MULTILATERALISMO
"La Otan tiene muerte cerebral": ¿Está en crisis la cooperación internacional?
Los medios se refieren al presidente de Francia, Emmanuel Macron, como el gran provocador por sus constantes críticas a organismos multilaterales, como la Otan y la ONU. Pero ¿tiene razón en decir que la cooperación internacional está en crisis?
El mandatario francés estuvo en el ojo del huracán toda la semana, pues decidió celebrar la mitad de su mandato presidencial con una polémica entrevista con la revista británica The Economist. En ella le pide a la comunidad internacional y, en especial, a la Unión Europea cambiar su actitud “hostil” respecto a Rusia, mejorar la defensa del continente y reconocer “el riesgo de la desaparición estratégica de Europa” si no cambian de rumbo pronto y si no “aceptan de una vez por todas la muerte cerebral de la Otan”.
Por supuesto, las duras palabras no pasaron desapercibidas. Primero generaron tensiones con la canciller de Alemania y lideresa del Consejo Europeo, Angela Merkel, quien calificó las declaraciones de “intempestivas, desatinadas e injustas”. Pero, luego, con el propio secretario general de la Otan, Jens Stoltenberg, quien viajará la próxima semana a París para preguntarle al presidente qué quería decir con “la muerte cerebral” de la alianza.
Jens Stoltenberg, secretario general de la Otan, criticó al presidente francés por “hablar sin fundamento” sobre la importancia de la alianza en la seguridad de Europa.
Stoltenberg insistió en que la Otan “está más viva que nunca” y en que “sería un error creer que la Unión Europea puede reemplazar a la unidad transatlántica, como pretende el presidente francés. Necesitamos ambas. Hay que entender que después del ‘brexit’, hay que crear alianzas para defendernos unos a otros”.
Sin embargo, Macron se mantuvo en su posición. Para él, muchos de estos organismos siguen anclados en el pasado y están desactualizados en sus estrategias geopolíticas. Subrayó que es una terquedad seguir pensando que Estados Unidos defenderá a Europa y al resto del mundo, como se planteó en los primeros artículos de 1949 durante su fundación.
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Emmanuel Macron criticó férreamente a la comunidad internacional por "obsoleta" y "desactualizada".
Bajo el liderazgo de Donald Trump ha quedado más que claro que Estados Unidos no está dispuesto a gastar ni sus recursos humanos ni económicos en guerras ajenas y que, al contrario, está virando cada vez más al nacionalismo y al proteccionismo. Teniendo eso en cuenta, dice Macron, el artículo 5 de la carta de la Otan, que estipula que un ataque contra un aliado es un ataque contra todos, pierde todo sentido y efectividad. “Es evidente que cada quien está luchando por sus propios intereses”, añadió.
Por eso, para algunos internacionalistas, sus críticas en el fondo tienen mucho de cierto. Por un lado, la Unión Europea sigue creyendo que su enemigo número uno es Rusia, como durante la Guerra Fría. Y no ha sabido reaccionar a otros jugadores importantes del mapa político mundial, como China y, paradójicamente, como Estados Unidos, que se ha vuelto cada vez más adverso a la Unión Europea.
De ahí su segunda crítica: la condescendencia de la Otan frente a los arrebatos del presidente norteamericano en Medio Oriente. Macron insistió en el peligro que significa para Europa que Donald Trump, por ejemplo, tome decisiones como retirar a los soldados estadounidenses de Siria sin consultarle a la comunidad internacional. O que haya constantes amenazas de países como Turquía a la seguridad de Occidente sin que nadie se pronuncie al respecto.
Ahora, sin duda, Macron se tomó la licencia de hablar en forma tan desatada porque sabe que su país, con el fin del mandato de Angela Merkel dentro de un año y con la salida del Reino Unido de la Unión Europea, será el encargado de reformar el bloque europeo. Es el único Estado miembro de la UE con un asiento fijo en el Consejo de Seguridad de la ONU, algo que Alemania siempre le criticó, y el único con armas nucleares. Lo que deja claro que la protección del Viejo Continente pasa primero por París. Aunque, como afirma Stoltenberg, eso no alcanza para proteger a todo el continente de posibles ataques de países fuertes militarmente o, incluso, de grupos terroristas.
En cualquier caso, el brexit tendrá implicaciones económicas, comerciales y humanitarias graves, pero, sobre todo, cambiará las reglas de juego y favorecerá a Francia. De hecho, según una encuesta de The Economist, la gente confía un 40 por ciento más en una Unión Europea liderada por Francia desde que se empezó a hablar de las consecuencias negativas de la salida del Reino Unido. Hasta los partidos políticos más euroescépticos empiezan a suavizar su discurso y hablar de reformas a los organismos multilaterales y no de abandonos o salidas.
Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, gestó la salida de la UE. Muchos creen que es el mayor error histórico del país.
Según le dijo Alberto Alemanno, profesor de derecho europeo, al periódico El País de Madrid “Con la entrevista, Macron marcó su propia emancipación de la mirada casi maternal de Merkel y señaló el inicio del principio de una actuación mucho más ambiciosa”. Por eso, no es de extrañar que sus críticas a la pasividad y silencio de la comunidad internacional frente a muchos hechos de máxima tensión en los últimos años aumenten. Pues Macron, “el gran provocador”, pero también “el gran reformador”, pretende incidir en que organismos tan importantes, como la ONU, la OMC, la Ocde, entre otros, vean a Europa de nuevo como un actor fundamental en la toma de decisiones y, principalmente, como un jugador autónomo frente a Estados Unidos.
"Es hora de que Europa deje de pensarse a la sombra de Estados Unidos y vuelva ser líder mundial".
Pero Macron no es el único que ha señalado que el multilateralismo está en crisis. Mandatarios diversos, y de todos los espectros ideológicos, se han pronunciado al respecto y han pronosticado el comienzo del fin de la cooperación internacional, si no se hace algo para que las potencias mundiales vuelvan a confiar en sus vecinos. Desde Jair Bolsonaro en Brasil, Recep Tayyip Erdogan en Turquía, Benjamin Netanyahu en Israel o Donald Trump en Estados Unidos, hasta Xi Jinping en China, Vladimir Putin en Rusia, Evo Morales en Bolivia o Cristina Fernández en Argentina han tenido algo que decir.
Desde que Donald Trump se posesionó emprendió una cruzada contra la Otan y la ONU, a las que señaló de “asfixiantes”.
Por ahora, frente a los grandes retos de la actualidad, como la emergencia climática, la crisis migratoria, el aumento de armas nucleares, el descontento social, las brechas tecnológicas, las demagogias y populismos, entre otros, los organismos que alguna vez moderaron casi todos los conflictos del mundo, han pasado casi desapercibidos en los últimos años. Muchos mandatarios ya no solo no los escuchan, sino que los desobedecen. Y el multilateralismo parece atado de manos para responder.
SEMANA habló en exclusiva con Samantha Vinograd, exconsejera personal de Barack Obama, sobre su opinión repecto a las relaciones multilaterales de Estados Unidos. “Cuando trabajé en la Casa Blanca había lineamientos. Lo que vemos hoy es que el presidente toma decisiones basadas en sus prejuicios, en su agenda política y en su campaña de reelección. Su equipo ha insistido en que Rusia está atacando a nuestro país y ¿qué hace Trump?, correr hacia Putin y preguntarle a él. Lo que me hace pensar esto es que Trump no escucha a su equipo, ni siquiera tiene reuniones con ellos. Y eso pone en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos y afecta nuestra relación con el resto del mundo. Ya nadie confía en en Estados Unidos”, insistió.
Pero la pregunta entonces es si, ante el individualismo que reina en el mundo, Macron tomará las banderas de Europa y le devolverá su importancia en la comunidad internacional.
Otan, criticada por sus excesos y por su silencio
La salida de las tropas norteamericanas de Siria es percibida como un error por gran parte de la comunidad internacional.
Por muchos años criticaron a la Otan por la intervención militar innecesaria en muchos países, que terminó en el agravamiento del conflicto o en la complicidad con regímenes autoritarios, como las dictaduras de derecha del siglo XX en América Latina o en la guerra entre Serbia y Kosovo. Sin embargo, en los últimos cinco años se le ha reprochado todo lo contrario: su silencio. Ante casos tan graves como la retirada de tropas del norte de Siria, las armas químicas en Irán, Corea del Norte, Estados Unidos y Rusia, los ataques de espías rusos a agentes ingleses, la Otan se ha limitado a dar “simples recomendaciones”, que por supuesto ninguno de esos países acata. Incluso ante los 400 niños gaseados en Siria durante un ataque con armas químicas en 2013, la Otan solo reiteró su preocupación.
También, en hechos más recientes, ante los ataques con drones del mes pasado de Irán a tres de las refinerías más grandes del mundo en Arabia Saudita, la Otan dijo estar “preocupada por la escalada del conflicto” y nada más. Al día de hoy, el ataque que causó pérdidas multimillonarias y desabastecimiento de petróleo en la región, pasó casi inadvertido por la comunidad internacional. Pero no por los países árabes que ven a Irán como “el enemigo de Oriente”.
ONU, ignorada y desatendida
Parecería que Naciones Unidas toma partido en todo. Y, en efecto, en la mayoría de ocasiones lo hace. Ya sea sobre el cambio climático, los derechos humanos, las guerras o los bloqueos económicos. El problema es que los países han dejado de escuchar. De las 157 naciones que firmaron el Acuerdo de París y se comprometieron a bajar sus emisiones de dióxido de carbono para 2030, solo 16 están cumpliendo. Estados Unidos se retiró del acuerdo en 2017, India no está haciendo lo suficiente y China apenas si se pronuncia.
En otros aspectos, como en el embargo de Estados Unidos a Cuba, tampoco ha pasado nada. Por 28 años consecutivos, Naciones Unidas condenó el bloqueo a la isla por las consecuencias que tiene sobre su población. Estados Unidos de nuevo se hizo el de los oídos sordos. Hasta Colombia, aliado de Cuba por el proceso de paz, tomó la decisión histórica de abstenerse de votar.
Da la impresión entonces de que las Naciones Unidas no han podido responder a los peores males de esta época: ni en estos temas, ni en asuntos migratorios (Naciones Unidas recomienda abrir fronteras), ni en violaciones graves de derechos humanos (como los de la guerra en Yemen donde la mayoría de perjudicados han sido niños y población civil), ni en fomentar la confianza en la democracia, como se planteó en su nacimiento, ni en muchos otros hechos donde se han desobedecido sistemáticamente sus lineamientos, acuerdos y recomendaciones.
OMC, emproblemada en casa
Muchos se preguntan sobre la efectividad de la OMC si nisiquiera pudo detener la guerra comercial entre los dos países más importantes del mundo.
La Organización Mundial del Comercio es una de las que más retos tiene en la actualidad. Por mucho tiempo, la OMC se encargó de abrir caminos comerciales entre diferentes países y, también, de sancionar de la misma manera a países que consideró enemigos del libre mercado. Por estar pendiente de este último punto, las cosas se le pusieron complicadas en su propia casa. Las dos potencias más importantes del mundo, Estados Unidos y China, entraron en guerra comercial sin que la OMC tuviera tiempo de reaccionar y sin que siquiera lo viera venir. El Banco Mundial estima que el mundo crecerá solo 0,1 por ciento este año, derivado de esta guerra, y que 70 por ciento de las exportaciones, como ya está sucediendo, se encarecerán.
Como le dijo Hernán Vallejo, Ph.D. en Economía en la Universidad de Londres, a la agencia Anadolu, el panorama de las guerras comerciales muestra el “dilema del prisionero”. “Cada uno trata de hacer lo que le parece bien para su beneficio, pero termina haciendo que todos terminen peor de lo que estaban. Para evitar este tipo de problemas se requieren reglas de compromiso creíbles, como las que trata de establecer la OMC. Pero esas reglas son creíbles solo si los gobiernos las respetan. De lo contrario, la efectividad de esos mecanismos se diluye”.
Según Vallejo, un efecto posiblemente positivo de estas guerras es que algunos de los opositores más acérrimos de instituciones como la OMC, pueden darse cuenta de su importancia en el bienestar global.
FMI, las paradojas de los endeudados
Muchas de las protestas en América Latina pedían la expulsión del FMI del continente.
Sin duda, el Fondo Monetario Internacional no la están pasando bien en muchas regiones, especialmente en América Latina. Las protestas de Ecuador, Argentina, Haití y Honduras pusieron sobre la mesa el debate sobre si el fondo ayuda a los países a superar sus crisis o, por el contrario, si las agrava, pues miles de manifestantes piden la expulsión del FMI del continente. En la llamada década perdida de los ochenta, varios países recurrieron a préstamos del fondo que nunca pudieron pagar y que los sumieron en una crisis económica y política de la que todavía no se recuperan.
Para muchos economistas, esto no tiene que ver tanto con los créditos como con una seguidilla de Gobiernos dependientes en exceso del petróleo y de los demás recursos naturales, que no supieron ahorrar en época de vacas gordas y pidieron prestado sin pagar. Hasta que un día solo el FMI aceptó prestarles, a cambio de duras reformas. Muchas de ellas con efectos catastróficos sobre la población vulnerable.
Después de todo esto, las palabras de Macron llegan como anillo al dedo. Para muchos políticos y diplomáticos alrededor del mundo fueron exageradas y salidas de contexto. Pero para otros ayudarán a darle un nuevo aire a la cooperación internacional y a reanimar instituciones que, de lo contrario, podrían desaparecer.