LAS ROSAS SON ESPINAS PARA FIGUEIREDO

Aunque el partido oficial ganó en 13 Estados y la oposición en 10, el gobierno está lejos de haber triunfado

27 de diciembre de 1982

"No hagas preguntas, o te llevarás una coz" Esta fue la inesperada e irritada respuesta del presidente Joao Figueiredo a una atónita reportera que simplemente le preguntó: "¿Misión cumplida, presidente?"
A pesar de que esta cita con las urnas sea el hito más alto hasta el momento del proceso de apertura política que patrocina su gobierno, el general Figueiredo llegó a depositar su voto en Brasilia, para que valiera en Río de Janeiro, con visible mal humor. Al salir del recinto entre una fuerte escolta de seguridad, algunos aplausos y el bonito ramo de rosas rojas que le ofreció una linda joven, hicieron que comenzara a esbozar una sonrisa, que de subito transformó en un gesto de ira cuando la muchacha le dijo: "Con los atentos saludos del PDT"
La verdad es que las rosas rojas se convirtieron en incómodas espinas para el régimen militar. Por un lado, el PDT que preside Brizola, las escogió como símbolo socialista de su campaña y colmó el estado de Río de Janeiro de rosas y votos, consagrándose como su gobernador electo. De otro, el Partido de los Trabajadores (PT), de Lula, en el cual militan en vanguardia líderes universitarios como Vladimir Palmeira y José Dirceu, adoptó como himno la misma canción del canta-autor Geraldo Vandre, que la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) ascendió a esa categoría en los años 60 en su lucha contra la dictadura: "Caminando" o "Para que no digan que no hablo de flores".
Mientras en Rio de Janeiro una fuerte "Briza" (así llaman a Brizola sus amigos) barría las esperanzas del PSD oficial que encabezó Moreira Franco y del PMDB, mayor partido opositor, en Sao Paulo, Mina Gerais, Paraná, Goías, Amazonas y otros cuatro estados se impuso el PMDB. Pero el montaje voto a voto de la nueva realidad política brasileña es tan lento, que todavía están indefinidas las elecciones en algún estado, y comienzan a recontarse los votos en Rio Grande del Sur, donde el PMDB acusa al PDS de haberle ganado con trampas. Definitivamente, el partido oficial se quedaría con 13 estados y la oposición con 10, si no hay sorpresas. Pero esos números no significan una victoria del gobierno, ya que en términos de riqueza económica y de votos la oposición tiene casi un 75% .
De todos los triunfos de la oposición, el que más le duele al régimen es el de Leonel Brizola, en Río. Es la "bestianegra" para los militares, que ya ha provocado algunas reacciones poco democráticas de generales, brigadieres y almirantes. La onda del grito electoral carioca chocó suavemente contra el Corcovado y el Pan de Azúcar y llegó a Brasilia en un eco incisivo que preocupa a los líderes de la dictadura, porque a la consigna electoral "Brizola en la cabeza... y en el corazón" le sigue esa explosión popular que es el "Uno, dos, tres, cuatro, cinco, mil... Queremos a Brizola presidente del Brasil ".
Y es que en este grito reside la importancia clave de estas elecciones curiosas en las cuales los brasileños han ido a las urnas pensando no en elegir a los candidatos que el sistema les permite sino en que los candidatos que elijan les posibiliten escoger mañana al más importante y todavía vedado: el presidente de la República.
En realidad, ahora comienza la apertura política real, que no hay que confundir a la ligera con la democracia, que para los brasileños es algo que esperan conseguir mañana, un artículo de primera necesidad del que todavía están privados por esta "economía de guerra" política implantada por la dictadura.
Desde este momento parecen alejarse, al menos temporalmente, las posibilidades de que otro general duro de cuatro estrellas sea el "sexto hombre de la revolución de 1964". Da la sensación de que perdió terreno el favorito general Octavio de Aguiar Medeiros, jefe del Servicio Nacional de Información (SNI) y por supuesto, el duro general José Luis Coelho Neto, jefe del gabinete del ministro del Ejército. Si acaso, habría espacio para liberales como el brigadier Delio Jardim de Mattos, ministro de Aeronáutica, o el moderado general Rubén Ludwig, jefe de la Casa Militar, cuya designación obligaría a Figueiredo a convencer al alto mando de que para ello no es necesario tener cuatro soles.
Si así fuera, quedan apenas como candidatos los militares "civilizados" y algunos políticos fieles al régimen. Entre los primeros, las urnas acabaron con las ilusiones del senador Jarbas Pasarinho, coronel de la reserva, y Ney Braga, general de la reserva, quienes no consiguieron reelegirse. Quedarían apenas el general Costa Cavalcanti, presidente de la Central de Itaipú y avalado por el grupo moderado de Geisel Golbery, y el coronel Mario Andreazza, ministro del Interior.
Pero una piedra en el camino de ambos es el triunfo en Pernambuco del senador Marco Antonio Maciel, que cuenta con el aval de Geisel y del liberal Jardim de Mattos, quien dijo: "Maciel es un buen candidato, sin aristas ni radicalistnos"
En el campo de la oposición, la carismática figura de Luis Ignacio "Lula" da Silva fue fragorosamente derrotada en Sao Paulo y en los demás estados, víctima del "voto útil" de la izquierda y de la inexperiencia y radicalización de sus candidatos, que confundieron los comicios con las manifestaciones estudiantiles o las huelgas obreras. Las aspiraciones de Ulises Guimaraes, presidente del PMDB, se van por tierra con la victoria de Tancredo Neves en Minas Gerais, quedando Tancredo y Leonel Brizola como opciones opositoras, importantes si hubiera elecciones directas.
Pero esta posibilidad que permitiría el triunfo de un candidato opositor es todavía remota. Incluso las candidaturas civiles son lejanas aún. De momento, el mayor "partido" continúa siendo el SNI, una super CIA local, por el cual ha de pasar la compleja elección del sucesor de Figueiredo, quien no debe ir por lo pronto, en sus especulaciones, más allá de los nombres de sus amigos, el general Medeiros o su ministro Andreazza.
José Fajardo (Corresponsal de SEMANA en Brasil)