LA LETRA ESCARLATA
Sin duda la principal razón de la victoria de Bush sobre Dukakis es que logro acorralarlo y apabullarlo de verguenza y finalmente clavarlo a la pared como una mariposa en la punta de la letra "I". "L" de "liberal". Un baldon de infamia. "¡Liberal! ¡ Liberal! ", acusaba Bush, implacable. Y el otro inclinaba la cabeza abochornado y se defendía débilmente: "No, no, eso no, todo menos eso, liberal no, liberal no..."
Ni Bush, ese ex director de la CIA que se jacta de no leer nada mas que novelas de espionaje; ni Dukakis, ese tecnocrata que por su parte se jacta de leer solamente informes técnicos, deben tener la cultura histórica necesaria para darse cuenta de lo que han hecho, el uno con sus estocadas, el otro con sus finas de cintura: convertir en un insulto la palabra que encarna precisamente todo lo que hay de mejor en la historia de los Estados Unidos: Liberal. Inclusive antes de que la palabra existiera en su acepcion política, ya los Estados Unidos se habían creado y cuajado en torno a lo que ella significa: la busqueda de la libertad mediante el método de las libertades.
Y esto, inclusive desde antes de que los Estados Unidos existieran. La pequeña colonia que instalaron los Padres Peregrinos del Mayflower en Nueva Inglaterra era ya el fruto de un ansia de liberalismo religioso: era el único sitio donde se podía escapar a los diversos totalitarismos teológicos de la Europa del siglo XVII .Siglo y medio más tarde, los Estados Unidos propiamente dichos nacerían de la pretensión inaudita que inspiro la revolución americana, veinte años antes que la francesa: que los hombres nacen libres. Cincuenta años después, la llamada "democracia jacksoniana" sentaría las bases de lo que hoy se entiende por democracia. Treinta años más, y la causa de la libertad de los esclavos provocaría, y ganaría, una guerra civil. Otros cincuenta, y los Estados Unidos pondrían todo su peso de imperio recien nacido en contra de los declinantes despotismos de la guerra de Europa. Quince, y vendrían el New Deal y la gran guerra contra los fascismos. Y finalmente hace apenas veinticinco años, se daría la batalla por los derechos civiles de los negros. La historia de los Estados Unidos no es solo eso, claro está: pero esos son sus momentos de grandeza. Jefferson y la Declaración de Independencia. Jackson y la democracia popular. Lincoln y la libertad de los esclavos. Wilson y el sueño de la Sociedad de Naciones. Roosevelt y el New Deal. Kennedy y Johnson y la dignidad de los negros.
Esos momentos de generosidad y de grandeza son los momentos del espíritu liberal, que de tiempo en tiempo iluminan la historia de los Estados Unidos, hecha por lo demás -como todas las historias de todas las naciones- de sordideces, opresiones e injusticias, gangsterismo y big business y guerras Imperiales (a veces tan grotescas como la de la islita de Granada, a veces tan terribles como la de Vietnam). Y son justamente esos grandes momentos los que la astucia electoral de Bush y el apocamiento intelectual de Dukakis han convertido en motivos de verguenza. La Estatua de la Libertad, que recibía en el puerto de Nueva York a todos los perseguidos de la Tierra, debe sentirse un poco incómoda.
Nathaniel Hawthorne, fundador de la gran literatura norteamericana (por eso no deben saberlo ni Dukakis ni Bush) escribió hace mas de un siglo una novela que a la luz de la campaña electoral de este año parece premonitoria. Se titúla "La letra escarlata" no la "I" de liberal que lleva Dukakis sino la "a" de adultera que llevaba cosida en la ropa las mujeres adulteras de Salem, Massachusetts, de donde el propio Dukakis es hoy gobernador, para que los fariseos, los filisteos, los hipócritas, las vieran venir de lejos y no se contaminaran con su presencia. A la mujer adultera de Hawthorne le va mal en la novela como a Dukakis en la campaña. Pero por lo menos, a diferencia del gobernador, no se arrepiente de su pecado, porque no le parece que sea una infamia.
Eso queda de ella. De Dukakis no quedará ni eso. Y en cambio al mundo entero le quedará George Bush, ex director de la CIA, esa agencia secreta dedicada sin reparar en crímenes defender... sí, sí, ya lo sabemos: la libertad.