PANDEMIA

Bares y tapas: así se apagan la vida y el comercio en España

La crisis económica y social que ha provocado la covid-19 está llevando a desaparecer a miles de pequeños negocios que llenan sus calles.

31 de julio de 2020
Aproximadamente 40.000 bares, restaurantes y hoteles han tenido que cerrar en España debido a la crisis provocada por la pandemia. | Foto: AP

Las pequeñas empresas de España, como el bar de Isabel en Madrid, que tuvo que cerrar tras despedir a sus dos empleados, o la zapatería de Miguel, a la que ya no vuelven los clientes de más edad, penden de un hilo por el coronavirus.  

En este país, casi el 80 por ciento de las empresas cuentan con menos de cinco empleados, por encima de la media del 70 por ciento observada en la zona euro, según el Banco de España, que no se cansa de advertir que esta característica debilita más al país ante la crisis venidera.

De hecho, casi 40.000 bares, restaurantes y hoteles ya bajaron sus persianas, y la federación de hostelería cuenta con otros 25.000 cierres antes de finales de año, lo que supondría un 20 por ciento del total. 


Un bar playero totalmente vacío en la ciudad turística de Magaluf, Mallorca.

Isabel, de 56 años, quiere mantenerse en el anonimato para no comprometer su búsqueda de empleo. Había invertido 120.000 euros seis años atrás en un coqueto bar de un céntrico barrio de Madrid, que ahora ha tenido que cerrar.

Durante el progresivo desconfinamiento aplicado entre mayo y junio en España, las autoridades impusieron drásticas reducciones del aforo a los bares para poder reabrir.

"El local es pequeño, no hay terraza. Vi que los números no iban a salir. Con dos empleados, en esas condiciones no me llegaba ni para la luz", explica esta mujer, que bajó la persiana incluso antes de terminar el estado de alarma el 21 de junio. 

Su tesorería era escasa y los bancos rechazaron concederle crédito a pesar de las líneas de préstamos avaladas por el Estado para mantener a flote las compañías con problemas de liquidez.

"Miraban todo con lupa", suspira.

Viuda, con dos hijos estudiantes a su cargo, vive gracias a sus ahorros y a la ayuda mensual de 600 euros creada por el Gobierno para apoyar a los 1,7 millones de trabajadores autónomos que se quedaron sin ingresos.

"No puedo dormir", reconoce, consciente de la difícil búsqueda de empleo que tiene por delante, con una tasa de desempleo que debería crecer hasta el 20 por ciento este año según diferentes previsiones.

La restauración podría perder alrededor de un millón de empleos directos e indirectos y su facturación podría quedar reducida a la mitad en 2020, teme la federación de hostelería.

Los clientes se hacen esperar, tanto en las zonas más turísticas, donde el flujo de visitantes apenas se reactiva, como en los barrios de negocios donde las oficinas quedaron desiertas por el teletrabajo. 


Para muchos negocios, el verano es la mejor época porque turistas españoles y extranjeros llegan a las ciudades a consumir. 

"Los clientes tienen miedo". El resto de pequeños comercios también sufren: ropa, muebles, perfumerías, librerías... En total, "del 15 al 20 por ciento" podrían no volver a abrir, estima Pedro Campo, presidente de la Confederación Española de Comercio (CEC).

"Ha habido una baja de ventas brutal, un 50 por ciento menos respecto al año pasado. El año está perdido completamente", se resigna Miguel Ángel Fernández, trabajador de una zapatería en el oeste de Madrid con sus dos compañeros en un plan de suspensión temporal de empleo.

"Son zapatos para la tercera edad: estos clientes tienen miedo y les cuesta volver", explica. 

Además, en un país donde la solidaridad familiar es muy fuerte, los mayores de 50 años "saben que tendrán que ayudar a su familia, así que tienen menos dinero para comprar", dice. 

Pero los clientes que compran priorizan los pequeños establecimientos para ayudarles a remontar la crisis, constata este zapatero. También Teresa García-Maestro, gerente de una tienda de ropa cercana.

"La gente no va a grandes superficies" por temor a contagiarse, explica ella, todavía sorprendida por el buen arranque de las ventas después del confinamiento. En este barrio acomodado, "la gente se ha tirado a comprar cosas, vestiditos de verano... Aún estamos con la euforia de haber salido de casa", dice.

Pero la comerciante teme la llegada del otoño. "Va a ser duro porque va a haber mucho desempleado. Si hay desempleo, la gente no consume y eso nos repercute a todos". Su mayor miedo es tener que volver a cerrar ahora que aparecen nuevos brotes por todo el país. En este caso, "la gente o se muere del coronavirus o se muere de hambre".  

*Con información de la AFP.