oriente medio
Israel: Bye-bye, Netanyahu
Yair Lapid, líder de la oposición en Israel, logró formar Gobierno. Un partido árabe fue clave para desequilibrar la balanza a favor de este conglomerado diverso, cuyo único deseo en común es sacar al actual primer ministro. Este, no obstante, venderá cara su derrota.
Es un honor para mí informarle que he logrado formar Gobierno”, fue el mensaje que el centrista Yair Lapid le envió al presidente israelí, Reuvén Rivlin, 35 minutos antes de la hora límite. Representa el inicio del fin de más de 12 años en el cargo del primer ministro, Benjamin Netanyahu.
Curiosamente, un partido árabe fue el encargado de inclinar la balanza a favor de la oposición, conformada por partidos pequeños y medianos de todo el espectro político, que lo único en que convergen es en el deseo de sacar a Netanyahu.
Lapid, un centrista, recibió la tarea de crear una coalición de Gobierno después de que Netanyahu no lo lograra a raíz de las elecciones del 23 de marzo. El líder de la oposición basó su campaña en el juicio por corrupción que enfrenta el primer ministro y en la promesa de “devolver la cordura” a Israel. Lapid encontró a su principal socio en el nacionalista Naftali Bennett, con quien alternará el cargo de primer ministro por dos años.
Ambos fueron los responsables de conseguir el compromiso de ocho partidos políticos. Desde la derecha más nacionalista, representada por el propio Bennett, hasta la izquierda pacifista, representada por Meretz, por primera vez en la historia de Israel, en un acuerdo de coalición, participa un partido árabe palestino de ideología islamista, encabezado por Mansour Abbas.
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El partido Raam, con apenas cuatro diputados (de los 120 que integran el Knéset, el Parlamento de Israel), fue la clave para que la oposición cerrara un acuerdo de coalición. Pero la reciente explosión de la tensión entre ciudadanos árabes y judíos, el rechazo expresado en las calles por una población de fuerte identidad palestina contra el sistema israelí hacía improbable un hecho así en este momento.
La diversidad del nuevo Gobierno también representa su mayor debilidad. Las ideologías enfrentadas que lo componen dificultan la toma de decisiones importantes, como sería la anexión de una parte de la ribera occidental a la soberanía israelí o eventuales avances en el proceso de paz con los palestinos.
Consciente de esto, Bennett ha dicho que ambas partes tendrían que comprometerse en cuestiones ideológicas para que el país se vuelva a encarrilar. Un hecho que representa el talón de Aquiles de la coalición y del que Netanyahu se aferrará para tratar de sabotearla.Aún falta la estocada final. En los próximos 12 días, se convocará una sesión especial del Knéset para aprobar esta coalición.
Ese es el límite de tiempo de Netanyahu para impedir que el nuevo Gobierno alternativo pueda formarse, poniendo a los legisladores de su lado para que voten en contra. Netanyahu controla 30 escaños del Parlamento, casi el doble que el partido Yesh Atid, de Lapid, y está aliado con, al menos, otros tres partidos religiosos y nacionalistas. La campaña se ha basado en la desacreditación de la alianza Bennett-Lapid bajo el argumento de que pondría en peligro la seguridad de Israel.El fin está cerca.
La salida de Netanyahu podría calmar la agitada situación política interna sin precedentes. Fruto de esto, Israel ha celebrado cuatro elecciones en dos años. Pero el futuro no es más que incierto. De juramentar, el nuevo Gobierno se enfrentará a considerables desafíos diplomáticos y económicos.
El tiempo corre para ambos bandos, mientras docenas de activistas en contra de Netanyahu corean en las calles de Tel Aviv: “Se acabó, se acabó, yalla Bibi, vamos”, refiriéndose al primer ministro.