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La muerte de un país

La semana pasada se protocolizó la desaparición de Yugoslavia como Estado soberano. El sueño de una Nación pluricultural se desplomó tras 10 años de guerras civiles.

1 de marzo de 2003

tamientos que produjeron profundos odios entre pueblos que vivieron por décadas como hermanos.

Se trata del país que fue creado como la 'Tierra de los eslavos del sur', tras la caída del Imperio Otomano luego de la Primera Guerra Mundial, que se consolidó tras la Segunda bajo el gobierno comunista del mítico mariscal Josip Broz, 'Tito'. Yugoslavia incluía, bajo un esquema federal, a Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Eslovenia, Serbia y Montenegro.

Yugoslavia fue por muchos años el único país comunista que no respondía a la influencia de la Unión Soviética ni de China, y como tal Tito lo convirtió en cuna del Movimiento de los No Alineados. El país era un ejemplo de convivencia de etnias y culturas que habían sido antagonistas en siglos anteriores.

Pero tras la muerte de Tito tanta belleza comenzó a desmoronarse. El país fue gobernado mediante un sistema de dirección colegiada entre representantes de todos los Estados integrantes y bajo una dirección que era rotatoria entre ellos. Pero pronto los serbios, bajo el liderazgo de Slobodan Milosevic, comenzaron a evidenciar sus aspiraciones hegemónicas para constituir, con los despojos de los otros Estados en que su población tenía fuerte presencia, su viejo ideal nacionalista de la 'gran Serbia'.

El resultado fue una serie de guerras civiles que comenzaron, poco a poco, a desmembrar la federación. Ese es el proceso que concluyó la semana pasada cuando los parlamentos de Serbia y Montenegro, sus últimos integrantes, decidieron dar por terminada la existencia de ese ente político que alguna vez se llamó Yugoslavia.

El acuerdo

La nueva constitución imagina a Serbia y Montenegro como dos Estados casi independientes, unidos únicamente por políticas en asuntos de defensa y de política exterior. Compartirían un presidente, un parlamento y un consejo de ministros pero tendrían economías y monedas diferentes. Belgrado, la capital serbia, continuará siendo la capital de la unión pero algunas instituciones compartidas estarán en Podgorica, la capital de Montenegro.

Aunque todavía falta la aprobación del Parlamento federal (que comparten las dos Repúblicas) ya es prácticamente un hecho que el nombre Yugoslavia quedará relegado a los libros de historia y que se creará un nuevo país bautizado, sin mucha originalidad, Serbia y Montenegro.

Sin embargo al 'nuevo' país no se le ve un futuro prometedor. Probablemente el principal problema consiste en el gran abismo que hay entre la cantidad de habitantes de las dos Repúblicas. La población de Serbia, incluyendo Kosovo, llega a casi 10.000.000 mientras que Montenegro cuenta con apenas 650.000 habitantes. Según dijo a la BBC Aleksa Djilas, historiadora serbia, "es como tratar de hacer una federación exitosa entre Alemania y Luxemburgo, dándoles el mismo estatus político a ambos".

Como si esto fuera poco, el pacto firmado estipula que los dos miembros tienen la posibilidad de conseguir la independencia total en un plazo de tres años, y Montenegro siempre se ha mostrado ansioso por cortar los lazos con su vecino.

Las opiniones son encontradas y al acuerdo no le han faltado críticas por lado y lado. Para algunos es necesario mantener los vínculos históricos entre Serbia y Montenegro, que se ven debilitados, mientras que otros lo consideran demasiado tímido y piensan que la división total se debería dar de una vez por todas.

La presion internacional

Durante años los montenegrinos buscaron su independencia pero sus aspiraciones siempre se vieron bloqueadas por la Unión Europea (UE), que condicionaba las negociaciones para establecer vínculos más cercanos con ella a que se mantuviera la unidad. Los dignatarios europeos consiguieron convencer a los líderes de las dos repúblicas de firmar un acuerdo en marzo de 2002, que es el mismo que se está terminando ahora.

Bruselas presionó el acuerdo para tratar de aplacar las tensiones del área por el temor de que el ejemplo trajera inestabilidad al resto de la volátil región de los Balcanes, que todavía está lejos de estar en calma. Para los miembros de la UE, además, la desmembración de una nación es siempre un mal precedente, teniendo en cuenta que muchos de sus propios países integrantes tienen problemas de regionalismos nacionalistas.

Los principales temores se refieren a Kosovo, región que fue testigo de la última parte de las guerras civiles de Yugoslavia. Kosovo es hoy, en teoría, territorio serbio pero, desde que las tropas de la Otan expulsaron al ejército de Milosevic, se trata en realidad de una especie de protectorado bajo la supervisión de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas.

Las tensiones en esta provincia siguen tan vivas como hace cinco años, cuando estalló la guerra, porque, a pesar de que la población es mayoritariamente albanesa, los serbios no están dispuestos a permitir la independencia de un territorio mítico para su identidad como pueblo ya que lo consideran la cuna de su civilización.

La composición étnica en los países balcánicos hace temer que la independencia de Montenegro estimule no sólo a los albaneses de Kosovo, sino también a los de Bosnia y Macedonia, a ir tras el sueño de una gran Albania, trayendo de nuevo los vientos de guerra a una región que todavía no se recupera del todo.

La separación de los dos últimos miembros de la federación yugoslava es inevitable pero todos los esfuerzos de la comunidad internacional se encaminan a evitar que se repita la historia de comienzos de los 90, cuando las declaraciones de independencia de Bosnia y Croacia hicieron a Europa testigo de los peores crímenes de guerra cometidos desde la Segunda Guerra Mundial.

tamientos que produjeron profundos odios entre pueblos que vivieron por décadas como hermanos.

Se trata del país que fue creado como la 'Tierra de los eslavos del sur', tras la caída del Imperio Otomano luego de la Primera Guerra Mundial, que se consolidó tras la Segunda bajo el gobierno comunista del mítico mariscal Josip Broz, 'Tito'. Yugoslavia incluía, bajo un esquema federal, a Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Eslovenia, Serbia y Montenegro.

Yugoslavia fue por muchos años el único país comunista que no respondía a la influencia de la Unión Soviética ni de China, y como tal Tito lo convirtió en cuna del Movimiento de los No Alineados. El país era un ejemplo de convivencia de etnias y culturas que habían sido antagonistas en siglos anteriores.

Pero tras la muerte de Tito tanta belleza comenzó a desmoronarse. El país fue gobernado mediante un sistema de dirección colegiada entre representantes de todos los Estados integrantes y bajo una dirección que era rotatoria entre ellos. Pero pronto los serbios, bajo el liderazgo de Slobodan Milosevic, comenzaron a evidenciar sus aspiraciones hegemónicas para constituir, con los despojos de los otros Estados en que su población tenía fuerte presencia, su viejo ideal nacionalista de la 'gran Serbia'.

El resultado fue una serie de guerras civiles que comenzaron, poco a poco, a desmembrar la federación. Ese es el proceso que concluyó la semana pasada cuando los parlamentos de Serbia y Montenegro, sus últimos integrantes, decidieron dar por terminada la existencia de ese ente político que alguna vez se llamó Yugoslavia.

El acuerdo

La nueva constitución imagina a Serbia y Montenegro como dos Estados casi independientes, unidos únicamente por políticas en asuntos de defensa y de política exterior. Compartirían un presidente, un parlamento y un consejo de ministros pero tendrían economías y monedas diferentes. Belgrado, la capital serbia, continuará siendo la capital de la unión pero algunas instituciones compartidas estarán en Podgorica, la capital de Montenegro.

Aunque todavía falta la aprobación del Parlamento federal (que comparten las dos Repúblicas) ya es prácticamente un hecho que el nombre Yugoslavia quedará relegado a los libros de historia y que se creará un nuevo país bautizado, sin mucha originalidad, Serbia y Montenegro.

Sin embargo al 'nuevo' país no se le ve un futuro prometedor. Probablemente el principal problema consiste en el gran abismo que hay entre la cantidad de habitantes de las dos Repúblicas. La población de Serbia, incluyendo Kosovo, llega a casi 10.000.000 mientras que Montenegro cuenta con apenas 650.000 habitantes. Según dijo a la BBC Aleksa Djilas, historiadora serbia, "es como tratar de hacer una federación exitosa entre Alemania y Luxemburgo, dándoles el mismo estatus político a ambos".

Como si esto fuera poco, el pacto firmado estipula que los dos miembros tienen la posibilidad de conseguir la independencia total en un plazo de tres años, y Montenegro siempre se ha mostrado ansioso por cortar los lazos con su vecino.

Las opiniones son encontradas y al acuerdo no le han faltado críticas por lado y lado. Para algunos es necesario mantener los vínculos históricos entre Serbia y Montenegro, que se ven debilitados, mientras que otros lo consideran demasiado tímido y piensan que la división total se debería dar de una vez por todas.

La presion internacional

Durante años los montenegrinos buscaron su independencia pero sus aspiraciones siempre se vieron bloqueadas por la Unión Europea (UE), que condicionaba las negociaciones para establecer vínculos más cercanos con ella a que se mantuviera la unidad. Los dignatarios europeos consiguieron convencer a los líderes de las dos repúblicas de firmar un acuerdo en marzo de 2002, que es el mismo que se está terminando ahora.

Bruselas presionó el acuerdo para tratar de aplacar las tensiones del área por el temor de que el ejemplo trajera inestabilidad al resto de la volátil región de los Balcanes, que todavía está lejos de estar en calma. Para los miembros de la UE, además, la desmembración de una nación es siempre un mal precedente, teniendo en cuenta que muchos de sus propios países integrantes tienen problemas de regionalismos nacionalistas.

Los principales temores se refieren a Kosovo, región que fue testigo de la última parte de las guerras civiles de Yugoslavia. Kosovo es hoy, en teoría, territorio serbio pero, desde que las tropas de la Otan expulsaron al ejército de Milosevic, se trata en realidad de una especie de protectorado bajo la supervisión de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas.

Las tensiones en esta provincia siguen tan vivas como hace cinco años, cuando estalló la guerra, porque, a pesar de que la población es mayoritariamente albanesa, los serbios no están dispuestos a permitir la independencia de un territorio mítico para su identidad como pueblo ya que lo consideran la cuna de su civilización.

La composición étnica en los países balcánicos hace temer que la independencia de Montenegro estimule no sólo a los albaneses de Kosovo, sino también a los de Bosnia y Macedonia, a ir tras el sueño de una gran Albania, trayendo de nuevo los vientos de guerra a una región que todavía no se recupera del todo.

La separación de los dos últimos miembros de la federación yugoslava es inevitable pero todos los esfuerzos de la comunidad internacional se encaminan a evitar que se repita la historia de comienzos de los 90, cuando las declaraciones de independencia de Bosnia y Croacia hicieron a Europa testigo de los peores crímenes de guerra cometidos desde la Segunda Guerra Mundial.

"Guerra amarga", especial de la historiadora Diana Uribe sobre el tema.