GEOPOLÍTICA
El mundo patas arriba: cinco casos que lo demuestran
Como en un filme de intriga internacional, por el planeta proliferan historias de espías encubiertos, agentes secretos, periodistas y disidentes presos o asesinados desde Venezuela hasta Turquía, pasando por China y Bulgaria. Un mundo de locos.
Ese hombre rechoncho, de barba puntiaguda, entró en el consulado de Arabia Saudita en Estambul, pero nunca salió. En otro lugar del mundo, en Bulgaria, una bella mujer apareció violada y brutalmente asesinada. Más acá, en Venezuela, el disidente cayó al pavimento desde una altura de diez pisos y las autoridades dijeron que se había suicidado. En una sola semana, estos y otros episodios demostraron que el mundo se convierte cada vez más en un lugar peligroso. El escenario perfecto no de una, sino de múltiples películas de acción y misterio, tomadas de la más palpitante realidad.
Una rubia en Bulgaria
Todo comenzó esta semana cuando se supo que en Bulgaria investigar la corrupción puede conducir a la muerte. Le sucedió a la periodista Viktoria Marinova, de 30 años, violada y asesinada el sábado pasado en la ciudad nororiental de Ruse. Desde septiembre, ella presentaba un programa de televisión enfocado en investigaciones políticas. En un episodio se refirió al trabajo de dos periodistas: Dimitar Stoyanov, del sitio web búlgaro Bivol, y Attila Biro, periodista rumana del Proyecto Rise. Ambos investigaron a una firma privada constructora de carreteras que habría usado indebidamente fondos públicos de la Unión Europea.
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Las autoridades aún no han establecido un vínculo entre la muerte de Marinova y su trabajo, pero es la tercera reportera asesinada en el último año en Europa, después del conocido caso de Daphne Caruana, otra periodista que investigaba casos de corrupción en Malta, y de Ján Kuciak, el periodista eslovaco asesinado a tiros junto con su novia, Martina Kusnirova. Él investigaba vínculos entre políticos y la mafia italiana.
Mientras el Parlamento Europeo expresó preocupación por el caso de la periodista búlgara Viktoria Marinova, brutalmente asesinada el fin de semana, en Venezuela el gobierno de Nicolás Maduro asegura que el disidente Fernando Albán se “lanzó desde un décimo piso”.
La noticia de Marinova confirmó las inquietudes sobre la seguridad de los periodistas en el Viejo Continente, teniendo en cuenta que todos los reporteros muertos investigaban temas asociados a la corrupción. De acuerdo con Transparencia Internacional, ONG que promueve medidas contra crímenes corporativos y corrupción política, Bulgaria es el Estado miembro más corrupto de la Unión Europea. Además, Reporteros Sin Fronteras (RSF) ubicó a ese mismo país en el puesto 111 entre 180 en su índice mundial anual de libertad de prensa, el más bajo de la Unión Europea.
¿Asesinado y descuartizado?
El caso Marinova no acababa de salir de la mente de los defensores de la libertad de prensa cuando medios turcos denunciaron la desaparición de Jamal Khashoggi, un destacado periodista saudí, crítico del gobierno de su país. Colaborador del diario estadounidense The Washington Post, Khashoggi ingresó la semana pasada en el consulado saudí en Estambul a solicitar documentos para casarse con su novia turca. Una vez cruzó la puerta, no se volvió a saber de él. Las autoridades turcas afirman que lo mataron dentro del lugar, mientras que el gobierno saudí niega ferozmente esa tesis. De hecho, invitó a Turquía a integrar un equipo conjunto para encontrar al reportero.
La búsqueda de Khashoggi puso a gran parte del mundo patas arriba por cuenta de las tensiones entre Turquía, Arabia Saudita y su aliado Estados Unidos. Al cierre de esta edición, el gobierno de Ankara aseguraba tener pruebas de que a Khashoggi lo asesinaron y lo desmembraron en el consulado. Fotos y videos publicados por las autoridades turcas muestran al periodista desde que llegó a territorio turco y lo siguen incluso al entrar en el consulado.
Tras la desaparición, la respuesta diplomática no se hizo esperar. Varios funcionarios de la Casa Blanca hablaron con el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salmán, para solicitarle información. El miércoles, 22 senadores enviaron una carta al presidente Donald Trump en la que pusieron el caso a la luz de la Ley Global Magnitsky sobre Responsabilidad de Derechos Humanos, la cual exige investigar y perseguir a los extranjeros acusados de violaciones a los derechos humanos.
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Eso supuso una fuerte presión sobre el mandatario norteamericano, muy cercano a la familia real saudí. Además, en lo que va del año, Estados Unidos suma en exportaciones a Arabia Saudita cerca de 15.000 millones de dólares. Grandes emporios petroleros y empresas especializadas en defensa, como Lockheed Martin, tienen negocios con la familia real saudí. Además, el príncipe Bin Salmán tiene debilidad por la tecnología y por eso ha invertido cientos de millones de dólares en Silicon Valley. De ahí la renuencia de la Casa Blanca a hablar del tema.
Khashoggi, reconocido como uno de los periodistas más destacados del mundo árabe, siempre criticó abiertamente al gobierno de Arabia Saudita e incluso ha desafiado al príncipe heredero. La familia real saudí quiso censurarlo al pedirle que dejara de escribir o publicar en Twitter, donde tiene más de 1,6 millones de seguidores. Entonces, se fue a vivir a Estados Unidos hace más de un año, desde donde continuó opinando sobre su país en tribunas reconocidas como el diario The Washington Post y algunas cadenas de televisión. Aunque las circunstancias de la muerte permanecen en el misterio, el episodio puso de presente el lado siniestro del joven príncipe, cuya imagen modernizadora sufrió un golpe muy fuerte. Tanto, que el viernes el británico Richard Branson desistió de invertir mil millones de dólares en el reino.
Muerto en el pavimento
Lo sucedido en Bulgaria y en Turquía tuvo una réplica similar en América Latina. Aquí, pensar diferente puede resultar peligroso. El presente de los periodistas en México o de los líderes ambientales o sociales en países de Centroamérica y Suramérica lo demuestran.
Esta semana la atención recayó en Venezuela, cuando se supo, según la versión oficial, que Fernando Albán, disidente del gobierno de Nicolás Maduro, se había suicidado el lunes al lanzarse al vacío. Albán estaba detenido, acusado supuestamente de haber participado en el atentado con drones explosivos contra Maduro el 4 de agosto.
El fiscal general, Tarek William Saab, se contradijo en las versiones. Primero (el lunes) dijo que se había lanzado desde la ventana de un baño en el décimo piso y el miércoles afirmó que lo había hecho desde el ventanal de un pasillo. Mientras la gente se manifestaba en las calles contra lo que consideró un asesinato perpetrado por las autoridades para ocultar la muerte del disidente por cuenta de las torturas, el abogado de Albán desestimó lo afirmado por el gobierno y exigió aclarar las circunstancias de la muerte de su cliente.
Juego de espías
En otras latitudes, esta semana llamó la atención el caso de Yanjun Xu, un agente chino arrestado por espionaje el martes en Bélgica y extraditado a Estados Unidos. Lo acusan de robar secretos comerciales de General Electric Aviation, un proveedor de motores para aviones comerciales y militares. Xu llegó a una reunión creyendo que podría obtener información relacionada con patentes sobre diseños de aspas de ventiladores. Al lugar arribaron las autoridades belgas y lo arrestaron.
Estados Unidos acusa a China de utilizar el espionaje y los ciberataques, de robarle información comercial, académica y militar. Hace poco, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, había dicho que agencias de seguridad chinas “robaron tecnología estadounidense, incluidos planes militares”, y en esa misma semana un informe de Bloomberg advertía que 37 marcas de computadores provenientes de China tienen incorporado un chip espía del tamaño de un grano de arroz.
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Del mismo modo opera la agencia de inteligencia militar de Rusia (GRU, por su sigla en ruso). Cuatro espías rusos intentaron hackear la sede de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (Opaq) en La Haya, justo cuando investigaba tanto el uso de armas químicas en Siria como el envenenamiento del exespía ruso Serguéi Skripal y su hija ,Yulia, en Inglaterra. Y sus acciones, caracterizadas de especialmente torpes, encendieron las alarmas del Departamento de Justicia estadounidense.
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Después de días sin saber sobre su paradero, el gobierno chino admitió tener en su custodia tanto a la actriz Fan Bingbing como al exjefe de la Interpol Meng Hongwei. Entre tanto, la inteligencia holandesa reveló las pruebas que muestran a cuatro espías rusos en el aeropuerto de Ámsterdam el pasado abril. Días después los arrestaron cerca a la sede de la Opaq en La Haya.
Ante esa situación, el presidente Vladímir Putin, él mismo un exespía, parece mucho más desafiante que avergonzado. La inteligencia estadounidense sugiere que el GRU ha aumentado sus actividades encubiertas, particularmente desde que Rusia anexó Crimea en 2014 y Occidente impuso sanciones a Moscú. Desde ese momento, la confrontación ha escalado y, sin duda, la inteligencia rusa ha sido mucho más activa.
Chinos en la sombra
El gobierno chino no solo actúa fuera de sus fronteras. La semana pasada se supo que el presidente de Interpol, Meng Hongwei, llevaba varios días desaparecido. Meng, al que el gobierno de Xi Jingping había patrocinado como el más alto funcionario internacional chino, había viajado desde su oficina en Lyon, Francia, para atender asuntos en su país. Pero solo cuando su esposa denunció su desaparición, y tras varias denuncias periodísticas, el gobierno aceptó que se encontraba en su poder, acusado de corrupción. Aunque para muchos, el modus operandi sugiere un nuevo episodio del soterrado juego de poder por el cual los personajes demasiado ambiciosos salen de circulación bajo cualquier cargo.
Esta semana trascendió, además, el caso de Fan Bingbing, actriz china muy famosa que desapareció sin dejar rastro durante tres meses. Luego se supo que un presentador de televisión la había acusado de defraudar al gobierno chino en sus obligaciones fiscales, y el periódico South China Morning Post, de Hong Kong, informó que el gobierno la había detenido en la provincia de Jiangsu, lugar al que lleva a los sospechosos de corrupción, sin que nadie pueda saber su paradero.
Al parecer, a los gobiernos del mundo les está quedando más difícil tapar sus huellas, incluso cuando tienen a su servicio redes de espías encaminadas a encubrir todos esos detalles que saltan a las noticias. Los relatos escabrosos a los que el mundo asiste a diario saltaron de la cabeza de los guionistas de las películas de espionaje a la realidad.
Al respecto, Florent Frasson, experto en seguridad de la Universidad Jean Moulin Lyon III, dijo a SEMANA que en muchos aspectos los rusos y chinos han llevado la delantera a los estadounidenses y sus aliados. “Bloqueado en la crisis ucraniana y siria por los rusos, y por el momento sin éxito en su guerra comercial con China, Estados Unidos está tratando de responder quitándoles brillo a sus adversarios. Sin embargo, divulgar esa información siempre es un arma de doble filo. Por un lado, permite denunciar prácticas inmorales, pero, del otro, revela la debilidad de las medidas de seguridad que toman los Estados”, asegura.