FRANCIA

La Défense de París, el barrio de negocios más grande de Europa transformado por la pandemia

En el pasado miles de trabajadores transitaban por sus calles y llenaban los modernos edificios que contrastan con el centro histórico de la ciudad. Ahora, en medio de la pandemia, el barrio parece otro.

28 de octubre de 2020
La Defense Neighborhood  en Paris
Vista del barrio La Défense de París el 6 de octubre de 2020. | Foto: NurPhoto via Getty Images

Una planta semivacía y un espacio abierto en cuarentena es la dura nueva realidad de una empresa de La Défense. Este barrio de negocios a las puertas de París, el más grande de Europa, se ha visto obligado a reinventarse por la pandemia.

Tras cerrar la puerta de un espacio de trabajo de 25 puestos actualmente aislado, después de que se detectara un positivo por covid, Laurent Levy, director general de Freelance.com, recorre los 1.200 m2 semidesiertos que ocupa su empresa de unos 200 empleados en la planta 18 del Arco de la Défense.

“Actuamos sin poder anticipar”, dice, aunque advierte del “impacto sistémico que habrá en el año 2021”.

Desde la ventana, las inmensas torres futuristas de los alrededores apenas traspasan el plomizo cielo de este día otoñal, casi un año después de la aparición del coronavirus en el mundo.

Más abajo, directivos trajeados siguen zigzagueando entre los rascacielos del cuarto centro financiero del mundo. Las grandes marcas y el impresionante centro comercial de 4 Temps acaparan el flujo cotidiano de consumidores. Como de costumbre, adolescentes en zapatillas deportivas ocupan los escalones del Arco y, por encima de sus cabezas, unos técnicos reparan el vertiginoso ascensor.

“Visto desde fuera parece que hemos vuelto a la normalidad”, apunta Cyril de Thoury, manager en un gran banco de La Défense.

Las bocas de metro y del tren suburbano RER lanzan todos los días al alba enjambres de trabajadores, silenciosos tras las mascarillas. No hay sitio libre en las terrazas de los restaurantes a la hora del almuerzo y las 564 hectáreas del distrito financiero parecen palpitar.

Pero tras los muros de las 59 torres de acero y cristal, nada recuerda al mundo de ayer.

Según la entidad pública Paris-La Défense, que gestiona este barrio construido en los años 60, la presencia de los cerca de 180.000 empleados de la zona ha bajado en un 40% desde el final del confinamiento en Francia en el mes de mayo . Buena parte de los 3,7 millones de m2 de oficinas de las 500 empresas están desocupados.

La Défense era un hervidero de bancos, sedes de empresas del CAC 40 (principal índice bursátil francés) o de grandes compañías internacionales. “Ya no queda nada”, suspira Rabah Kidri, jefe de equipo en un gran banco de la zona.

Hasta el desplazamiento en los sitios de trabajo ha cambiado

En la oficina de este treintañero, entre el teletrabajo, las medidas preventivas y los sentidos de circulación únicos, los empleados no están “nunca en el mismo sitio al mismo tiempo”, por lo que los nexos sociales que les unían se desmoronan y el trabajo pierde intensidad.

“Para ir a ver a Antoine, que está a tres sillas por detrás de mí, tengo que dar la vuelta por dos salas”, explica este joven, que va a trabajar dos o tres días por semana a la sede de su empresa.

“Ya solo vas a ver a alguien por necesidad imperiosa, (...) antes ibas varias veces al día, aunque fuera para ver cómo estaba o saludarlo”, agrega.

Trabajadores protestan La defense París
Trabajadores protestan en frente de la sede de la compañía petrolera Total por el planeado cierrre de la refinería en Grandpuits. | Foto: NurPhoto via Getty Images

En otra torre, sede de una gran compañía energética, Mohamed, que limpia oficinas en La Défense desde hace 17 años, ha visto cambiar radicalmente el ambiente.

“Antes del covid los empleados se podían tomar un café con nosotros, se reían. Ahora solo es trabajo, trabajo y nada más. Incluso cuando nos cruzamos en la cafetería, nos miran con recelo: que si llevamos la mascarilla, que de qué empresa somos...¡La gente desconfía!”.

Para los trabajadores de mantenimiento, la presión es máxima. “Estamos en primera línea. No podemos equivocarnos. Si olvidamos colocar jabón en los baños el caso llega a la dirección” de la empresa, cuenta Mohamed, que prefiere no dar su apellido. Como sus colegas, tiene miedo de contraer el virus pero es tajante: “No tenemos elección, tenemos que trabajar”.

Su lema: “tranquilizar”, aunque suponga más trabajo. “La gente tiene que ver que estamos en todas partes, que desinfectamos los ascensores, las oficinas, así en cuanto tocan algo saben que está limpio”.

Durante la pausa del almuerzo, Mohamed corre a desinfectarlo todo. Los teclados de los ordenadores, las mesas y el plexiglás instalado entre las oficinas para evitar el contagio.

Rabah Kidri prefiere evitar la cantina, que ha dejado de ser un lugar de convivencia. Hay que reservar asiento con una semana de antelación, por espacio de media hora.

Ese día fue con sus compañeros del servicio de “gestión de activos” a degustar una hamburguesa encargada con un código QR, para no tocar los menús en un bar-restaurante cercano.

Antes de la pandemia, se reunían allí para las llamadas noches de integración o las fiestas de despedida, que ahora están prohibidas.

“Intentamos comer juntos”, sobre todo “en restaurantes, (...) para no tener puesta la mascarilla y charlar un rato”.

Incluso esto se complica. Ahora las autoridades francesas recomiendan tener puesta la mascarilla en la mesa cuando no se está comiendo y no juntarse con más de seis personas.

Ir a tomar algo con los colegas después del trabajo -que a algunos les sirve para reducir el estrés- es cada vez menos frecuente, sobre todo por el cierre parcial de los bares y el toque de queda.

“Era un barrio muy animado, yo montaba grandes afterworks con conciertos, animaciones pero hoy todo eso se acabó”, lamenta José Luque, director del bar-restaurante Histoire de, cuyas dos plantas ya no se llenan.

Calcula que tiene un 50 por ciento menos de clientes que antes. “Y el lunes y el viernes, es el 50 por ciento del 50 por ciento de lo que solemos tener”. Preparar los horarios de los camareros es un rompecabezas. “A veces hacemos que la gente venga para nada y pasada una hora los mandamos a casa, no podemos prever nada”.

“Tenemos la impresión de que el barrio se está muriendo”.

Ambiente enrarecido

En La Défense el ambiente es “taciturno” y “tenso”, cuentan los empleados.

“Todo el mundo espera con impaciencia poder quitarse la mascarilla para respirar un poco y aunque solo sea para ver la cara del otro”, dice Laurent Lévy de Freelance.com.

La crisis económica se agrava con la segunda ola, que Francia acusa de lleno. Para este año, el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee) prevé una recesión del 9 por ciento y la destrucción de 840.000 empleos en el país.

Las grandes empresas de las torres de La Défense parecen bastante sólidas, pero se resienten.

El precio de las acciones de la Société Générale casi se ha dividido por tres desde febrero. En otros grupos, la actividad ha caído tanto que los empleados están inactivos. “Los jefes intentan ocupar a la gente confiándoles tareas adicionales”, apunta este empleado de una pequeña entidad financiera.

Las tiendas, privadas de los empleados diarios y de los turistas (8,4 millones al año en tiempos normales), están a rastras. El U Arena, la sala de conciertos más grande de Europa, registró 28 millones euros (33 millones de dólares) de pérdidas financieras. El elegante restaurante La City, con su galería de arte en el techo del Gran Arco, ha cerrado temporalmente por falta de rentabilidad.

“Todo se ha vuelto más pesado”, dice suspirando Chantal Raisséguier, directora de una consultora inmobiliaria especializada en hotelería. “En cuanto las cosas se mueven un poco, tenemos la sensación de que habrá anuncios negativos, frenos que vuelven. (...) Da la sensación de que nunca va a parar”, lamenta.

Y qué decir de las nuevas condiciones de trabajo.

En Freelance.com, como en muchas compañías de La Défense acostumbradas a las herramientas digitales, el teletrabajo es la norma. Se impuso masivamente y de forma repentina. La mayor parte de las veces la gente se comunica por correo electrónico, video, teléfono.

En este contexto, la integración de los “nuevos” es un quebradero de cabeza. A distancia “es mucho más complicado entender lo que hacemos, quién es quién, los entresijos de la organización”, recalca Claude Tempe, vicepresidente de la empresa.

“El lenguaje corporal, las relaciones humanas, los chismes en los pasillos, todo eso construye la forma en la que las personas se comunican entre sí”, señala.

Cyril de Thoury, que dirige un grupo de nueve personas en su banco, dice que reclutó a un joven aprendiz sin haberse reunido con él. Su integración con equipos que solo están presentes el 50 por ciento del tiempo planteó dificultades enormes.

Reinventar la oficina

Pero aparte de esto, tanto en Freelance.com como en otras empresas, el teletrabajo no ha planteado problemas logísticos importantes. “Hemos conseguido mantener un nivel de actividad y de servicio casi equivalente a lo que se hacía cuando todos estaban en la oficina”, constata Claude Tempe.

Muchos empleados se dieron cuenta de que la era de la presencia en la oficina tocaba a su fin. La Défense ya no es “el futuro” porque la pandemia ha demostrado “que se puede trabajar muy bien desde cualquier lugar de Francia con una eficacia casi equivalente”, afirma Rabah Kidri.

Una forma de ahorrar para las empresas que se van a ver tentadas de alquilar menos metros cuadrados en la zona, como ya han considerado hacer algunas grandes compañías de la City de Londres o en Manhattan.

En La Défense se están construyendo cuatro nuevas torres, dos de ellas de más de 200 metros de alto.

Paris-La Défense es optimista: “Sabemos que el sector inmobiliario funciona por ciclos desde hace 60 años, La Défense ha tenido muchos”.

Christophe Burckart, director general de IWG, empresa que alquila espacios de trabajo compartido (coworking) y dispone de 18.000 m2 en el barrio, no prevé una marcha atrás. “El contrato de alquiler convencional donde las empresas deben comprometerse a alquilar por 6, 9 o 12 años se convierte en una rigidez muy restrictiva para las compañías”, afirma.

Convencida de que “la oficina tendrá que reinventarse”, Raisséguier habla en pasado de este polo económico “muy vivo” en el que trabajó una veintena de años.

“¿El barrio volverá a estar tan lleno como antes? No estoy segura”, dice en un momento en que muchos cuentan ya con un nuevo confinamiento.

*Alianza AFP