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Jair Bolsonaro, el ultraconservador que aspira ser el Trump de Brasil
El exmilitar es el más opcionado para ganar las elecciones el próximo domingo. Su estrategia ha sido conquistar al electorado conservador brasileño con frases polémicas machistas, racistas, homofóbicas y apologías a la dictadura.
“No la violo porque no se lo merece”. “Los quilombolas [descendientes de esclavos africanos que viven en comunidades protegidas] no sirven ni siquiera para procrear”. “Prefiero tener un hijo muerto a tener un hijo gay”. “Las mujeres deben ganar menos porque se quedan embarazadas”. “El error de la dictadura fue torturar en vez de matar”. Con frases como estas, el exmilitar paracaidista Jair Bolsonaro (Partido Social Liberal-PSL), de 68 años, se ganó al electorado conservador de Brasil. Él lidera las encuestas para las elecciones presidenciales que se realizarán el 7 de octubre, con el 29 por ciento del apoyo. Por sus salidas de tono, es comparado a menudo con Donald Trump, un espejo en el que él mismo se identifica.
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Aunque es la primera vez que intenta llegar a la presidencia, Bolsonaro no es inexperto en la vida política del país. Empezó como concejal de Río de Janeiro, en 1988, después de salir del Ejército por problemas disciplinares: publicó una columna en una gran revista quejándose del “bajo sueldo” de los militares y fue acusado de planear explotar bombas en unidades militares (después se le consideró inocente). En 1990, se eligió como diputado federal por Río y, desde entonces, permaneció en la Cámara por otras seis legislaturas, de 1995 a 2018, siendo el más votado en 2014. En 27 años como diputado, solo logró aprobar dos proyectos de ley.
De hecho, se hizo más conocido en 2014, cuando se postuló para presidir la Comisión de Derechos Humanos del Congreso. Fue cuando empezaron a salir a la luz sus declaraciones más polémicas sobre grupos minoritarios de la sociedad. La influencia de su nombre, sin embargo, ha hecho que tres de sus cinco hijos fueran elegidos: Carlos Bolsonaro (concejal de Río de Janeiro), Flavio Bolsonaro (senador) y Eduardo Bolsonaro (diputado). Los tres han descrito al patriarca como un padre “estricto, pero bastante cariñoso”.
Lo mismo dice su amigo, el presidente de su partido, Gustavo Bebiano: “Bolsonaro es un padre cariñoso, un marido dedicado, un hijo que respeta a sus padres y un amigo muy leal”.
Para sus seguidores, es un “mito”. Allá donde vaya, es recibido como un héroe. La gente se aglomera hasta en los aeropuertos de las ciudades más pequeñas para saludarlo. Se trata de un fenómeno que empezó en las redes sociales, donde el exmilitar tiene casi siete millones de seguidores.
En la última vez que estuvo en medio de la multitud, el pasado 6 de septiembre, fue apuñalado por un hombre y, desde entonces, sigue recuperándose en un hospital de élite en Sao Paulo, donde ha pasado por dos cirugías. Incluso durante ese período lejos de los focos de las cámaras de televisión, las polémicas siguen persiguiéndole. En las últimas semanas ha crecido en las redes sociales un movimiento de más de 3 millones mujeres de todo el espectro ideológico que, sintiéndose ofendidas por las declaraciones misóginas del candidato y bajo el hashtag EleNão (ÉlNo), han convocado una protesta para el día 29 de septiembre.
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Esta misma semana, el diario Folha de S. Paulo dio a conocer que la exmujer de Bolsonaro solicitó en 2011 a las autoridades brasileñas ayuda para huir del país con el hijo de ambos, ya que, en sus palabras, el candidato la había amenazado de muerte. Sus asesores aseguran que se trata de una fake news, aunque el diario presentó los documentos del Itamaraty, institución máxima de Relaciones Exteriores del país.
Un conservador “liberal”
A lo largo de sus años como diputado, Bolsonaro defendió la estatización máxima de la economía, votando contra privatizaciones. El pasado febrero, hizo un guiño al mercado financiero al anunciar al economista Paulo Guedes, uno de los Chicago Boys, como su mentor económico y futuro ministro de su posible gobierno. El mismo día en que lo hizo, la Ibovespa, la bolsa de valores brasileña, registró un alza. Guedes se convirtió, así, en el fiador del ultraconservador, incluyendo en el plan del candidato un proyecto “radical” de privatizaciones y una reforma tributaria para disminuir impuestos para empresas. “Yo no entiendo nada de economía, eso se lo podéis preguntar a Guedes”, suele contestar Bolsonaro en entrevistas y debates políticos con los adversarios en la carrera electoral.
“Bolsonaro representa a la clase media, olvidada y abandonada por la izquierda, agredida en sus principios y valores, que desea orden”, dice Guedes. Aunque Bolsonaro hace, con frecuencia, apología a la dictadura —una herida aún abierta en los poco más de 30 de redemocratización del país—, el economista afirma no creer que el candidato amenazaría la democracia. Él está de acuerdo con muchas de las opiniones de Bolsonaro, como la supuesta predominancia de la “ideología de género” en las escuelas. “Hay que respetar a los homosexuales, pero los colegios no deben hacer propaganda de ese estilo de vida”, dice. La única propuesta del candidato para la educación es crear escuelas administradas por militares en todas las regiones de Brasil.
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Algunos expertos consideran que la marca emocional que Bolsonaro alimentó de combatir la violencia con violencia y su discurso moralizador han sido comprados con mucha convicción. Las encuestas, sin embargo, revelan que una mayoría de los brasileños defienden posiciones progresistas sobre derechos humanos, matrimonio gay o aborto. Otros creen que, en “una situación normal”, cualquier candidato tradicional ganaría al exmilitar. “Si la política brasileña funcionase mínimamente, él sería solo un contrapunto cómico de la elección de 2018. Pero no tenemos una situación normal”, afirma el sociólogo Celso de Barros.
De Agencia Anadolu