Opinión
Los ocultos $4 billones del impuesto verde
Duque deberá mostrar la contraprestación de Colombia, que apenas es responsable de 0,28 por ciento de la contaminación global, a los capitales financieros volcados sobre la economía verde como nuevo filón.
Mientras que el análisis común de la tercera reforma tributaria de Duque se enfoca en los ajustes al alza en el IVA o en los millones de asalariados nuevos contribuyentes de impuesto de renta, hay una carpeta oculta con 4 billones de pesos más en impuestos indirectos verdes, con lo que se rebasarían los 30 billones de pesos en el recaudo.
Pese a que ciertos criollos fungen de autores intelectuales del impuesto al carbono, la propuesta original es de William Nordhaus, Premio Nobel de Economía en 2018. En el libro The Climate Casino (2013), expone que la mitigación es la estrategia indicada para reducir la emisión y concentración de CO2 y de gases de efecto invernadero en la atmósfera, como causa del calentamiento global, y la considera como “la más cara en el corto plazo”. Consiste en revertir la acumulación de los gases mediante políticas que afecten las decisiones de miles de millones de personas; de tecnologías que reduzcan la emisión neta de CO2; de una operación industrial más eficiente y del desarrollo rentable de tecnologías limpias.
El punto es ponerle precio al carbón y Nordhaus sugiere dos vías: una, el pago al Gobierno de un importe por derechos de emisiones, con un límite permitido, de las firmas que intercambian bienes con contenido de carbono; y la otra, que califica como “la más fácil”: poner un tributo a las emisiones de CO2, el impuesto al carbono, que fue la escogida por Duque y Carrasquilla en la avalancha de alcabalas que se han empeñado en imponer.
En la Ley de Crecimiento Limpio y Desarrollo Sostenible, presentada en marzo de 2020, Planeación Nacional delineó el paquete bomba que se arrojaría luego sobre los oprimidos presupuestos de los hogares colombianos. Proyecta alzar los impuestos verdes de 0,4 por ciento del PIB a 2,5 por ciento; fija para los combustibles fósiles en 17.211 pesos la tarifa por tonelada de CO2 y reduce los subsidios del Estado en la energía para inculcar el “consumo razonable”.
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En consecuencia, en el capítulo de ‘Redistribución de externalidades ambientales’, la reforma tributaria prescribe varias suertes de impuestos verdes pagaderos por los consumidores sin discriminación alguna, a tabla rasa. Para todos los usuarios de energía 7 pesos por kilovatio hora consumido, con el que piensan recoger entre 1,2 y 1,8 billones de pesos; por cada vehículo, fuera del impuesto de rodamiento, una contribución por contaminación, que incluye motos, carros públicos y particulares, de pasajeros y de carga, por el que aspiran a recaudar hasta 2,14 billones de pesos más, que se cederán a los entes territoriales; el de plásticos de un solo uso y el de consumo de plaguicidas, que extraerán entre ambos casi 100.000 millones de pesos.
Calculan que la noble causa verde de resistir el calentamiento planetario, o de que el país reduzca hasta 5 millones de toneladas las emisiones de CO2 a 2030, justifica todo, así se acreciente la regresividad tributaria mediante el diluvio de impuestos indirectos. Significa, además, encarecer en 1,25 por ciento la factura mensual de energía, teniendo en cuenta el valor de la tarifa media en 2021, y en más de 100.000 pesos los tributos a los 16 millones de vehículos que hay en Colombia. Nordhaus avisa que el impuesto al carbono trae impactos inflacionarios y un menor ingreso disponible, y habrá de sumarse a los efectos depredadores de los capítulos ya debatidos de la reforma en la peor crisis de demanda y en picos de pandemia.
En simultánea, la jefa de gabinete, María Paula Correa, ostenta la invitación de Biden a Duque a un encuentro virtual (Summit) de Cambio Climático en abril, para el cual, con otros países advenedizos y agregados a los 17 mayores responsables de 80 por ciento de la contaminación global, lo impele a compartir “cómo su gobierno contribuirá a mantener la meta dentro del alcance de 1,5 grados centígrados” (de calentamiento) y le anuncia “estrategias” que “movilizarán más fuerte financiación pública y privada” (créditos e inversión extranjera) hacia la transformación de tecnologías, dado que también estarán presentes “líderes de negocios”.
Duque deberá mostrar la contraprestación de Colombia, que apenas es responsable de 0,28 por ciento de la contaminación global, a los capitales financieros volcados sobre la economía verde como nuevo filón. En lugar de increpar a las potencias a esforzarse por dejar de intoxicar y a expedir una agenda nacional ambiental autónoma, llegará con el paquete de 4 billones de impuestos indirectos verdes de soporte para sufragar los costos de insertarse en este, convertido en nuevo gran negocio, que no pagarán las compañías energéticas ni la gran minería de carbón ni las petroleras, estas responsables de 10 por ciento de las emisiones de CO2 desde 1996, sino la ciudadanía toda.