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La pérdida y la fe: el recuerdo sublime de Biden de su hijo fallecido
En su emotivo discurso, el presidente de los Estados Unidos aseguró que espera darles alivio a los miles de norteamericanos que, como él, han perdido a sus seres queridos. “Espero que esto les dé alivio y que puedan ir en las alas de los ángeles hasta donde quieran llegar. Mi corazón para ustedes”.
El discurso de Joe Biden en la noche del sábado fue uno de los momentos más emocionantes en la política para varias generaciones. El triunfo del candidato demócrata frente a Donald Trump generó una ola de esperanza en quienes veían en el magnate un riesgo para la democracia. Sin embargo, en medio de esos mensajes hubo uno particularmente conmovedor: los recuerdos de Biden de los familiares que ha perdido.
El nuevo presidente de Estados Unidos comenzó compartiendo su amor por su esposa. “Soy el esposo de Jill y no sería nada sin su amor”, dijo. Habló de su hijo Hunter y de su hija Ashley, y de sus nietos. Pero también habló de su hijo Beau, quien murió por un tumor cerebral.
“Para mí, para mi hijo que falleció. La fe que me mantiene es la fe que mantiene a América. Y espero que sea algo de esperanza y de alivio para los miles de americanos que han perdido a sus seres queridos. Yo espero que esto les dé alivio y que puedan ir en las alas de los ángeles hasta donde quieran llegar. Ahora juntos en las alas de las águilas nos embarcamos en un trabajo que Dios nos pide, con corazones llenos, con las manos fuertes, con fe en América, con amor por el país. Seamos la nación que sabemos que podemos ser”.
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“Nunca se va”, así describió el nuevo presidente de los Estados Unidos el dolor de haber perdido tanto en su vida. Su dolor más reciente, Beau, incluso le impidió lanzarse a la Presidencia hace cuatro años, en 2016. Su partida fue desgarradora y según relató su padre, el hombre de entonces 46 años partió de este mundo “con la misma integridad, valentía y fuerza que demostró cada día de su vida”.
Para Joe Biden el tiempo que había ganado con Beau era casi un milagro. Tras ganar su primera campaña electoral, Biden había perdido a su esposa Neilia y a su hija Naomi en un trágico accidente de tránsito mientras compraban los regalos de Navidad en 1972.
Biden estaba en su oficina en Washington y recibió una llamada aterradora. “Su esposa e hija han sufrido un terrible accidente. Tiene que regresar a casa”, le dijeron al teléfono. Su familia había salido a comprar un árbol de Navidad y en el camino un camión que transportaba mazorcas levantó el auto y apagó casi inmediatamente el corazón de las dos mujeres de su vida. Su esposa apenas tenía 30 años y la bebé 13 meses.
Los dos niños pequeños –Beau, de 3 años, y Hunter, de 2– se debatieron las primeras horas entre la vida y la muerte, pero sobrevivieron. En campaña, Biden ha contado que todavía suele parar a saludar a los bomberos que cruza al recordar que fueron ellos los que salvaron la vida de ambos.
Desde que eso sucedió, Biden tiene un ritual casi sagrado. Todos los domingos acude a la parroquia de San José en un barrio Wilmington. Allí, en un cementerio, descansan sus padres, su primera esposa, su hija fallecida y Beau, bajo una lápida decorada con una pequeña bandera estadounidense.
En enero, Biden se explayó sobre la indeleble influencia que tiene Beau en su vida. “Cada mañana me levanto (...) y me pregunto: ¿Estaría orgulloso de mí?”, se pregunta.
“Joe y yo siempre nos hemos tenido el uno al otro”
Después de la tragedia, a la vida de Joe Biden llegó la luz. La historia oficial cuenta que durante meses sus amigos le insistieron que volviera a salir con alguien. Finalmente, un día en 1975, en un almuerzo con su hermano Frank, vio un anuncio publicitario con la foto de Jill. “Saldría con alguien como ella”, le dijo. Casualmente, Frank tenía su número de teléfono: “Llámala. Te va a encantar, ella odia la política”.
Joe la llamó esa misma tarde. Jill sabía quién era por su campaña al Senado y aceptó la invitación. El resto es historia. Por primera vez desde que perdió a su esposa Joe sentía esperanza. “Me devolvió la vida”, escribió Biden en sus memorias. “Me hizo pensar que mi familia podría volver a estar completa”.
Una mañana, los hijos de Biden –Hunter y Beau–, que en ese entonces no superaban los diez años, se acercaron a su padre: “Pensamos que deberías casarte con Jill, ¿no crees?”, le dijeron. Biden les respondió que era una excelente idea. “No tuve el corazón para decirles que ya le había preguntado y me había dicho que no”, confesó en sus memorias.
“Sabía que si me casaba con él tendría que renunciar a mi apartamento, el único lugar que era solo mío”, escribió Jill en sus memorias. “Sabía que tenía que tomarme un tiempo en el trabajo para dedicarme a los niños, darles tiempo para que se acostumbraran a tenerme todo el tiempo en casa. Además, me convertiría en la esposa de un senador... era mucho para pensar”.
Jill ya se había divorciado una vez y quería estar segura de que esta vez si era “para siempre”. Joe hizo la pregunta cinco veces, pero no fue hasta que tuvieron que separarse por varios días, mientras Biden estaba en un viaje de negocios en África, que Jill se decidió a darle el sí.
Hunter y Beau caminaron con ella al altar el 17 de junio de 1977 y comenzaron a llamarla “mamá”, y a Neilia la llamaban “mami”. Jill tomó un descanso en su carrera para aclimatarse en su nuevo rol como madre y esposa. Estaba decidida a dedicarse a su familia sin perder de vista su pasión por la enseñanza. En 1980 quedó en embarazo y volvió a la universidad para completar un posgrado en educación. Un año después recibió su máster y a su hija Ashley.
Se tomó dos años para ser madre a tiempo completo y regresó al ruedo como profesora en el programa para adolescentes del hospital psiquiátrico Rockford Center. En 1987 realizó un posgrado en inglés que le permitió comenzar a enseñar en la Universidad de Delaware. Mientras tanto, su esposo se preparaba para su quinta campaña al Senado.
Desde el comienzo Jill sabía que ella y Joe perseguían sueños profesionales diferentes, pero eso no sería un impedimento para construirlos juntos. Ella quería dedicar su vida a la educación, él a la política. Mientras Joe organizaba sus campañas electorales, Jill planeaba las clases de inglés que dictaba en una universidad pública.
“Los buenos matrimonios nos empujan, no a convertirnos en otra persona, sino a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos”, escribió Jill sobre el rol de Joe en todo su proceso profesional.
Un año antes de que Barack Obama le ofreciera a Biden la Vicepresidencia, Jill recibió su doctorado en educación con una tesis sobre cómo disminuir el abandono escolar y retener a los estudiantes en los centros. Joe puso entonces un letrero en la ventana de la casa que decía: “Aquí viven la doctora y el senador Biden”.
El año siguiente, Obama ganó las elecciones y Biden se convirtió en el vicepresidente de los Estados Unidos. Jill aceptó un trabajo como profesora de inglés en la Universidad de Virginia del Norte y se convirtió en la primera “segunda dama” en tener un trabajo pago mientras su esposo ocupaba el cargo.
Jill se las ingenió para balancear su trabajo como profesora con sus responsabilidades en la Vicepresidencia. Acompañó al presidente y a la primera dama a numerosos viajes durante los ocho años de administración y frecuentemente utilizaba los vuelos para revisar los trabajos de los estudiantes.
“A veces se me olvida que Jill tiene otro trabajo”, dijo Obama en entrevista con la revista People. “Me volteaba y la veía corrigiendo ensayos, muy diligente. Me causaba mucha curiosidad”, afirmó el expresidente.
Jill ha dicho que en algunas oportunidades organizó con el servicio secreto para dictar clases presenciales. Los agentes se hacían pasar por estudiantes y se sentaban en el corredor con un computador afuera del salón donde ella estaba para mantener un bajo perfil. Sus compañeros de trabajo han repetido que ella siempre mantuvo su identidad muy privada y que incluso se presenta con su apellido de soltera para evitar llamar la atención.
Aunque ciertamente será más complicado, Jill planea hacer lo mismo durante su tiempo en la Casa Blanca. “Voy a continuar enseñando”, dijo en entrevista con CBS News. “Es importante y quiero que la gente valore a los profesores, conozca su contribución y apoye la profesión”.
Pero no todo ha sido color de rosa en los 43 años que llevan juntos. Durante el último año de la administración Obama, los Biden perdieron a su hijo mayor Beau por un tumor cerebral. Luego batallaron juntos la adicción de Hunter a las drogas.
“Ha habido tragedias”, escribió Jill en sus memorias. “Nuestros corazones se han roto, pero el único lugar seguro de los peligros del amor es el infierno. Y una cosa en mi vida ha permanecido siempre igual: Joe y yo siempre nos hemos tenido el uno al otro”.
Jill asegura que Biden “aprendió cómo sanar una familia rota y de la misma manera se sana a una nación, con amor, comprensión, pequeños actos de bondad, valentía y una esperanza inquebrantable”.