MUNDO
“Los niños también mueren por coronavirus”, médica colombiana en París
Martha Delgado enfrenta una de las caras más tristes del coronavirus: el que se lleva la vida de los más pequeños. Así son sus duras jornadas en un hospital de Francia en donde las camas de cuidados intensivos ya no alcanzan para los niños y niñas.
Los médicos viven hoy una de las peores caras del coronavirus. En todos los países del mundo, trabajan sin descanso, atienden casos en extremo difíciles y se enfrentan a tomar decisiones dolorosas. A Martha Delgado, una joven médica colombiana, este desafío titánico la cogió muy lejos de casa. Trabaja en un hospital en París, Francia, en donde la pandemia no da tregua. Este es el cuarto país más afectado por covid-19 a nivel mundial y como allí, las cifras no mejoran, el presidente Emmanuel Macron prolongó la cuarentena hasta el 11 de mayo.
A partir de esta fecha empezará un reabre progresivo de los colegios, mientras que los cafés y restaurantes deberán seguir cerrados al igual que las fronteras con países no europeos. El mandatario francés admitió que el país no estaba preparado para enfrentar el coronavirus, ante numerosas críticas por la falta de máscaras y material de protección médica.
Como no hay suficiente material sanitario en los hospitales, a Martha le dan un tapabocas n95 a diario y le debe durar toda la jornada. Foto: Martha Delgado
Y es que la pandemia apareció de un momento a otro y puso a prueba al mundo entero. Sin embargo, para los médicos como Martha, esta se convirtió en una de las guerras más duras de su vida pues está en la primera línea de batalla. Así lucha para seguir adelante a pesar de que a diario se derrumba por lo que ve.
Martha de 29 años, nació en Yumbo, Valle, y vive en París desde hace tres años. Trabaja en pediatría y es fiel testigo de que el covid-19 no solo ataca a los adultos mayores, como se decía al principio, sino que puede tener serias consecuencias en niños y adolescentes.
Según le contó a SEMANA, tanto ella como el resto de sus colegas, pensaron que el coronavirus sería algo pasajero y que estaban preparados para recibirlo. Al fin de cuentas, vivían en un país del primer mundo con uno de los sistemas de salud más garantistas que existen en la tierra.
El primer encuentro con esta enfermedad fue con un niño de siete años. Su mamá acababa de llegar de China y él presentaba fiebre y tos. Martha lo atendió mientras que las enfermeras temían esperando el diagnóstico. El brote de virus en Wuhan se conocía hasta hace muy poco y los pacientes debían cumplir unos requisitos específicos para poder acceder a la prueba de covid-19.
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La soledad en la calles de París, una de las ciudades más visitadas en el mundo, es abrumadora. Foto: Martha Delgado.
“Teníamos que llamar a un hospital de París en donde nos daban línea. Con el caso de este niño me preguntaron muchas veces para saber de dónde era la mamá, qué lugares había visitado hasta que al final me dijeron que como la mamá no venía de Wuhan y no había estado en un mercado de animales, entonces no era sospechosa”, ante esta respuesta, Martha no tuvo más remedio que tratarlo como una gripa normal y mandarlo para la casa. Hasta el día de hoy no sabe si este niño tenía o no la enfermedad.
A medida que llegaban más niños con estos síntomas al hospital, empezaron a tratarlos como ‘potencial coronavirus’, pero inicialmente muchos pasaron desapercibidos y nunca comprobaron si eran o no positivos por covid-19.
A mediados de febrero la situación empezó a cambiar. La línea 15, lo que en Colombia sería el 123, empezó a saturarse. La gente llamaba desesperada para preguntar si podían abrir un paquete proveniente de China o consumir comida típica de este país sin tener complicaciones en su salud. Como consecuencia, los parisinos empezaron a ir en masa a urgencias, algo supremamente riesgoso para quienes no portaran el virus ya que estos lugares son espacios con un alto riesgo de contagio.
Martha con su compañera Eliana Londoño, también colombiana, antes de enfrentar la pandemia. Foto: Martha Delago.
Los días pasaban y los casos seguían aumentando sin que el Gobierno intensificara las medidas. “Empezaron a reportar casos de personas que trabajaban en el transporte público, y veíamos letreros con recomendaciones de higiene y de quedarse en casa de ser posible, pero nada de cuarentena obligatoria”, cuenta Martha.
Francia fue uno de esos países que se demoró en tomar medidas. De hecho, cuando ya habían casos, autorizó que se realizaran elecciones, una decisión que muchos en este país aún lamentan. Finalmente, el presidente Emmanuel Macron decidió decretar la cuarentena el pasado 16 de marzo. El país para la época ya registraba cerca de 3.000 casos. Macron describió lo que se venía como una “guerra sanitaria” contra “un enemigo silencioso y escurridizo”.
A partir de este momento todo cambió para los profesionales de la salud en Francia. Con la cuarentena su rutina también empezó a cambiar, desde lo más sencillo como tomar el transporte para ir de la casa al hospital. “No podemos tener contacto con los conductores de los buses entonces entramos por la puerta de atrás, no marcamos con la tarjeta sino que toca mandar un mensaje de texto y a través de ese te cobran el pasaje del transporte”, cuenta Martha.
Tienen prohibido tener contacto con los conductores del transporte público así que en todos los buses encuentran este aviso para recordarles a los pasajeros. "Por favor mantenga la distancia con el conductor. Por favor diríjase al fondo del vehículo". Foto: Martha Delgado.
A medida que incrementaba el número de pacientes las cosas fueron cambiando en el hospital. Antes hacían tres reuniones a la semana para tomar decisiones frente a lo que estaba pasando y después eran todos los días, con las distancias pertinentes entre los participantes de la reunión.
Además, con el paso del tiempo empezaron a usar tapabocas. Inicialmente solo eran para los pacientes sospechosos. Ahora el n95, que tiene un poro más pequeño que el quirúrgico, es obligatorio y deben cambiarlo todos los días.
Ante este panorama el desabastecimiento tampoco se hizo esperar en París. Martha lo vivió en carne propia y con algo más grave aún: la falta de material sanitario. Los tapabocas y geles antibacteriales empezaron a desaparecer en su hospital. Fue tan grave el asunto que se vieron en la obligación de hacer un inventario con el material disponible, guardarlo bajo llave y tener a una persona encargada para entregar la cantidad necesaria a cada uno durante el día.
En los supermercados de París pusieron un vidrio que divide al cliente del cajero para mitigar el contagio. Foto: Martha Delgado.
Con el pasar de los días la situación es cada vez más difícil y sin duda, lo más complicado de su profesión es lograr separar sus emociones de su trabajo. Registrar a diario muertes mientras que diagnostican más y más contagios todos los días es una jornada que agotaría a cualquiera. La diferencia es que muchas veces ellas deben ocultar sus sentimientos y seguir adelante a pesar de estar derrumbadas.
Martha vivió en carne propia este sentimiento, cuando recibieron la noticia de la muerte de Julie, una niña de 16 años en su hospital, el deceso más jóven registrado hasta ese momento en París. “Cuando esto pasó todas las enfermeras se derrumbaron. Llegar y verlas a todas llorando fue muy duro, eso te pone muy sensible y piensas ‘¿qué voy a hacer después?’, porque no ha llegado lo peor, dicen que se va a poner bien feo. A mi me afectó mucho, te absorbe toda la energía, pero tienes que seguir adelante”, le contó a este medio.
Sabine, la madre de Julie, le dijo a AFP que su hija sólo había tenido tos en los últimos días y como tenía entendido que el coronavirus afectaba únicamente a adultos mayores, la trató con inhaladores y jarabes. Pero cuando su estado de salud se complicó, la llevó al hospital y allí murió en cuestión de días.
Su infortunado fallecimiento fue un despertar para aquellas personas que piensan que el covid-19 solo afecta a adultos mayores. De hecho, la misma Martha ha sido testigo de cómo esta enfermedad puede llegar a ser muy grave en los niños. “La mayoría de mis niños salen positivos y a la gran mayoría les da bronquiolitis, tos o neumonía leve”, explica Martha.
Recibe muchos niños descompensados de 13 o 15 años, incluso menos, que deben ser trasladados a Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) de manera inmediata y allí se confirman su diagnóstico. Aunque muchos se recuperan de forma ambulatoria, también abundan los casos en los que los niños se complican o incluso mueren, como Julie.
“Hay turnos en los que llamamos a las UCI de pediatría y nos dicen que solo hay dos cupos. Las unidades de adultos no son las únicas que se llenan. En hospitalización por ejemplo, teníamos cuatro camitas de coronavirus, ahora van a abrir más porque son insuficientes y van a poner entre cuatro y seis camas para niños”, cuenta.
Vive hace tres años en París y su mayor miedo es que su familia en Colombia se contagie. Por eso comparte su experiencia como médica para concientizar a las personas de que esto no es un juego y todos, tanto adultos como niños, están en riesgo. Foto: Martha Delgado.
A pesar del desalentador panorama tanto Martha como el resto de sus colegas deben seguir adelante para poder salvar más vidas a diario. Sin embargo, hay días en los que sienten que no pueden más, es imposible separar su estado de ánimo con la realidad. Muchas veces el llanto de las enfermeras y médicos inunda las pisos del hospital pero no hacen mucho más que ofrecerles apoyo psicológico por parte de lo expertos.
“Yo no duermo bien por estar pensando en mi casa. Es que todo cambió, de un momento a otro ves que todo es triste, es una pesadilla sin fin, todo el tiempo te dicen que la próxima semana va a ser peor. A mí me da muy duro porque pienso en mi papá en Yumbo. Tiene 74 años, con un riñón, le amputaron hace dos años una pierna por un accidente y teniendo en cuenta la situación de París, me derrumba pensar que si a él le llega a dar coronavirus no le van a permitir una cama de cuidados intensivos si no hay disponibilidad”.
Por esta razón insiste en seguir las recomendaciones tanto del Gobierno como de los expertos para poder evitar más contagios y muertes. "Por favor. Quédense en la casa si pueden, por ustedes y por sus familias. Soy testigo de que por el coronavirus no solo mueren viejitos, están muriendo de todas las edades. Es una enfermedad que no discrimina".