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Israel contra Hamás: cómo usar correctamente los términos semita, antisemita, islamofobia o hebreo
Los sustantivos que usamos para definir grupos humanos o”etnónimos”, como “semita”, no hacen referencia a nacionalidades o procedencias geográficas, sino a agrupaciones étnicas.
El conflicto palestino-israelí vuelve a ser noticia. Tras el ataque terrorista perpetrado por Hamás el pasado 7 de octubre, los medios de comunicación se hacen eco a diario de la escalada de violencia en Oriente Próximo (Medio). Con ello, se ha aumentado la frecuencia de uso de ciertos términos que pueden generar confusión y no siempre se emplean de forma adecuada.
El etnónimo ‘semita’
En lingüística, un etnónimo es el nombre que recibe un grupo étnico. En lo que atañe a este artículo, semita es un buen ejemplo de etnónimo, puesto que no hace referencia a una nacionalidad o procedencia geográfica, sino a una agrupación étnica.
Si consultamos el Diccionario de la lengua española, la primera acepción que ofrece la Real Academia Española de la voz semita es:
“Según la tradición bíblica, descendiente de Sem”.
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En una segunda acepción, se lee:
“Dicho de una persona: que pertenece a alguno de los pueblos que integran la familia formada por los árabes, los hebreos y otros”.
Como se puede apreciar, también es posible hacer subgrupos dentro de un etnónimo. Con esto, se empieza a complicar un poco su uso.
La polisemia de los etnónimos
La mayor parte de las palabras de una lengua son polisémicas. Es decir, una misma palabra suele tener diferentes significados. A lo largo de la historia de cualquier lengua, las palabras van adquiriendo –o perdiendo– significados, normalmente con algún tipo de vinculación con el sentido original.
Pongamos, por ejemplo, la forma hebreo. La primera acepción que ofrece la Real Academia Española dice:
“Dicho de una persona: del pueblo semítico, también llamado israelita y judío, que conquistó y habitó la antigua región de Canaán, después Palestina”.
Es decir, se trata de un etnónimo. Pero también existe una segunda acepción:
“Que profesa el judaísmo”.
En este caso, se trata de un nombre religioso relacionado con las creencias. Y también hay una quinta acepción que dice lo siguiente:
“Lengua semítica occidental, próxima al cananeo, que, desde el siglo III a. C. hasta finales del siglo XIX, se mantuvo solo como lengua litúrgica y literaria, y que en la actualidad se habla en Israel y también en comunidades judías de Europa y Estados Unidos”.
Así pues, una misma palabra designa a un grupo étnico, a los miembros que profesan una religión y a una lengua. Es evidente la relación que hay entre estos tres significados: se trata de la religión y la lengua vinculadas, mayoritariamente, con un grupo étnico.
El concepto de ‘antisemita’
El tono bélico que ha adquirido el conflicto palestino-israelí desde el pasado 7 de octubre ha disparado los actos de antisemitismo e islamofobia. Son muchas las organizaciones internacionales que han llamado la atención en las últimas semanas sobre el incremento del antisemitismo:
🔴 Treinta enviados especiales y coordinadores en la lucha contra el #antisemitismo de todo el mundo han firmado una declaración conjunta sobre los últimos episodios de antisemitismo que se están viviendo en diferentes países.
— Centro Sefarad-Israel (@SefaradIsrael) November 6, 2023
Consúltala aquí 👇🏻https://t.co/GAmjUBgKqV
Y, en las redes sociales, ha surgido la polémica acerca de que los palestinos –tanto cisjordanos como gazatíes– también son semitas. Entonces, ¿no se puede hablar también en estos casos de antisemitismo?
De nuevo, conviene consultar el Diccionario de la lengua española. La voz antisemita se define así:
“Que muestra hostilidad o prejuicios hacia los judíos, su cultura o su influencia”.
Y es su único significado. Así pues, aunque antisemita es una palabra formada sobre el etnónimo semita, su uso ya está especializado y se focaliza en un grupo religioso concreto. Por eso, cuando ha habido necesidad de crear una palabra semejante en relación con los árabes, ha sido necesario acuñar nuevos términos, tales como antiarabismo, arabofobia o islamofobia.
Estos conceptos, por cierto, también pueden ocasionar confusión. Es frecuente el uso de árabe y musulmán como sinónimos, pero no lo son. El primero designa una procedencia –de la península arábiga–, mientras que el segundo es un nombre religioso. Es cierto que la mayor parte de la población árabe profesa la religión islámica, pero también hay árabes cristianos y de otras religiones. Del mismo modo, hay musulmanes que no son árabes.
Antijudaísmo, antisemitismo y antisionismo
La identificación de un grupo étnico con una religión también genera confusión. Como explica la académica española Paloma Díaz-Mas en su último libro, en época medieval se da un antijudaísmo religioso, a veces también con tintes económicos. La discriminación no era una cuestión racial, sino religiosa. Hasta el siglo XIX no surge el componente racista, que alcanza su máxima expresión en los campos de concentración nazis.
El antisemitismo, por tanto, puede ser de carácter religioso, social, étnico, etc. Y toda definición que se ofrezca de este concepto va a ser, en mayor o menor medida, compleja. En mayo de 2016, los 31 países que componen la IHRA –siglas en inglés de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto– acordaron la siguiente definición:
“El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto”.
Por último, no conviene confundir antisemitismo y antisionismo. La mayoría de las críticas sobre la actuación de Israel en el conflicto actual no responden a cuestiones religiosas, culturales o racistas. Se trata, más bien, de una crítica política a la gestión por parte del Estado. Culpar a los judíos sí es antisemitismo, pero no lo es disentir de unas políticas concretas de un gobierno.
La búsqueda de la palabra exacta
Si las fronteras físicas a veces son difusas y cambiantes, lo son mucho más las delimitaciones lingüísticas. La lengua está siempre en constante uso y en constante evolución. La etimología nos indica el origen de una palabra. Pero, con el tiempo, los significados pueden ir cambiando.
En el caso de los etnónimos, su polisemia los dota de cierta complejidad. No siempre es sencillo delimitar su uso, por la estrecha relación que existe entre el grupo étnico, su lengua y, además, la religión mayoritaria que profesan. Sin embargo, siempre que se emplean como términos, conviene afinar en el significado y usar en cada contexto la palabra exacta.
Por: Cristóbal José Álvarez López - Profesor de lengua española, Universidad Pablo de Olavide
Artículo publicado originalmente en The Conversation