Misterio aeronáutico
¿Lo encontrarán? Buscan el avión del vuelo 370 de Malaysia Airlines estudiando las conchas marinas en la zona del siniestro
Mediante una nueva herramienta se busca descifrar la ruta de la aeronave a través de la información química de los caparazones de los percebes adheridos a la única pieza hallada hasta el momento.
Aunque ayudaron a Charles Darwin a formular su revolucionaria teoría de la evolución, los percebes, una especie de crustáceos, fueron considerados por años como “basura marina”.
Ello, entre otras razones, debido a los daños que pueden causar debido a su capacidad de adherirse a las embarcaciones en grandes comunidades, lo cual acarrea problemas para los marineros.
Sin embargo, actualmente están viviendo una reivindicación justamente por las características por las cuales antes eran despreciados.
Las nuevas utilidades de los percebes para la ciencia incluyen la posibilidad de que estas criaturas revelen, algún día, el sitio donde yacen los restos del vuelo 370 de Malaysia Airlines, el avión que se perdió en aguas del océano Índico en 2014 y que constituye uno de los misterios más grandes en la historia de la aviación.
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Luego de una búsqueda a lo largo de 120.000 kilómetros cuadrados, que costó 200 millones de dólares, el Gobierno de Malasia dijo en 2017 que suspendía la búsqueda, hasta que no aparecieran nuevas pruebas creíbles sobre la posible ubicación de la aeronave.
Ahora, se ve venir una nueva esperanza en que los percebes ejercen el rol de “registradores forenses de restos a la deriva”, como se lo describió a la revista National Geographic el ecólogo marino Gregory Herbert, de la Universidad del Sur de Florida, en Estados Unidos.
Como se recuerda, del avión solo se ha recuperado un alerón y los percebes adheridos a él constituyen para un grupo de científicos una pista para establecer su destino, gracias a las características de su ciclo vital y a una serie de herramientas decantadas recientemente por la ciencia.
De acuerdo con un artículo publicado, los percebes son propios de los mares templados y tropicales del mundo.
Se desplazan por las corrientes de los océanos, muchas veces en masa, sobre el casco de una embarcación, madera o cadáveres de animales o personas.
Un dato clave para la nueva investigación es que se adhieren a las superficies con la ayuda de uno de los pegamentos más potentes de la naturaleza. Así mismo, aclaró la revista, construyen su caparazón con minerales disponibles en el agua del mar como carbonato cálcico.
Cada nueva capa de ese caparazón presenta una serie de marcadores químicos que son, en el fondo, vestigios de la temperatura, las proporciones de oxígeno y demás condiciones del agua donde se creó.
Se trata de un estudio tan especializado que hay una ciencia para ello, la esclerocronología, que recuerda la observación de los anillos que se aprecian en los tallos de los árboles y que aportan también información sobre lo que ha sido la existencia de la planta.
En el caso de los percebes, sus conchas podrían ser comparadas con un grueso libro “en el que el animal ha ido añadiendo una página tras otra a medida que crecía”, en palabras del profesor Nasser Al-Qattan, profesor de geoquímica de la Universidad de Kuwait y quien es autor principal de una nueva herramienta que podría contribuir a despejar el gran enigma del vuelo 370.
Como se lo dijo el especialista a National Geographic, “descifrar (en los percebes) la composición de cada página (cada fina capa de calcita) proporciona a los científicos un diario del agua marina por la que viajó el animal mientras se construía su caparazón”.
Para ese efecto, la novedad es que Qattan y otros científicos acaban de implementar una serie de herramientas de temperatura y química, que sobresalen entre las más precisas hasta el momento, en los estudios de las conchas encaminados a trazar las rutas que han seguido los cuerpos a los cuales los crustáceos se han adherido.
“Si se conocieran con precisión las temperaturas de la superficie del mar y el momento en que los percebes se desplazaron por el alerón, la zona de búsqueda podría reducirse en un orden de magnitud”, explicó el artículo de National Geographic.
Estas herramientas se unirían a otros datos ya disponibles, como lo es la información de las temperaturas de boyas de deriva rastreadas por satélite, las cuales presentan variaciones a lo largo del año en el corredor de búsqueda llamado “el séptimo arco”, en el cual se cree que el avión se quedó sin combustible en 2014 sobre el océano Índico.
En cuanto a las posibilidades de que este experimento logre revelarle al mundo lo que pasó con el vuelo 370, el oceanógrafo David Griffin, quien trabaja para el Gobierno australiano y ha cooperado con la búsqueda del avión, le dijo a la publicación que aún falta hacer un uso completo de la nueva técnica para saberlo.
De todos modos, es una ventana abierta para un caso que se ha enfriado y en el que los propios científicos reconocen que es muy difícil hallar nuevas pruebas por los métodos conocidos.