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Jared e Ivanka, los cada vez más poderosos de la Casa Blanca

Son ricos, jóvenes, elegantes y cada vez más influyentes. Juegan un papel clave al ser el yerno y la hija del presidente Trump, lo que despierta toda clase de preocupaciones.

11 de abril de 2017
| Foto: Archivo Particular

Jared Kushner e Ivanka Trump están literalmente en todo. A él le corresponde conseguir la paz en Oriente Medio, contener la epidemia de opiáceos entre los norteamericanos blancos, dirigir la construcción del muro en la frontera con  México, reformar el sistema de pensiones para los militares, modernizar la burocracia oficial y organizar reuniones de alto nivel como la que Donald Trump sostuvo el jueves y el viernes con el líder chino, Xi Jinping. Aunque su cargo oficial es consejero superior del presidente, la prensa lo ha apodado el Secretario de Todo.

Ella es la primera dama de facto y cabeza visible de las políticas para las mujeres y la niñez. Ha estado en las cumbres con jefes de Estado como la alemana Angela Merkel, el japonés Shinzo Abe y el canadiense Justin Trudeau. Y desde el lunes es oficialmente la asesora de su padre “en todo tipo de temas”, según la abogada de la familia. Ella y Jared tienen sus oficinas en el ala oeste de la Casa Blanca, muy cerca del despacho oval, y hoy son la pareja más poderosa de Washington. Como dijo la propia Ivanka en una entrevista con Vogue: “Nuestro matrimonio es el mejor negocio que hemos hecho”.

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Las cifras no la desmienten. El viernes pasado, la Casa Blanca publicó las declaraciones financieras de los altos cargos de la administración, incluyendo las 54 páginas de la pareja. Según las cuentas de The New York Times, ellos tienen un imperio inmobiliario y financiero de 740 millones de dólares. Y según sus críticos, ese monto puede aumentar ahora que tienen acceso a información confidencial. Pues a pesar del compromiso de la administración Trump con la “transparencia”, ni su hija ni su yerno renunciaron a controlar sus empresas. Ni siquiera en los casos en que los conflictos de interés son evidentes.

Como dijo a SEMANA William Rosenberg, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Drexel, “Ella sigue a la cabeza de la marca Ivanka Trump Collection, que hace su ropa en China. Y desde hace meses él está negociando con un grupo de empresarios afines al Partido Comunista de ese país un megaproyecto inmobiliario en el corazón de Manhattan”. Previsiblemente, ambos estuvieron muy pendientes de la reunión que el presidente –o sea su padre y su suegro– sostuvo esta semana en Florida con Xi Jinping.

Ese no es más que uno de los conflictos de interés de la pareja, cuya presencia en la Casa Blanca es un caso de nepotismo claro y potencialmente problemático para el presidente, que, sin embargo, ha preferido correr el riesgo. Y las razones son sencillas. “Trump es un tipo muy desconfiado, pero ese sentimiento se acaba donde comienzan los lazos familiares”, le dijo a SEMANA David Schultz, profesor de Ciencias Políticas de la Hamline University y autor del libro American Politics in the Age of Ignorance. “Como hombre de negocios prefirió rodearse de sus familiares antes que de gente experimentada, y ahora que es presidente está actuando de la misma manera”.

La ‘primera hija’ y el ‘yernísimo’

La devoción de Trump por Ivanka es conocida y era inevitable que la llevara a la Casa Blanca. La ausencia de su esposa Melania (que prefirió quedarse en Manhattan) y el caos de los primeros tres meses de su presidencia pudieron precipitar la decisión, que ya tiene a muchos hablando de la ‘primera hija’. Como dijo a esta revista Lori Cox Han, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Chapman y autora del libro Women and US Politics, “ella es un activo estratégico para su padre. Tiene otro tono, su presencia en las redes sociales es mucho más suave y habla con propiedad de las políticas que tienen que ver con las mujeres”.

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Y es que desde el principio de la campaña ella ha usado su gracia y otras dotes para lavar la imagen misógina de su padre. “Él es un feminista”, dijo de su papá en octubre del año pasado cuando apareció el famoso audio en el que este asegura que los famosos pueden hacerles lo que quieran a las mujeres. Esa función suavizadora continuó tras la victoria del 8 de noviembre, si bien de un modo menos burdo. Tras las críticas que el presidente recibió por firmar rodeado solo por hombres sus órdenes ejecutivas (incluyendo la Ley Mordaza contra el aborto), Ivanka reunió a otras siete mujeres para que posaran con ella y su padre y subió la foto a Twitter.

De hecho, la estrategia comunicacional de la Casa Blanca consiste en presentarla como un modelo para las mujeres trabajadoras, y su nuevo cargo busca mostrar que en la administración Trump también hay lugar para ellas. Sin embargo, emular sus logros sin contar con sus medios es una misión imposible. “Ella está donde está gracias a su padre, y eso incluye tanto su fortuna como su cargo actual. Ivanka solo puede ser un modelo para las mujeres blancas y ricas, no para las que tienen angustias económicas”, dijo Schultz.

La confianza del presidente en su yerno es casi tan grande y se debe a que fue clave para la victoria republicana del 8 de noviembre. Primero, porque fue el primero en entender que los diarios tradicionales y la televisión habían perdido gran parte de su influencia, y sobre todo que las redes sociales iban a ser determinantes. Como dijo el propio Trump el domingo en una entrevista con el diario Financial Times, “sin Twitter no estaría en la Presidencia”.

Y segundo, porque en julio defendió enfáticamente a su suegro después de que este retuiteó un mensaje antisemita por el que vinculó la supuesta corrupción de Hillary Clinton con la estrella de David. Kushner es judío ortodoxo, y el texto lo llevó a pelearse con algunos miembros de su familia, pero demostró una lealtad sin fisuras por su suegro. A su vez, según las fuentes cercanas a la campaña, el año pasado este sufrió una profunda transformación, en la que dejó de defender posiciones progresistas (su padre, Charles, ha sido uno de los grandes donantes del Partido Demócrata) y adoptó posiciones más conservadoras.   

Como su esposa, carece de experiencia política y diplomática. Pero a los ojos de Trump eso no solo es secundario, sino incluso una ventaja, pues demuestra que no tiene una agenda paralela y también que no le debe favores a nadie (salvo a la familia). Sin embargo, mientras Ivanka desempeña funciones que más o menos se ajustan a su cargo de asesora presidencial, Kushner tiene un puesto en la Situation Room (la sala de emergencias) de la Casa Blanca y es más poderoso que el propio secretario de Estado, Rex Tillerson, a quien ha relegado a una posición secundaria. De hecho, Kushner estuvo el domingo pasado en Irak, en plena ofensiva de la coalición internacional para sacar a Isis de Mosul, la segunda ciudad de ese país. Y lo hizo antes que el asesor de seguridad nacional o que propio Tillerson.

Las comparaciones de esta pareja de millennials con personajes del pasado abundan. A algunos, el poder de Jared les ha recordado el de Rasputín, que hace un siglo controló al zar Nicolás a través de su esposa. A otros, Ivanka les ha echo evocar a Eva Perón, quien fue clave en el ascenso (y la caída) de su marido. De cualquier modo, la Casa Blanca se parece cada vez más al palacio de gobierno de un país bananero de otras épocas. Mientras la familia lo controla todo, los ministros desempeñan funciones menores, convertidos en figuras decorativas destinadas a darle a la situación un barniz institucional.