aquellos que entraron a Crimea en febrero. Hace una semana, la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (Osce por sus siglas en inglés) confirmó que más de 60 unidades con artillería, sistema de lanzamientos múltiples y respaldadas por sistemas de defensa aéreos se desplazaron al este de Ucrania. La Otan confirmó que Rusia estaba detrás de todo.
El conflicto ucraniano puede estallar en cualquier momento y vive su etapa más crítica tras dos meses de una tregua que al fin y al cabo nadie respetó. Varios desarrollos ya hacían temer lo peor, pero la gota que colmó el vaso fue la celebración el pasado 2 de noviembre de un proceso electoral en el este de Ucrania. Su objetivo: reafirmar las instituciones y las autoridades de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
Los prorrusos barrieron con más del 80 por ciento de los votos, y declararon que ya eran un Estado y que no iban a obedecer más la ley ucraniana. Rusia respaldó el proceso, con el pretexto de que así Ucrania tendrá representantes con quienes negociar. Para Kiev esas elecciones fueron un golpe bajo, y violaron los acuerdos de Minsk que sustentaban el frágil cese al fuego.
Según el presidente ucraniano Petro Poroshenko, las zonas separatistas iban a tener un estatus autonómico especial, a cambio de que celebraran elecciones locales en diciembre y de que estas fueran supervisadas por Kiev. Pero los prorrusos no se dejaron meter ese gol. Adelantaron la fecha y para completar organizaron las votaciones bajo sus propias leyes, lo cual hizo que el gobierno ucraniano los tachara de terroristas, suspendiera todo tipo de concesiones y bloqueara los recursos estatales destinados al este.
A Kiev no le quedó de otra que llamar de nuevo a sus tropas para darle un tatequieto a los rebeldes, quienes se están reagrupando y prometieron recuperar los territorios perdidos en agosto, sobre todo el corredor del Mar de Azov que une a Rusia con la península de Crimea. Por su parte, a los prorrusos no les pareció nada simpático que el 26 de octubre los proeuropeos ganaran la mayoría del parlamento en Kiev, pues los ven como un grupo de fascistas y nacionalistas que quieren atropellar su cultura rusófona.
Además, a Rusia le incomodan, y mucho, los acercamientos ucranianos hacia la Unión Europea. Los analistas coinciden en que Moscú teme perder uno de los países más importantes de su zona de influencia histórica y que la Otan llegue a sus puertas. Eso explica lo que muchos expertos han definido como una guerra híbrida, en la que Rusia busca desestabilizar a Ucrania para impedir su entrada a la UE. Según dijo a SEMANA Kevork Oskanian, de la Universidad de Birmingham, “Ucrania no se moverá a Occidente sin arriesgar su desintegración”.
Y ese es el asunto preocupante del conflicto ucraniano. El país se divide y se fragmenta entre una parte que permanece en el área de influencia de la Unión Europea y otra que continúa en el área de influencia rusa. La tensión crece todos los días, las amenazas van de un lado a otro, y siempre hay la sensación de que lo peor puede ocurrir en cualquier momento. El conflicto ucraniano se congela y no encuentra soluciones. Se parece cada vez más a un conflicto sacado de la mismísima guerra fría.
¿Una nueva Guerra Fría?
El pasado 9 de noviembre el mundo festejó los 25 años de la caída del muro de Berlín y el final de la Guerra Fría. Todos estaban felices y eufóricos, menos el expresidente soviético Mijail Gorbachov, quien sorprendió a propios y a extraños al decir: “El mundo está al borde de la Guerra Fría, y algunos dicen que ya empezó. En los últimos meses hemos visto cómo se ha roto la confianza”.
En efecto, el conflicto de Rusia con Ucrania ha revivido las viejas tensiones entre Moscú y Occidente. A eso hay que añadirle los casos de Georgia, Moldavia, Estonia y Letonia donde las relaciones entre los gobiernos proeuropeos y las minorías prorrusas son cada vez más difíciles.
Según la Otan, en lo que va del año, la cantidad de operaciones militares rusas en el extranjero triplicó la registrada en el año pasado. El European Leadership Group, un think-tank basado en Londres, hizo un seguimiento de las maniobras más polémicas, de las cuales 29 corresponden a incidentes aéreos, ocho a incidentes marítimos además de la captura ilegal de un agente estonio.
Uno de los incidentes más complicados se dio a finales de octubre en aguas del Báltico, cerca de Suecia, cuando la supuesta presencia de un submarino espía ruso hizo encender las alarmas en el país escandinavo. Poco después, la Otan denunció operaciones militares rusas en el Mar Negro, el Mar del Norte, el Mar Báltico y el Océano Atlántico. El Ministerio de Defensa ruso anunció que llevará a cabo maniobras en el Ártico, el Caribe y el Golfo de México. Esos operativos militares no se veían desde los tiempos de la Guerra Fría, y con ellos, según varios expertos, Moscú está tanteando la respuesta y la fuerza de la Otan.
Varios factores influyen en la nueva actitud rusa. El primero es la política de Estados Unidos y sus aliados. El analista Dimitri Trenin escribió en la revista Foreign Affairs que “la raíz de la actual crisis es el fracaso de Occidente de integrar a Rusia en un sistema de seguridad común”. Por su parte, Julian Cooper, experto en estudios sobre Rusia y Eurasia, dijo a SEMANA que “en parte Gorbachov tiene razón cuando dice que Occidente no fue capaz de establecer relaciones respetuosas con los rusos después de la caída del comunismo y por el contrario buscó imponer sus valores y su cultura”. El acercamiento de la Otan a los países que hacían parte del área de influencia soviética rompe un acuerdo entre Occidente y Moscú tras la disolución de la URSS.
Para otros expertos el presidente ruso Vladimir Putin, quien calificó la desaparición de la URSS como la peor catástrofe mundial del siglo XX, busca restablecer el área de influencia geopolítica de su país y, de paso, prevenir que movimientos alternativos que promueven mayor democracia, como el de la plaza Maidan, lleguen a Moscú. Su discurso nacionalista que exalta la grandeza histórica de Rusia, y su agresividad en Ucrania le han permitido que sus índices de aprobación crezcan más que nunca. Según Gallup el presidente ruso ahora tiene 83 puntos de favorabilidad, cuando hace dos años llegaba apenas al 54 por ciento.
En todo caso, este año se ha visto la confrontación por el control de áreas de influencia. La Otan busca extenderse a Europa del Este mientras el Kremlin busca consolidar la zona de Eurasia. Eso ha hecho que el debate sobre si hay o no una Guerra Fría se reactive. Algunos, como Steven Pifer, comentarista del Brookings Institute, no están de acuerdo con Gorbachov, porque como dijo a esta revista, “Rusia no es un poder global como era la URSS y no existe una confrontación ideológica y económica entre dos bloques”. Por su parte, Oskanian sostiene que “una nueva versión de la Guerra Fría es posible, aunque será más bien de alcance regional”. Sea como fuere, el estruendo de los tanques rusos al entrar a un país vecino no puede dejar de recordar episodios del pasado que se creían superados