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Jimmy Carter, presidente atípico recompensado con el premio Nobel, ¿quién fue y por qué fue reconocido?
El expresidente trabajó como negociador independiente y configuró misiones de observación electoral.
El expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter, ganador del premio Nobel de la Paz en 2002 por su legado como mediador internacional, impulsor de las misiones de observación electoral en varios países del mundo, deja un legado un tanto inusual, más destacado por sus actividades fuera de la Casa Blanca que por un único mandato.
Carter, heredero de una rica familia de Georgia y graduado de la Academia Naval, se presentó a las elecciones presidenciales de 1976 como un demócrata moderado y de corte tecnócrata a raíz de su educación como ingeniero, que conectó con los norteamericanos al definirse como un hombre honesto en respuesta al descontento generado por el escándalo del Watergate durante la era de Richard Nixon y la guerra de Vietnam.
Nada más asumir el cargo, impulsó una serie de iniciativas para sacar al país de la recesión a través de la llamada Ley de Asignaciones de Estímulo Económico, finalmente ineficaz: a pesar de la disminución del índice de desempleo, el aumento del coste de la vida por el repunte de los precios del petróleo acabaron por fagocitar cualquier tipo de iniciativa adicional de su administración.
También desreguló parcialmente las industrias de aerolíneas, ferrocarriles y camiones y estableció los departamentos de Educación y Energía, así como la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias.
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Designó grandes terrenos en Alaska como parques nacionales o refugios de vida silvestre, nombró a un número récord de mujeres y minorías raciales para puestos federales y, aunque nunca consiguió colocar una nominación al Tribunal Supremo, sí elevó a la abogada por los derechos civiles Ruth Bader Ginsburg a la segunda corte más alta de la nación, con vistas a su ascenso definitivo en 1993.
Legado post presidencial
Fuera de la Casa Blanca, Carter no tardó en comenzar una carrera como mediador internacional. Alentado por las negociaciones que auspició en Camp David durante 13 días de 1978 entre el presidente egipcio Anwar Sadat y el primer ministro israelí Menachem Begin, acabó fundando en 1982 el Centro Presidencial Carter del Universidad de Emory en Atlanta, Georgia, dedicado a temas relacionados con la democracia y los Derechos Humanos.
El expresidente comenzó a trabajar como negociador independiente y a configurar misiones de observación electoral en países con antecedentes de procesos de votación fraudulentos, como Panamá, Nicaragua, Bangladesh, Zambia, República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela o México.
Carter estuvo involucrado, recuerda el profesor Robert Strong para el centro de estudios políticos Miller, en la mediación de disputas entre el Departamento de Estado y los líderes extranjeros particularmente volátiles, incluidos el líder norcoreano Kim Il Sung o el líder libio Muamar Gadafi.
Además, trabajó con Habitat for Humanity International, una organización que trabaja en todo el mundo para proporcionar viviendas a personas desfavorecidas, como rostro de la organización en eventos en los que estuvo participando hasta una avanzada edad, hasta que la pandemia de coronavirus limitó enormemente sus apariciones en público.
Premio Nobel
Sus implicaciones en temas internacionales, sin embargo, no han estado exentas de polémicas, ya que en ocasiones se ha salido de la línea oficial fijada por las sucesivas administraciones de Estados Unidos y ha mantenido acercamientos con gobiernos percibidos como hostiles desde Washington.
Sin embargo, los “incansables esfuerzos para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, hacer avanzar la democracia y los Derechos Humanos y promover el desarrollo económico y social” le hicieron valedor en 2002 el reconocimiento del Comité Noruego, que le concedió el premio Nobel.
“No puedo negar que como expresidente soy mejor de lo que fui como presidente”, llegó a reconocer, en una declaración avalada por las estadísticas. Carter obtuvo durante su mandato una media de aprobación del 45,5 por ciento, según la firma Gallup, pero en 2009 un sondeo del CNN elevaba el aval a su gestión hasta el 64 por ciento, ya en retrospectiva.
Con información de Europa Press*