TECNOLOGÍA
La guerra por el 5G: la cuarta revolución industrial
Estados Unidos y China se disputan la supremacía mundial en varios escenarios, de los cuales internet es el más importante. El país que logre controlar la tecnología de banda ancha liderará el siglo XXI.
La competencia entre las dos mayores potencias mundiales se ha traducido, en los últimos meses, en titulares de prensa que hablan de una guerra comercial que tiene en jaque a la economía del planeta. También, en los intereses opuestos de los dos países en la crisis venezolana, en el incremento de las capacidades armamentísticas de ambos bandos y, en el más reciente capítulo, en la detención en Canadá de Meng Wangzhou, la heredera y vicepresidenta de la multinacional tecnológica Huawei.
Esas señales indican un escalamiento de las hostilidades entre China y Estados Unidos, y preocupan a quienes temen que puedan desencadenar un conflicto bélico. Sin embargo, ese pulso tal vez no se dirima con misiles, sino con antenas. Y no en un campo de batalla convencional, sino en el intangible ciberespacio.
En su carrera por la hegemonía global, los dos países buscan desarrollar las redes inalámbricas del futuro, más específicamente el 5G. No se trata de un asunto menor. En su momento el 4G reemplazó al 3G, y permitió a los usuarios de la telefonía móvil un acceso más rápido a internet y una velocidad de descarga mucho mayor. Y el próximo año podría llegar la quinta generación de esta tecnología.
Esta vez, las implicaciones van mucho más allá de tener celulares cada vez más rápidos. Las redes de 5G permitirán una transformación digital sin precedentes que ya recibió el nombre de la cuarta revolución industrial.
La máquina de vapor desencadenó el desarrollo industrial de los siglos XVII y XVIII, al multiplicar enormemente la fuerza del ser humano. De la misma forma, redes que soporten consumos de datos gigantescos a grandes velocidades darán paso a un mundo cada vez más virtual, con vehículos y aviones autónomos, ciudades inteligentes, internet de las cosas e inteligencia artificial.
Por el momento, las principales empresas del sector trabajan en sus prototipos de la tecnología 5G. Sin embargo, los chinos llevan la delantera con Huawei como punta de lanza. Ese panorama preocupa al Gobierno de Donald Trump, que considera que esa ventaja no solo podría repercutir gravemente en su economía, sino abrirle el camino al espionaje transnacional dirigido desde Beijing.
Un paso adelante
Desde 2015, el Gobierno chino se propuso darle un empujón definitivo a su industria con el plan Made in China 2025. El año pasado, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, se refirió a la amenaza que para su país implica esa estrategia. “Por medio del plan Made in China 2025, el Partido Comunista pretende controlar el 90 por ciento de las industrias más avanzadas, incluyendo robótica, biotecnología e inteligencia artificial”, dijo en una charla en el Instituto Hudson. El plan también incluye el posicionamiento en sectores como la agricultura y las industrias aeroespaciales y marítimas.
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En un informe de agosto del año pasado, el Consejo de Relaciones Internacionales de Estados Unidos advertía que el plan es “una amenaza existencial para el liderazgo tecnológico estadounidense”.
Pero detener a los chinos no será tarea fácil. Washington podría lograr equilibrar la balanza comercial al poner aranceles a los productos provenientes de ese país e ingresar a su mercado en condiciones más favorables. Eso forma parte del pacto que actualmente negocian y que tiene como fecha límite el primero de marzo. Sin embargo, competir desde el sector privado con un modelo altamente financiado por el Estado plantea una desventaja casi insalvable.
De hecho, China ya se ha puesto a la vanguardia y adelanta conversaciones con varios países para que adopten sus propias redes 5G, que en teoría deberían estar listas para 2020.
Un artículo de Forbes del año pasado, publicado antes de la detención de Meng en Canadá, sostenía que al menos un operador en 48 países “tiene un acuerdo o ha anunciado pruebas con mecanismos hechos por Huawei. Diez países anunciaron convenios para empezar a usar equipos Huawei en sus redes 5G”. Esos países incluyen Italia, México, Arabia Saudita y Portugal.
El factor decisivo en esos acuerdos es el mismo que sostiene la gran explosión industrial china: una mano de obra barata y un fuerte respaldo estatal para ofrecer precios contra los que es imposible competir.
El contraataque
El primero de diciembre pasado, a instancias de Estados Unidos, que la pide en extradición, las autoridades canadienses detuvieron a Meng Wangzhou, vicepresidenta de Huawei e hija del fundador de la marca, el exmilitar especialista en telecomunicaciones Ren Zhengfei. La acusan, entre otras múltiples causas, de ignorar las sanciones que Estados Unidos le impuso a Irán, de cometer espionaje y de robar propiedad intelectual. La jugada tiene enfurecido al Gobierno de Xi Jinping y ha dificultado aún más las duras negociaciones para destrabar la guerra de aranceles que protagonizan los dos países. Pero, además, China la interpreta como un capítulo más de lo que ya algunos califican de guerra fría tecnológica.
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El presidente Donald Trump aseguró en el discurso del Estado de la Unión de la semana pasada estar trabajando “para dejar claro a China que, tras años de ataques a nuestra industria y de robar nuestra propiedad intelectual, el robo de trabajos y riqueza estadounidenses han llegado a su fin”. Y ha puesto en marcha una ofensiva contra Huawei y otras empresas tecnológicas chinas como ZTE, a la que en abril pasado también acusó de saltarse el bloqueo a Irán y le prohibió comprar componentes en Estados Unidos.
Pero no solo se trata de las implicaciones comerciales de que China se convierta en el principal desarrollador de las redes 5G. También hay una preocupación genuina de los organismos de inteligencia de que estas se transformen en un arma de espionaje del Partido Comunista.
En Washington dan por descontado que empresas como Huawei responden a las órdenes del Gobierno chino. El año pasado la revista Bloomberg Businessweek destapó una trama según la cual los organismos de inteligencia chinos implantan chips espías en tarjetas madre de la empresa Super Micro, proveedora de compañías como Apple y Amazon. Así mismo, Polonia detuvo recientemente a un empleado de Huawei, acusado de espionaje. Sin embargo, hace un par de semanas, el propio Ren salió al paso de las acusaciones en una entrevista inédita en la que afirmó: “Amo a mi país, apoyo al Partido Comunista, pero no haría nada para dañar al mundo”.
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Con esos antecedentes, Trump lidera una campaña para vetar a Huawei entre los integrantes de la alianza de los Cinco Ojos (Five Eyes), una coalición de inteligencia surgida después de la Segunda Guerra Mundial y suscrita entre Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda.
Esta guerra puede tener muchos desenlaces, uno de los cuales conduciría a una ‘balcanización’ de internet, que termine con redes 5G incompatibles entre sí. Pero sería, con mucho, el menos grave.