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Informe especial: el lado infernal de Miami
Una multitud de turistas universitarios disipó el sentimiento de tranquilidad y glamour del que disfruta la capital de la Florida. Turistas descontrolados, cifras récord de covid y de inequidad económica, contrastan con el “boom” artístico y la vida de los ricos y famosos que viven en la “Capital del Sol”.
Miami Beach está en estado de alerta. “South Beach” o “la playa” como dirían los locales, se preparaba para una Semana Santa que daría un necesario empujón a su economía gracias a la tradicional llegada por esta época del año de miles de turistas, en su mayoría estudiantes universitarios, que bajan de los estados del norte a pasar aquí el receso de “spring break” que coincide con la semana mayor. Pero no fue así. Hoy los restaurantes y bares a lo largo de la famosa “Ocean Drive”, tienen que cerrar a las 8 de la noche, las playas fueron acordonadas y se limitó el acceso a los puentes que permiten llegar a esa zona turística.
La drástica medida, que se extiende hasta mediados de abril, la anunció el alcalde de la ciudad Dan Gelber, después de un fin de semana tan desastroso que a “la playa” ahora le dicen “zona de alto impacto”. Se supone que la policía y los locales estarían acostumbrados. Todos los años llegan a esta zona de Miami, miles de “springbreakers”, es decir jóvenes universitarios -mayormente afro descendientes - que a diferencia de las vacaciones de Navidad, las de primavera las disfrutan con amigos en la soleada de día, y ruidosa de noche, Miami Beach. Pero este año fue distinto y las consecuencias las están pagando justos por pecadores.
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Lo que pasó en Miami Beach es el resultado de un peligroso coctel. Una mezcla de ingredientes que hicieron que las miradas del mundo se posaran sobre las imágenes de jóvenes descontrolados, enfiestados y de ropa ligera, rodeados por policías armados. Para empezar el gobernador del estado, el republicano Ron DeSantis, relajó las medidas contra la covid antes que otros estados. El mandatario local declaró a Miami “un oasis de libertad en una nación que hoy sufre por los opresivos confinamientos”. En términos concretos, sus medidas incluyen levantar el uso obligatorio de los tapabocas y eliminar las multas para quienes no los usen. A su anunció se sumó el que las aerolíneas, golpeadas por la pandemia, ofrecieran boletos a precios regalados hasta La Florida y que ante el “agotamiento-covid”, este año se colaran a la fiesta estudiantil, adultos aburridos de estar encerrados y con ganas de festejar.
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La mezcla resultó ser desastrosa. Una cifra incalculable de personas se tomaron el fin de semana pasado “la playa” dejando un saldo de 1,050 arrestos, 400 por delitos graves, más de 100 armas decomisadas y el trágico episodio de una mujer drogada, violada y asesinada por dos “springbreakers”. De acuerdo con la policía la mayoría de los agresores son mayores de edad, no universitarios, que además de provocar desmanes, revivieron la tensión racial que con frecuencia se siente en las calles de Estados Unidos entre negros y policías blancos, en especial desde la muerte de George Floyd en Mayo del año pasado. La fiesta fue el la calle, los encargados de los bares y restaurantes se quejaron de que los turistas montaran la rumba frente a sus locales, que algunos comensales se fueran sin pagar enormes cuentas y que en pleno meollo con la policía, se escondieran en sus instalaciones, incluyendo baños y cocinas. En el pavimento los jóvenes bailaban en los techos de los coches, twerkean semidesnudos mientras pasan las botellas de mano en mano, celebrando lo que perciben -erróneamente- como el fin de la pandemia.
Miami Beach y sus desmanes rompieron el idilio que hasta ahora sostenía La Florida con el resto del país. La “cuidad del Sol” adoptó dos nuevos sobrenombres desde que comenzó la pandemia que ilustran bien su nueva migración. Desde los años 70, cuando la migración era mayormente cubana, centroamericana, colombiana, venezolana, brasileña y argentina se le conoció como “la capital de America latina”. De su población de 2,7 millones de personas, 69,1 % son latinos y el español es también una lengua oficial en el condado Miami Dade. Sin embargo con la llegada de la pandemia se le comenzó a llamar “Wall Street Beach” y el “nuevo Silicon Valley”. El fenómeno empezó con la llevada de por lo menos 400 mil newyorkinos atraídos por las medidas covid laxas del gobernador DeSantis, el buen clima comparado con una Nueva York fría y desolada y los beneficios fiscales. En Miami no existe el impuesto sobre la renta personal, por eso la llegada de los más ricos de Nueva York , donde ese impuesto es del 8,12 % y de California donde es de 12,2%, es tan alta que se les llama ya “refugiados fiscales”. La nueva migración, esta vez doméstica y adinerada (se estima que ganan en promedio 64 mil dólares anuales) trae con ella bancas de inversión, “start ups”, compañías de “software”, sedes de multinacionales, entre otros muchos negocios, además de sus restaurantes favoritos, galerías de arte y eventos culturales. A los newyorkinos se suman decenas de miles de californianos y la ciudad experimenta una boyante combinación de culturas. Su llegada dobló la venta de inmuebles de 433 millones en el 2019 a 980 millones en el 2020 y ahora que se han acostumbrado a trabajar desde sus casas, nadie parece tener afán en devolverse.
Pero, ¿es Miami infierno o paraíso? Para los nuevos migrantes es un paraíso que les permitió rehacer sus vidas como si la covid no existiera, sin embargo, es justamente las cifras de coronavirus, sumadas a los desmanes del los “springbreakers”, lo que hace que hoy no parezca una ciudad tan paradisíaca. Con la llegada de los turistas se elevaron los casos de Covid en especial entre menores de 50 años. En la última semana las hospitalizaciones incrementaron en un 2,6 % y lo más grave fue la cifra casi sostenida de 5 mil nuevos casos de covid diarios en los días recientes para un total de 2,033, 180 casos y casi 34 mil muertos, situando al estado en el tercero en numero de contagios en esa nación. A las relajadas medidas contra covid se suma el agravante de más de mil casos de contagios con las nuevas y más peligrosas variantes de coronavirus.
Miami tiene otro triste récord, más antiguo e ignorado que el covid y sus males. La inequidad social. “La capital del sol” y sus muchos otros sobrenombres tiene otro titulo que no la embellece: la segunda ciudad de mayor desigualdad económica en ese país, superada solo por Nueva York. Un 15 % de su población vive en condiciones de pobreza, la gran mayoría son negros e hispanos. El contraste entre ricos y pobres el parte de su estética. Los empleos para los menos privilegiados les dejan en promedio ingresos de 26 mil dólares, cuando la media estatal es de 50.860, y dos de cada cinco hogares se enfrentan a riesgos de pobreza.
Regresarán a sus universidades los “springbreakers” y volverán a salir de sus guaridas los “refugiados fiscales”. Miami es la ciudad eternamente de moda, experta en mostrar al mundo su lado más brillante representado con los lujos y belleza, mientras escode su lado más oscuro, el del covid, sus muertos y su pobreza.