FRANCIA

Macron, retos de un aprendiz

Tras su abrumadora victoria en las elecciones, Emmanuel Macron deberá reunir todas las fuerzas políticas para ganar en el Parlamento y evitar que el populismo siga su avance en la patria de los derechos humanos. En últimas, para poder gobernar.

13 de mayo de 2017
Emmanuel Macron se posesionará como presidente el domingo 14 de mayo. ¿Podrá triunfar en un puesto en el que otros con más experiencia han fracasado?

“¡Candidato del sistema! ¡Malnacido, malnacido!”. Emmanuel Macron balbucea confuso, durante un instante, al escuchar los gritos de un hombre en medio de la multitud que asiste a su discurso de victoria, en la plaza del palacio del Louvre. Son los alaridos de un joven, de baja estatura, que lanza una bengala de humo e intenta violentamente abrirse paso entre la muchedumbre en dirección al nuevo presidente francés. En algunos segundos, el servicio de seguridad lo agarra y lo expulsa bajo la mirada de un público atemorizado por esta irrupción abrupta. Macron retoma el tono de su voz como si nada hubiera pasado, y continúa declamando su amor por el “pueblo de Francia”, el mismo que lo acaba de elegir monarca de la república.

Esta escena, presenciada por SEMANA, muestra hasta qué punto las tensiones entre los franceses están más vivas que nunca, y prueba que el principal desafío del nuevo presidente es reconciliar al país colérico, víctima de la globalización, con el país que goza de un mundo abierto y multicultural. Macron ya dio el primer paso al derrotar contundentemente en las urnas las ideas xenófobas de la ultraderecha. El exbanquero de 39 años obtuvo el 66,1 por ciento de los votos, mientras que la populista Marine Le Pen, tan solo el 33,9 por ciento. Ahora, a esa victoria tendrá que acompañarla una política concreta y eficaz para luchar contra la crisis democrática, económica y europea que alimenta los discursos extremistas.

Macron, a pesar de su inexperiencia, ya comenzó a tomar medidas en ese sentido. La mitad de los candidatos a las elecciones legislativas de junio investidos por su partido, rebautizado recientemente La República en Marcha (LRM), está compuesta de miembros de la sociedad civil, lo que le da un respiro a una democracia desgastada por sus viejos caciques. Además, para luchar contra la corrupción, el centrista propondrá antes de junio una ley de moralización de la vida pública con el fin de impedir los conflictos de intereses en la política, limitar el número de mandatos y exigir la ausencia de antecedentes penales para presentarse a unas elecciones.

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Pero la tarea de restaurar la fuerza económica de Francia podría ser más ardua. El país sufre una tasa de desempleo de 10 por ciento, 2 puntos más que el promedio europeo. Macron está convencido de que la prioridad debe ser permitir que las normas laborales, como el tiempo de trabajo, sean determinadas a través de negociaciones entre las compañías y los sindicatos, no a través de la ley. El objetivo es que las empresas puedan organizar con sus empleados los mecanismos para adaptarse a su sector de actividad, ser más competitivas y crear empleos. Para lograr esto, el exbanquero intentará reformar durante el verano el protector Código Laboral, arriesgándose a una avalancha de huelgas y marchas impulsadas por los sindicatos. Solo el tiempo dirá si logra resistir a la presión de la calle.

En el plano internacional, el principal reto de Macron es transformar la Unión Europea. Su entrada al Louvre la noche de su victoria, bajo los acordes de la Novena sinfonía de Beethoven, el himno europeo desde 1986, mostró a un hombre determinado a luchar por la unidad continental. “Si no reformamos Europa, tendremos un ‘frexit’”, dijo el centrista a la BBC a comienzos de este mes. Macron propone crear un ministerio de economía de la zona del euro para organizar la unión monetaria, preparar convenciones en todos los países europeos y, así, relanzar el ímpetu democrático continental e instaurar derechos sociales comunes a los países europeos, como el salario mínimo o los subsidios para los desempleados.

Sin embargo, realizar todas esas reformas no será nada fácil. En primer lugar, a pesar de su victoria aplastante, el exministro de Economía de François Hollande no goza de un gran apoyo popular. Si se contabilizan los votos blancos, los nulos y la abstención récord, alrededor de 16 millones de personas no optaron por ninguno de los 2 candidatos. Al calcular sobre la base de los 47 millones de electores, apenas 43,6 por ciento del cuerpo electoral eligió a Macron como presidente. Además, un día después de su victoria, una parte de la izquierda radical salió a la calle a manifestar como primera advertencia contra sus reformas, y para recordarle que muchos franceses no votaron por su proyecto, sino contra la extrema derecha.

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En segundo lugar, el centrista enfrentará, sin duda alguna, la realidad contra la que todos los políticos franceses se estrellan. “La función presidencial genera mucha decepción. Se crean muchas esperanzas, se hacen muchas promesas, pero el mandatario no es completamente autónomo. Macron se ve obligado a aparecer como el general Charles de Gaulle, quien tenía autonomía, pero en el mundo de hoy existen reglas nacionales e internacionales, o tratados europeos, y el mandatario francés no puede cambiar el mundo solo”, explica a SEMANA el politólogo Emiliano Grossman, autor de ¿Por qué detestamos tanto los políticos?, libro sobre la desconfianza del pueblo galo hacia sus representantes.

Su primer gran choque con esa realidad son las elecciones legislativas del 11 y 18 de junio de este año. LRM y sus aliados potenciales deberán obtener la mayoría de los 577 escaños en la Asamblea Nacional para poder adoptar las reformas prometidas. En el régimen semipresidencial francés, el presidente nombra al primer ministro, pero si la Asamblea Nacional es hostil al mandatario, este deberá investir a un miembro de la oposición. En esa circunstancia, llamada cohabitación, el presidente ejerce solo el rol de jefe de Estado, no interviene en la política interna ni escoge su gabinete. Así, durante los últimos cinco años de los siete del primer mandato del conservador Jacques Chirac, el socialista Lionel Jospin fue primer ministro y llevó a cabo un gobierno de izquierda.

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Los principales movimientos políticos ya lanzaron la campaña para impedir que LRM gane esas elecciones. François Baroin, líder del partido conservador Los Republicanos, anunció que su objetivo es formar un gobierno de esa tendencia. El ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon, de La Francia Insumisa, quiere movilizar a esos comicios los 7 millones de personas que votaron por él en la primera vuelta de las presidenciales. Eso sin el ultraderechista Frente Nacional, que hoy cuenta con solo dos diputados, pero que logrará ocupar más curules sin muchas dificultades. “Macron no obtendrá la mayoría absoluta en el Parlamento. Por eso deberá jugar con las alianzas. Lo más probable es que nombre un primer ministro sin problema… siempre y cuando tenga el apoyo de las alas moderadas de los partidos de izquierda y de derecha, lo que le permitiría aprobar sus proyectos de ley”, dijo a esta revista Romain Lachat, experto del Instituto de Ciencias Políticas de París.

Emmanuel Macron deberá contar con una gran maestría, a pesar de su juventud, para sobrevivir a la rudeza de las batallas de la vida pública francesa y transformar el país. Ni sus enemigos políticos ni los ciudadanos le perdonarán un paso en falso.