China
Shanghái: la desesperación de vivir en un régimen sin corazón y estar confinado a la fuerza por el covid
Shanghái, la ciudad de mayor población en China, con más de 23 millones de habitantes en su zona metropolitana, vive una cuarentena sacada de los libros de ficción. ¿Se le fue la mano al régimen de Xi Jinping?
La política de ‘Cero Covid’ lanzada por el Gobierno chino trajo varias críticas por la severidad de las medidas que contempla y la estrategia para contener las distintas variantes del virus en el país donde inició la pandemia. Ahora, agobiados por los contagios de la variante ómicron, muestran su peor cara con represión y disposiciones que alarman en todo el mundo.
El viernes pasado, el Gobierno reportó un total de 24.224 casos de covid-19 en el país, una cifra récord en China desde que comenzó la pandemia, hace dos años. De los nuevos positivos de ese día, 21.222 casos corresponden a Shanghái, que además de ser la ciudad más poblada, es el centro financiero e industrial de esa nación. Ante la crisis sanitaria, se decidió extender y volver más estricta la cuarentena que vive la ciudad desde el pasado 28 de marzo.
Más de 35.000 funcionarios de la salud han llegado a la metrópolis, mientras se construyen hospitales improvisados para más de 50.000 pacientes que lo requieran. Además, diariamente se hacen testeos masivos y obligatorios en la población. La polémica se desató cuando las redes sociales fueron testigos de lo duras que han sido las medidas. Por ejemplo, las personas solo podían salir una vez al día a la calle y tenía que ser para comprar alimentos o atenderse alguna enfermedad.
Pero esa no fue la única normativa, además de estrictos controles en las fronteras, se ha visto que las mismas autoridades están sacrificando las mascotas de los contagiados con covid, temiendo que los perros o gatos puedan ser transmisores del virus. Además, si bien los ciudadanos pueden salir muy esporádicamente a buscar alimentos, en la mayoría de los casos se pide que sea el gobierno local el que brinde la comida, algo que parece que ha fallado.
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La gente denuncia que se han quedado sin alimentos en una ciudad al borde del colapso total. En las noches es común que las personas griten desesperadas, en protesta por el duro confinamiento impuesto. La respuesta del Gobierno chino fue mandar drones que rodean las torres de apartamentos, solicitando a la gente que “controlen el deseo de libertad de su alma”.
A toda persona que se encuentre fuera de su hogar durante la cuarentena se le persigue cual safari por los funcionarios sanitarios, que se han vuelto una especie de ‘policía anticovid’. Ellos detienen y reprimen a todos aquellos que se atreven a salir sin autorización. Ya hay varios videos circulando en redes sociales en los que se ve a los empleados públicos golpeando con sevicia a algunos ciudadanos.
Es tal el desespero y el cansancio con la situación, que la población salió a las calles a protestar contra las medidas del Gobierno. Y en medio de las manifestaciones, muchos decidieron saquear establecimientos de comercio con un solo fin: buscar comida para alimentar a sus familias.
Asimismo, la salud mental también ha sido afectada, a los gritos de desespero, los saqueos, las protestas, la represión gubernamental y los ruegos por salir de las casas, se suma una ola de suicidios, que superan las muertes por covid. En la ciudad, ya son varios los casos de personas que, al no ver una luz al final del túnel, se han lanzado por los balcones de sus apartamentos.
Las restricciones también producen un fuerte golpe a la economía. Las cadenas logísticas y de producción se han visto impactadas. La actividad en el puerto está reducida y los volúmenes han bajado a casi el 40 por ciento. Según un informe de AFP, los retrasos de entrega se han incrementado en las plataformas de comercio electrónico y algunas industrias se han visto obligadas a buscar nuevos proveedores.
Mientras el mundo entero cada vez más vive en medio de los casos de covid, China da pasos agigantados hacia atrás, represión, medidas exageradas, una pésima aplicación de las normativas y una deshumanización total de la población tienen a Shanghái viviendo en una distopía de ciencia ficción.