La Fiscalía ordenó el miércoles detener a Keiko Fujimori, lideresa del partido Fuerza Popular. Un juez la acusa de recibir dinero de Odebrecht para financiar sus campañas presidenciales en 2011 y en 2016.

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El ocaso del fujimorismo en Perú

Esta semana, la Justicia detuvo a Keiko Fujimori por corrupción. Su partido político, Fuerza Popular, recibió una contundente derrota en las elecciones regionales del domingo pasado. Su padre volvió a la cárcel. La decadencia de la familia es cada vez más evidente.

13 de octubre de 2018

Todo parecía ir de mal en peor para los Fujimori cuando les llegó otro golpe de gracia: el juez Richard Concepción Carhuancho ordenó el miércoles la detención preliminar de Keiko, hija del expresidente Alberto Fujimori. La Fiscalía acusa a la lideresa del partido Fuerza Popular de formar una presunta “organización criminal moderna” para recibir 1,2 millones de dólares de la constructora brasileña Odebrecht, y afirma que con esos “fondos ilícitos” financió sus campañas presidenciales de 2011 y 2016.

El proceso comenzó en 2017 cuando Marcelo Odebrecht y su mano derecha, el ingeniero Jorge Barata, aceptaron ante la Justicia peruana haber financiado la campaña de Keiko y de otros candidatos a la Presidencia. Por esas declaraciones, entre otras cosas, tuvo que renunciar en marzo el expresidente Pedro Pablo Kuczynski.

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Pero no solo el caso de Keiko preocupa a la familia Fujimori. Una semana antes, un juzgado de la Corte Suprema de Justicia de Perú anuló el indulto de su padre, Alberto Fujimori, condenado en 2009 a 25 años de prisión por varios asesinatos y desapariciones ocurridas durante su gobierno. El expresidente Kuczynski había aprovechado su posición para concederle un indulto humanitario, pero ahora la justicia de su país lo consideró “inaplicable”, pues lo hizo a cambio de los votos fujimoristas en la moción de censura en su contra.

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Alberto Fujimori aseguró que su regreso a prisión es como una pena de muerte. Keiko, por su parte, dijo en medio de su captura que este es solo un capítulo más de una “persecución política que se disfraza de justicia”. La situación judicial de los dos mayores representantes del fujimorismo pende de un hilo, pero eso tampoco es lo peor.

La semana pasada, la Corte Suprema de Perú anuló el indulto al expresidente Alberto Fujimori, que sufre una enfermedad “degenerativa e incurable”. Mientras tanto, su hijo Kenji está peleado con su hermana, que lo expulsó de su partido en marzo.

En efecto, el domingo pasado perdieron por amplio margen la jornada de elecciones regionales. En Lima, el candidato de Fuerza Popular obtuvo solo el 2,7 por ciento de los votos, y ninguna de las candidaturas del partido en los 43 distritos de la capital logró su cometido. Además, el partido no pudo sostener las gobernaciones de las regiones de Ica, Pasco y San Martín, durante años fortines políticos suyos.

Muchos analistas peruanos aseguran que estas elecciones demostraron la grave crisis de desprestigio ciudadano que atraviesa esa corriente política. Hace dos años Keiko ganó la primera vuelta presidencial con el doble de votos que Pedro Pablo Kuczynski y puso 72 de los 130 legisladores actuales. A pesar de perder la segunda vuelta con el 49,6 por ciento de los votos, tenía una aprobación mayoritaria en el país. Hoy, el 80 por ciento de los peruanos desaprueban a la lideresa. ¿Qué pasó en estos dos años?

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Para algunos, los constantes escándalos de corrupción de Fuerza Popular y de Keiko han desgastado fatalmente su imagen. Incluso su hermano, el congresista Kenji Fujimori, que representaba al partido y también anda involucrado en varios casos de corrupción, se distanció el año pasado de su hermana. El país vio esa pelea como una “lucha dinástica” entre dos representantes de lo peor de la tradicional clase política.

Hace dos años en Perú estaban seguros de que Keiko sería la favorita para las elecciones presidenciales de 2021, pero lo más probable es que Fuerza Popular no tenga ni siquiera un candidato con aspiraciones serias. Todo indica que ha llegado el ocaso de la familia más importante de Perú en los últimos 30 años. Pero como indica el politólogo Gonzalo Alcalde, profesor de la Universidad Católica de Perú, nada en la política está escrito en piedra: “Mientras haya personas con el apellido Fujimori que apelen al legado de sus logros y mitos de los años noventa y aún tengan una red amplia de contactos en el país que otros partidos no tienen, podrán renacer”.