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Informe especial | Las protestas raciales en EE. UU. y el cambio histórico que representan
Arden las calles de Mineápolis, en el estado de Minnesota. Mientras el país espera el fallo contra el expolicía Derek Chauvin, acusado de matar a George Floyd, volvió a suceder. Una oficial asesinó a Daunte Wright, otro hombre negro desarmado.
“Digan sus nombres”, ese es el clamor que se escucha desde la muerte de George Floyd en las calles de Mineápolis. Un doloroso llamado que suena también como un grito de guerra. La muerte de Floyd en mayo del año pasado fue la gota que rebosó la copa de la comunidad afrodescendiente en Estados Unidos, cansada de la brutalidad policial que con demasiada frecuencia se lleva vidas.
La ciudad ya ardía con frustración y rabia mientras avanza el juicio en contra de Derek Chauvin, el oficial acusado de matar a Floyd, cuando la historia se repitió. Una mujer policía disparó, supuestamente por error, contra de Daunte Wright, un hombre negro que estaba desarmado.
El más reciente asesinato de un afrodescendiente a manos de la Policía promete no quedar en el olvido. Hoy su nombre se escucha fuerte y claro en medio de multitudes en Minnesota y otros estados donde acatan el clamor de decir sus nombres hasta que se haga justicia.
La muerte de George Floyd marcó un antes y un después en la historia de los Estados Unidos. No fue la primera víctima ni la última. Se estima que 350 afrodescendientes desarmados han fallecido en ese país a manos de policías en los últimos 7 años. En un 75 % de los casos quien dispara es un uniformado blanco y rara vez terminan tras las rejas.
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Lo que hizo que la muerte de Floyd fuera tan mediática fue que quedó grabada en video e impresionó la crueldad con que Derek Chauvin sostuvo su rodilla sobre el cuello de Floyd durante 9 minutos y 29 segundos mientras el hombre de 46 años gritaba que no podía respirar. Su muerte desató las protestas más grandes de la historia por brutalidad policial.
Se estima que más de 15 millones de personas marcharon en 2.000 ciudades en 60 países y por lo menos 14 mil fueron arrestadas. En Estados Unidos decretaron toque de queda en 200 ciudades y 96 mil miembros de la guardia civil fueron enviados a diferentes estados para mantener el orden.
Esta semana continuó el juicio contra Derek Chauvin por la muerte de Floyd. Se está transmitiendo en directo por televisión y se podría conocer el fallo la semana que viene. La defensa del expolicía trata de argumentar que Floyd era drogadicto y que habría muerto por una sobredosis de fentanilo y metanfetaminas, así como por problemas cardiacos. Los abogados de la familia de Floyd presentaron evidencia de que la muerte fue por asfixia.
Mientras avanzaba en Minnesota el juicio en el caso Floyd, la violencia contra los afrodescendientes volvió a suceder. Una mujer policía disparó su pistola contra Daunte Wright, un hombre negro de 20 años que había sido detenido porque tenía la licencia del carro vencida.
Wright, que tenía una orden de arresto por robo y asalto, trató de huir de la Policía. Fue entonces cuando Kim Potter supuestamente creyó que le disparaba con su pistola táser, pero resultó ser la letal. La oficial fue detenida y acusada de homicidio; sus actos aumentaron las protestas que se han registrado todas las noches en Mineápolis desde la muerte de Wright el domingo pasado.
A la tensa situación racial en Estados Unidos se sumó un caso más. A finales de esta semana se conoció el video de cuando un agente en Chicago mató a tiros a Adam Toledo, un niño latino de 13 años que huía de la Policía con los brazos en alto.
La brutalidad policial en contra de las minorías, pero en especial en contra de los negros, es el principal motivo de muerte de los hombres de esa raza en esa nación. Uno de cada mil hombres afrodescendientes muere baleado por la Policía.
En lo que va de este año, la cifra de fallecidos es de 30 negros en tres meses. A diferencia de otros momentos en la historia, esta vez la comunidad negra está más organizada, conoce sus derechos, no tiene miedo y no está dispuesta a callar más.
A los de Floyd y Wright se suma otro caso que ya había estremecido a Mineápolis. En 2016 murió Philando Castile, a quien un policía disparó mientras buscaba su licencia. También se presentó un hecho en Nueva York, donde murió en 2014 Eric Garder, asfixiado por un policía. En Misuri falleció Michael Brown, baleado por un policía por supuestamente haber robado una caja de cigarros. Ese año falleció también Tamir Rice, un niño de doce años que jugaba con una pistola falsa en Ohio, y el año pasado fue Breona Taylor, a quien la Policía mató al entrar por error a su apartamento en Kentucky.
La tensión llegó a tal punto en Estados Unidos que ya la guardia nacional se prepara en caso de que el fallo en el caso George Floyd favorezca a Derek Chauvin desatando aún más protestas.
En esa nación, un 14 % de la población es negra; sin embargo, representan un 24 % de los casos de brutalidad policial. Las muertes recientes dan a entender que esta vez esa comunidad ni quienes defienden sus derechos están dispuestos a permitir una muerte más solo por el color de la piel o el estatus social. Su clamor de respeto retumba en el mundo entero y en todos los rincones se dicen los nombres de sus víctimas para que no se repita jamás.