Estados Unidos
Kamala Harris o Donald Trump: esto es lo que se juega el mundo en la apretada y dura competencia, voto a voto, por la Presidencia de los Estados Unidos
El excanciller Julio Londoño Paredes explica por qué en manos del próximo presidente de los Estados Unidos puede estar la paz del planeta.
La política exterior siempre ha sido una preocupación fundamental de la mayoría de los presidentes norteamericanos, pero el próximo va a encontrarse ante uno de los panoramas más complejos en tiempos recientes. Y el futuro del mundo depende, en gran medida, de quien llegue a la Casa Blanca. La expectativa de la humanidad ante la elección de este martes 5 de noviembre es total.
Cuando Trump fue elegido presidente en 2016, derrotando a su rival Hillary Clinton, la situación del mundo era completamente diferente. También lo era en 2020, cuando en las elecciones presidenciales fue elegido Biden y su vicepresidenta Harris, en medio del escándalo protagonizado por Trump y que puso en riesgo a la democracia de los Estados Unidos.
El nuevo mandatario norteamericano se encontrará ahora ante dos guerras que, por decirlo de alguna manera, “no estaban programadas”. Putin invadió a Ucrania, después de la tibia reacción de Occidente con la invasión y posterior anexión de Crimea.
Ahora Corea del Norte, en forma imprevista, ha resuelto enviar tropas a Rusia para colaborar aún más con el esfuerzo bélico en el que Moscú está empeñado, esbozando así un eje parecido al que dio origen a la Segunda Guerra Mundial, que ahora se enfrenta, no a los “aliados”, sino a la Otan, que era criticada con dureza por Trump durante su presidencia. Seguramente, en compensación, Putin incrementará la capacidad nuclear del rubicundo camarada Kim Jong-un, que no oculta sus amenazas a la costa de California.
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Además, después del sorpresivo ataque de Hamás el 7 de octubre del año pasado, se abrió un nuevo y peligroso conflicto que nadie presagiaba, que lleva a Israel a iniciar una guerra en tres frentes con un enemigo tras bambalinas que maneja a Hamás, a Hezbolá y a los hutíes como marionetas. Con el hecho que, por primera vez en mucho tiempo, la tradicional solidaridad generalizada del pueblo norteamericano hacia Israel muestra signos de deterioro por las operaciones en Gaza y en el Líbano.
Al mismo tiempo, la simpatía que en muchos países despertaba la valentía israelí por defender su existencia ante enemigos múltiples, se diluye ante las acusaciones de una violación masiva de los derechos humanos. Ya no son los tiempos del general Moshe Dayan y de los triunfos en las guerras de los Seis Días y del Yom Kipur. Israel, después de esta guerra, no va a ser igual, pero los Estados Unidos deben seguir a su lado. Compleja situación. Si los Estados Unidos afloja en su apoyo frente a Ucrania o a Israel, estarían irreversiblemente cediendo su prevalencia en beneficio de Rusia, en un caso y del terrorismo en la otra.
Tanto en Oriente Medio como en Ucrania se avizora como un mal presagio el riesgo de un conflicto nuclear, que, aunque sea de baja intensidad y no necesariamente la hecatombe temida desde 1945, llevaría al mundo al borde del abismo. Lo deberán enfrentar Kamala o Trump.
Como si fuera poco, China sigue como “tercero en discordia” y aumenta su influencia en los cuatro puntos cardinales, incluso en América Latina. Avanza sobre Taiwán con maniobras militares y el fortalecimiento de sus fuerzas armadas de aire, mar y tierra.
El problema migratorio, que se ha constituido en el eje principal de la campaña presidencial, es ahora más complejo que nunca y tiene una relación muy estrecha con América Latina. No solo con México, Haití y los países centroamericanos del triángulo del norte, sino también con Colombia, que se ha convertido en protagonista de un fenómeno del que hace algunos años era ajena.
El nuevo presidente tendrá que atender también el caso de Venezuela. No creo que, en las condiciones actuales, Estados Unidos vaya a dedicar demasiado tiempo a ver si las actas le adjudicaron o no la victoria a Maduro. Están más preocupados por la pregonada presencia de venezolanos en las principales ciudades norteamericanas que han creado una sensación de inseguridad entre la población.
Además, con el conflicto de Oriente Medio, en el que incluso los árabes cada día son más impredecibles, a los Estados Unidos le interesará mantener abierto y a la mano el abastecimiento de petróleo. No en vano, Venezuela es el país con las más grandes reservas de petróleo del mundo.
Si Maduro, como hizo en su momento Fidel Castro, se comprometiera con los Estados Unidos a restringir la migración, Washington podría pasar por alto muchas cosas. Más ahora que Venezuela se ha dolarizado y que a Washington no le interesa que Rusia, China o Irán estén merodeando en su patio trasero.
La situación de Cuba es dramática, no por los apagones, que siempre han existido y ahora más con la disminución de la cantidad de petróleo que Venezuela le enviaba. El problema es que el 20 % de la población cubana ha emigrado en los últimos dos años tratando de llegar a los Estados Unidos.
No creo que ni Trump ni Harris vayan a tomar medidas adicionales sobre Cuba, que no constituye una amenaza en ningún sentido para los Estados Unidos. Además, el régimen cubano, con todas sus falencias, no se va a venir abajo como un castillo de naipes, como algunos creen.
Falta saber además cuál será el resultado de las elecciones para el Congreso, ya que el 5 de noviembre se renueva la totalidad de la Cámara, así como 34 de las 100 curules del Senado. El resultado, naturalmente, va a incidir en la política exterior en los Estados Unidos, en donde el poder del presidente, a pesar de lo que se ve en las películas, no es omnímodo.
Con respecto a Colombia, cualquiera que sea el presidente, seguramente seguirá manteniendo una política de cooperación. A los Estados Unidos no le importa que haya más o menos hectáreas de coca sembradas y que Petro la compre a los cultivadores del cañón del río Micay, le interesa que ingrese menos cocaína al país. Los tiene igualmente sin cuidado que el Gobierno negocie hasta con el diablo, siempre y cuando nuestro país no se convierta en una base de terrorista que pueda amenazarlos. Sí les seguirá preocupando el grifo abierto del Tapón del Darién.