NACIÓN

Italia: puertas cerradas a los migrantes

Hace poco Italia era visto por los migrantes con ojos ansiosos: era la entrada más directa a Europa. Ahora, varias medidas intentan detener su flujo de manera drástica.

10 de septiembre de 2017
| Foto: AFP

Italia era vista por los migrantes como una especie de puerto seguro de llegada. Ante las medidas tan restrictivas en algunos países de la Unión Europea (EU) como Hungría, Francia o España, entrar a Italia era fácil por dos motivos.

El primero, geográfico, pues su cercanía con Libia, que es un de los últimos destinos de la mayoría de travesías que hacen los migrantes de países africanos, lo convierte en un destino lógico para entrar al continente Europeo. La segunda tenía que ver con la entrada relativamente fácil al territorio italiano. En vista de las trágicas muertes de cientos de migrantes a bordo de unas balsas que no cumplen con ningún requisito mínimo de seguridad, los italianos se habían echado al hombro la responsabilidad de atender esas barcas y de comenzar un proceso de adaptación de los migrantes en centros de apoyo y ayuda en Italia.

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Sin embargo, todo parece indicar que la situación va a dar un giro de 180 grados gracias, en parte, a un solo nombre: Marco Minniti. Este controversial ministro del Interior italiano ha logrado que, en comparación con el año pasado, en agosto el número de migrantes que llegan a Italia haya sido reducido 87 por ciento. En un par de entrevistas, Minniti ha afirmado que “Europa vive un momento crucial en torno a la migración”, lo cual no está alejado de la realidad, pues a finales de septiembre un grupo de líderes europeos, encabezados especialmente por el presidente francés Emmanuel Macron, se reunieron con líderes africanos para encontrar puntos medios que logren aliviar la llegada tan alta (según los mandatarios) de migrantes a Europa.

¿Cómo ha hecho el ministro del Interior italiano en tan solo ocho meses en su puesto para reducir tan drásticamente el número de migrantes? La respuesta tiene que ver con Libia. Minniti se reunió personalmente con el líder del gobierno libio (reconocido por las Naciones Unidas) Fayez al-Serraj en febrero para llevar a cabo un ambicioso y difícil plan.

En primer lugar, acordaron que las redes ilegales de personas que se dedican a pasar los migrantes de África a Europa sean perseguidas y detenidas con una mayor presión. Como segunda medida, Italia se comprometió a ayudar a Libia para reforzar la seguridad de su guardia costera, para así detener a tiempo las embarcaciones ilegales que ponen en peligro cientos de vidas.

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Para algunos analistas políticos, si bien la razón oficial de tales compromisos bilaterales pone el foco en la vida de los migrantes, hay fuertes sospechas de que haya argumentos antimigrantes de fondo. Con sus rápidos resultados (que no resuelven el problema, pues los migrantes seguirán encontrando la manera de llegar a Europa) Minniti ha logrado ganarse los aplausos de la derecha italiana, y ha generado un efecto dominó en algunas ciudades.

Por ejemplo, en el famoso puerto de Codigoro, hasta hace poco los migrantes eran recibidos por distintas ONG que les ayudaban con exámenes médicos y clases de italiano gratuitas. Sin embargo, la alcaldesa Alice Zanardi, ordenó controles sanitarios más estrictos para todas las organizaciones que se encargan de acoger inmigrantes en el puerto. Incluso, propuso que en algún momento subirá los impuestos que deben pagar dichas organizaciones, lo que para algunos de sus miembros es una amenaza directa de muerte al trabajo humanitario que realizan. Claramente la medida busca limitar el número de inmigrantes en el pequeño pueblo, de apenas 12.000 habitantes.

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El efecto Minniti ya comenzó, así, a tener sus repercusiones. Por otro lado, el congreso italiano sigue en medio de acalorados debates sobre el asunto de la migración africana en sus costas. Más que buscar la manera de resolver una crisis humanitaria global, la balanza parece estarse inclinando más hacia un cierre paulatino y quizás permanente de las puertas italianas a los migrantes.