MUNDO
“Maduro debe estar muy contento”: excanciller sobre protestas en Washington
El decano de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario y exministro, Julio Londoño Paredes, explica las razones del caos vivido este miércoles en Washington y los posibles impactos de esa trágica jornada.
*Por Julio Londoño Paredes
El bochornoso espectáculo que los Estados Unidos han dado ante el mundo, en el complejo proceso electoral celebrado en ese país que culminó con la toma vandálica del capitolio en Washington, generará sin duda un inexorable deterioro, no solamente del sistema político norteamericano, sino de su posición prevalente en el mundo.
Precisamente, en uno de los momentos más delicados en la historia contemporánea, cuando una pandemia sin precedentes, que Trump despreció olímpicamente desde su inicio, azota al mundo y en especial a los Estados Unidos. Cuando Rusia y China desafían la influencia y el poderío norteamericano e Irán y Corea del Norte se constituyen en una amenaza real que podría generar un conflicto de grandes proporciones.
Por clara que sea la explicación que se dé sobre el funcionamiento del proceso electoral norteamericano, para afirmar que no hubo ningún fraude en las elecciones, necesariamente quedará flotando en el ambiente una sombra de duda que no será fácil de disipar.
Habrá algunos, no solamente en los Estados Unidos, que afirmarán que Biden y aun el actual Congreso norteamericano, son productos de unas elecciones espurias. Así lo ha repetido hasta la saciedad nada menos que el presidente de los Estados Unidos y no faltarán los que digan que si lo dijo el mismo mandatario, hay que creerle.
Naturalmente que la autoridad moral de los Estados Unidos para exigir el respeto de la institucionalidad en muchos países queda gravemente afectada, a pesar de que Biden sea el presidente.
Llama la atención que Trump haya echado mano, mediante sus proclamas, de grupos radicales y extremistas para sacar adelante sus propósitos. Cuando precisamente los mismos Estados Unidos y muchos países, entre ellos varios europeos, afrontan serias dificultades con grupos similares, que constituyen una verdadera amenaza contra la institucionalidad existente.
Uno de los que debe estar muy contento es Nicolás Maduro. Ahora con el inexorable deterioro de su sistema electoral y político, los Estados Unidos, aun bajo el mandato de Biden, difícilmente podrán exigir la convocatoria a nuevas elecciones presidenciales en ese país, como lo han venido sosteniendo de tiempo atrás.
Es más, ni corto ni perezoso se anticipó a todos para emitir un comunicado adoptando la posición de “adalid de la democracia”, censurando las circunstancias que han rodeado las elecciones norteamericanas y haciendo un llamamiento a “la estabilidad y la justicia social”. Agrega, igualmente, que “los Estados Unidos padecen lo mismo que han generado otros países con sus políticas de agresión”. No menciona a que otros países se refiere.
Estos hechos, unidos al deterioro de la oposición venezolana y del tácito retiro del apoyo a Juan Guaidó como presidente interino por parte de la Unión Europea, le amplía notablemente el espacio político al régimen madurista.
La primera tarea que tendrá el nuevo presidente norteamericano, fuera de la lucha contra la covid-19, será la de devolver a los Estados Unidos la credibilidad en el ámbito internacional.
Ojalá que al menos se aprenda en otros estados la lección de que no se puede escoger como presidente a un candidato populista y de un enorme ego, que para obtener sus fines y satisfacer sus vanidades, no tiene inconveniente en sacrificar a toda una nación. Estados Unidos lo resistirá, porque es el país mas poderoso del planeta. Pero no a todos les pasará lo mismo.
*Excanciller y decano de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.