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Con Trump desatado, ahora ¿quién podrá inspirarnos?

La política migratoria del presidente de EE. UU. ha provocado repudio mundial. Aunque muchos ya extrañan a Barack Obama, varios líderes también representan los valores opuestos al magnate.

Santiago Torrado*
31 de enero de 2017
Trudeau, Merkel, Khan y Trump. | Foto: AP, AFP

“Dadme tus cansados, tus pobres, tus masas amontonadas gimiendo por respirar libres, los despreciados de tus congestionadas costas. Enviadme a estos, los desposeídos, basura de la tempestad”. Ese fragmento del famoso poema El nuevo coloso, de Emma Lazarus, se lee en la placa que está en el pedestal de la Estatua de la Libertad, símbolo de Nueva York, la puerta de entrada para millones de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos buscando el sueño americano.

Un espíritu diametralmente opuesto a la más reciente medida del presidente Donald Trump, quien persiste en implementar su orden ejecutiva para prohibir la entrada de refugiados y vetar los visados a los ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, una medida discriminatoria y contraria a la larga tradición de acogida de Estados Unidos, como recordó la ONU. De ahí que, en medio de la ola de protestas contra esa política migratoria, Barack Obama decidió el martes romper su silencio al acusar al magnate republicano de poner en riesgo los valores estadounidenses.

El contraste con la ola de esperanza que generó la llegada a la Casa Blanca de Obama, hace ocho años, es evidente. En casa y afuera. Trump no sólo aspira a borrar el legado del primer presidente afroamericano, sino que en poco más de una semana ha hecho retroceder décadas la manera como Estados Unidos se relaciona con el mundo. Ha adoptado un rumbo aislacionista en lo político, proteccionista en lo económico y xenófobo en muchos otros campos. Ha entablado peleas a muerte con los mexicanos, la prensa y los ambientalistas. La posición de líder del mundo libre, tradicionalmente otorgada de inmediato a los mandatarios estadounidenses, está vacante.

Aunque los nostálgicos de Obama son legión y hoy se sienten huérfanos, varios líderes extranjeros emergen como representantes de los valores opuestos al magnate republicano.

Justin Trudeau, el rostro progresista de Canadá

El contraste no podía ser más evidente. Mientras Trump cerraba la puerta a los refugiados y buscaba vetar a los inmigrantes musulmanes contra viento y marea, el carismático primer ministro canadiense Justin Trudeau posteaba imágenes suyas recibiendo con los brazos abiertos a una pequeña siria en el aeropuerto de Toronto en 2015. Por cuenta de su política migratoria, Canadá permitió la entrada de casi 40.000 refugiados en ese año.

“Los canadienses le damos la bienvenida a aquellos que huyen de la persecución, el terror o la guerra, independientemente de su fe. La diversidad es nuestra fuerza #WelcomeToCanada”, escribió Trudeau en Twitter el mismo sábado en que crecía el repudio a la orden de Trump.

Casi simultáneamente, el gobierno canadiense anunciaba que ofrecerá residencia temporal a quienes hayan quedado varados en el país por el veto del magnate. ¿Y quién fue el encargado de hacer ese anuncio? El ministro de inmigración, Ahmed Hussen, quien llegó al país como refugiado procedente de Somalia y es un recordatorio de que una de cada cinco personas que habitan Canadá son de origen extranjero.

Mientras los hombres blancos predominan en el equipo de gobierno de Trump con el primer gabinete que no incluye un hispano en 30 años, Trudeau, que se esmera en exhibir el rostro progresista de su país, tiene un gabinete diverso e incluyente. Las diez provincias canadienses están representadas y la mitad de los 30 miembros son mujeres. “Porque estamos en el 2015”, contestó Trudeau, recién elegido, cuando le preguntaron por la paridad de su equipo.

Y es que la diversidad cultural es una de las señas de identidad de Canadá, que surgió a partir de la colonización inglesa y francesa, dos comunidades a las que se fueron sumando otras oleadas de inmigrantes. Aunque la política migratoria tuvo requisitos raciales hasta los años 1960, el país adoptó el multiculturalismo como política de Estado desde 1971, precisamente cuando el primer ministro era el mitificado Pierre Trudeau, el padre de Justin.

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“Canadá no tiene el peso económico ni la influencia geopolítica para reemplazar a Estados Unidos, pero es la décima economía del mundo y sus empresas tienen una participación importante en América Latina”, explica Michael Shifter, de Diálogo Interamericano. Junto a México, el país se ve directamente afectado por la renegociación del tratado de libre comercio de América del Norte con la que amenaza Trump. “Trudeau puede convertirse en un defensor del liberalismo económico y el multilateralismo en un momento en el que ambos valores parecen estar en retirada en Estados Unidos”, añade Shifter.

Mientras crecen los discursos xenófobos no solo en Estados Unidos, sino también en Europa, Canadá emerge como un modelo alternativo, abierto al mundo. “La diversidad es nuestra fuerza”, repitió el lunes como un mantra Trudeau, al reafirmar el multiculturalismo del país y su tolerancia religiosa después del ataque a una mezquita en el que murieron seis personas.

Mama Merkel

Nadie mejor que la mujer más poderosa del mundo, de acuerdo con el tradicional listado de Forbes, para plantarle cara a un misógino. Muchos sostienen que la canciller alemana representa la última línea de defensa de los valores liberales ante la amenaza de la ultraderecha y los movimientos populistas en Europa, alentados por la victoria de Trump. De hecho, el reconocido historiador Timothy Garton Ash afirmó que la líder del mundo libre es ahora Ángela Merkel. El propio Obama pareció entregarle el testigo al visitarla en su último viaje al exterior como presidente, y señalarla como “la aliada internacional más cercana”.

Merkel, que desde el 2015 abrió las puertas de su país a más de un millón de solicitantes de asilo, fue uno de los blancos de Trump durante la campaña. Eso no la amilanó, y advirtió desde antes de que el republicano se posesionara que Alemania estaba lista para “proteger la dignidad de cada persona, independientemente de su religión, origen, orientación sexual, género u otros atributos”.

Este lunes reafirmó esa postura al denunciar el carácter antimusulmán del decreto de Trump. "La lucha necesaria contra el terrorismo no justifica de ninguna manera generalizar la sospecha contra las personas en función de su creencia u origen", declaró la mujer que desde el 2005 gobierna el país más poblado y rico de la Unión Europea.

“Es claro que Merkel y Trump son como agua y aceite. Uno explota con facilidad, la otra es pausada y parece cuidar cada palabra”, explica desde Berlín Thomas Sparrow, comentarista político de la DW y antes corresponsal en Washington de BBC. “Uno cree que el modelo a seguir es poniendo su país primero que los demás, la otra cree en el liderazgo compartido. Uno rechaza la migración, la otra les dio la bienvenida; uno critica los acuerdos de libre comercio, Merkel los defiende. Uno critica fuertemente a Obama, Merkel lo considera uno de sus aliados más cercanos”.

Durante mucho tiempo, Merkel tuvo niveles de aprobación altísimos en Alemania, era la “canciller Teflón”. No en vano la llaman “Mutti”, mamá. Pero el huracán Trump no llega en el mejor momento. Considerada por muchos un ejemplo de liderazgo con humanidad, hoy está a la defensiva por cuenta de las crisis de los refugiados y los recientes atentados. El partido populista AfD ha ganado terreno justo cuando arranca un año electoral.

“Ni Merkel quiere ser la ‘líder del mundo libre’, ni Alemania tiene el poderío internacional de Estados Unidos para hacerlo”, matiza Sparrow. Pero ciertamente se proyecta como un contrapeso.

"Mi nombre es Sadiq Khan, y soy el alcalde (musulmán) de Londres"

“El brexit será una maravilla para tu país”, le dijo un exultante Trump hace unos días a la primera ministra británica, Theresa May. A menudo se asocia el sorprendente ascenso del magnate con el inesperado triunfo de la retirada en el plebiscito sobre la permanencia de Gran Bretaña de la Unión Europea.

Fueron dos elecciones en las que los votantes se revelaron para despreciar el consenso del mundo, y muchos observadores las consideran parte de un movimiento populista más amplio que amenaza con expandirse en Europa, además de los máximos exponentes de la posverdad. Ese vínculo pareció confirmarse con la fotografía, para muchos grotesca, de un sonriente Trump junto a Nigel Farage, el líder del UKIP que abanderó el brexit, en el ascensor de la torre Trump de Nueva York el pasado diciembre.

En efecto, el brexit tuvo visos de xenofobia y nacionalismo similares a la elección de Trump, pero el magnate no es precisamente popular en Gran Bretaña. No en vano más de un millón y medio de británicos han firmado una solicitud pública para cancelar la visita oficial de Donald Trump, que debe ser tomada en consideración para su debate en el parlamento. Justo en medio de la oleada de repudio mundial contra el magnate por un sesgo con visos de islamofobia.

El brexit evidenció una gran fractura en el electorado británico y a pesar de su triunfo nacional perdió rotundamente en Londres, una de las urbes más cosmopolitas del mundo. Pero fue precisamente allí donde se produjo, también el año pasado, otro notable fenómeno político con la elección por cómoda mayoría de Sadiq Khan, el primer alcalde musulmán de una gran capital occidental.

“El alcalde de Londres ya no se llama Boris Johnson, se llama Sadiq Khan y ya con ese nombre, ese nombre musulmán, será una fuerza inspiradora para su país y para Europa. Mucho más que el rubio y rutilante Johnson”, escribió en su momento John Carlin, columnista de El País de España. Johnson fue otro de los entusiastas abanderados del brexit, que en alguna ocasión ha sido comparado con Trump y hoy es canciller.

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“Quiero que todos y cada uno de los londinenses tengan las oportunidades que nuestra ciudad nos dio a mí y a mi familia”, dijo emocionado Khan, hijo de un conductor de bus paquistaní, cuando se posesionó en una catedral en mayo. Como parte de la singular biografía del político laborista, llama la atención que a pesar de su fe musulmana, ha defendido el matrimonio gay.

Por supuesto, el alcalde de Londres tiene un papel internacional discreto, pues no es un jefe de Estado, pero Khan representa un mensaje de tolerancia religiosa y multiculturalidad para contraponer a la islamofobia de la nueva administración republicana, un símbolo de la esencia multicultural de la capital británica que da una bofetada a los populismos xenófobos a ambos lados del Atlántico.

*Editor de Semana.com