VENEZUELA

Maduro no está solo, ¿quiénes son sus amigos?

Más de 50 países han reconocido a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. Sin embargo, un puñado de naciones mantiene el apoyo al régimen de Nicolás Maduro.

23 de marzo de 2019
Los amigos de Maduro ayudan a financiar su régimen. | Foto: afp

Es un grupo variado y cada uno tiene motivos distintos. Por un lado están los aliados ideológicos del Alba como Nicaragua y Bolivia. Rusia y China, jugadores geoestratégicos, financian el régimen. Turquía e Irán, poderes de Oriente Medio, parecen estar más interesados en apoyar una causa antinorteamericana. Cuba merece un capítulo aparte como aliado principal, y tiene más que perder que cualquier otro con la eventual caída de Maduro. Panorama de las alianzas del Palacio de Miraflores.

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Más allá de Cuba, ninguno de los amigos que le quedan al régimen venezolano se está jugando su propio pellejo. Rusia y China, que tienen las deudas más grandes, parecen haberle cerrado el chorro financiero a Maduro. De distintas maneras, ambos han dado señales de estar dispuestos a hablar con la oposición para salvaguardar y recuperar sus inversiones. A pesar del interés geopolítico en apoyar a Venezuela, tanto Rusia como China son pragmáticos en materia de negocios. De los amigos que le quedan al dictador, solo Cuba asumiría riesgos militares por defenderlo. Pero hasta Cuba ha comenzado a ver que el sueño castrochavista de una ‘gran patria’ conformada por la unión de dos países puede estar naufragando en las turbulentas realidades económicas.

Cuba

El principal miedo en La Habana no es perder el petróleo, sino al principal cliente de su industria médica.

La relación que forjaron Hugo Chávez y Fidel Castro parecía de padre e hijo. Juntos forjaron el giro a la izquierda del continente a comienzos de la década pasada.

Desde 1999, cuando Hugo Chávez se instaló en el poder, Cuba y Venezuela establecieron una estrecha alianza ideológica y financiera. Tiene su columna vertebral en el acuerdo mediante el cual Venezuela entrega petróleo a cambio de servicios profesionales cubanos. Se estima que hoy la isla recibe cerca de 40.000 barriles al día, una cifra que en 2015, en su punto más alto, llegó a los 100.000 barriles. En contraprestación, el Gobierno cubano le brinda a Venezuela, principalmente, servicios médicos, pero también asesoría en asuntos militares y de inteligencia. Por cuenta de eso, unos 20.000 médicos cubanos trabajan en ese país. Los servicios por ese rubro alcanzan unos 5.000 millones de dólares anuales.

Esa relación económica estratégica no ha sido ajena al colapso venezolano. Pavel Vidal, economista cubano que trabaja en la Universidad Javeriana de Cali, calcula que actualmente el petróleo que Caracas envía no cubre el costo de los servicios que recibe, y que la deuda venezolana con la isla ha aumentado. En 2017, PDVSA tuvo que ceder como parte de pago el 49 por ciento de una inversión de 1.200 millones de dólares que tenía en la refinería de Cienfuegos, en Cuba.

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Venezuela también era un mercado importante para la industria farmacéutica cubana, pero su crisis de liquidez ha producido una caída dramática en esas importaciones. Cifras oficiales cubanas reportan que la isla llegó a venderle 2.500 millones de dólares a Venezuela en 2012, principalmente en medicamentos, y que estas exportaciones cayeron a 375 millones en 2017.

En los últimos años, Pavel Vidal, ha ido disminuyendo la dependencia. En 2014, el intercambio comercial entre los dos países equivalía al 20 por ciento del PIB cubano y en 2017 había bajado al 13 por ciento. Vidal estima que, de cortar lazos económicos, el PIB cubano podría caer 10 por ciento. Aunque crítica, es menor que la contracción del 35 por ciento tras la caída del muro de Berlín.

El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, durante un encuentro con Nicolás Maduro.

Cuba podría reemplazar el petróleo venezolano al comprarle a otros aliados como México, Argelia o Angola. Pero, según Vidal, no podría reemplazar a su principal cliente de servicios médicos.

Por eso Cuba está comprometida con la permanencia de Maduro. El G2 cubano, quizás el órgano de inteligencia más profesional de la región, supervisa las labores del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin). Agentes de contrainteligencia cubana están incorporados en unidades militares para desactivar cualquier conspiración castrense, y han desempeñado un papel clave en las purgas políticas adelantadas en las fuerzas militares. Muchos analistas coinciden en que sin la ayuda militar y po licial cubana, el régimen ya habría caído.

China

El principal prestamista de Venezuela teme perder sus inversiones y el dinero que le adeuda el Gobierno de Maduro.

La relación entre Xi Jinping y Nicolás Maduro no pasa por su mejor momento. Pero, de cara al público, el apoyo de China al régimen de Maduro se mantiene.

El país asiático es el principal banquero de Venezuela, al que le ha extendido financiamiento hasta por 67.000 millones de dólares desde 2007, según el centro de pensamiento Diálogo Interamericano. De esa suma, 20.000 a 25.000 millones están por pagar.

Al comienzo no era mal negocio. Venezuela respaldaba los préstamos chinos con petróleo y su producción se mantuvo relativamente estable desde la huelga de PDVSA, en 2003, hasta 2017 (por encima de los 2 millones de barriles al día, con leve tendencia a la baja). A partir de 2017, la producción comenzó a caer en picada, y cerró en 1,2 millones de barriles día en 2018. Según la proyección de Ecoanalítica, 2019 puede cerrar en 500.000.

El mecanismo de préstamos funcionaba así: en 2007, el China Development Bank (CDB) y el Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (Bandes) crearon un fondo conjunto. El primero le extendía un préstamo al fondo, y parte de estos recursos servían para construir infraestructura con contratistas chinos. Invertían otra parte en proyectos conjuntos. Con este esquema adelantaron convenios de cooperación industrial financiados por el fondo conjunto, que iban desde fabricar un teléfono móvil (el ‘vergatario’) hasta construir un tren de alta velocidad. La mayoría de estos proyectos industriales ya quedaron en el abandono.

La corrupción ha plantedo parte del problema. En 2013, meses después de su primera posesión, Maduro anunció que habían arrestado ocho personas por irregularidades en el manejo del fondo. A Diego Salazar, por ejemplo, le encontraron una cuenta con 200 millones de dólares en Andorra. Se trata de un primo del expresidente de PDVSA Rafael Ramírez, quien hoy critica a Maduro por traicionar al chavismo.

Pagaban todo con el petróleo que PDVSA les vendía a petroleras chinas. Los préstamos tenían tasas de interés mucho menores de las que Venezuela obtendría en los mercados de capital internacionales debido a su perfil de riesgo. Pero una vez cayó el precio del crudo, creció el número de barriles necesarios para repagar los préstamos. Esto llevó a reducir los barriles generadores de caja que venden a precio de mercado. Eso produjo un círculo vicioso que obligaba al Gobierno a depender de otra ronda de financiación china para obtener liquidez. Hoy, Venezuela utiliza unos 340.000 barriles por día, alrededor de una tercera parte de su producción, para pagar deuda china.

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En septiembre del año pasado, Maduro fue a Beijing a pedir que le extendieran el plazo del último préstamo. Aunque anunció que los chinos se comprometieron a darle un financiamiento adicional por 5.000 millones de dólares, en realidad no los han desembolsado. Los chinos insisten en que los usen para capitalizar proyectos como el de Sinovensa, un joint venture entre PDVSA y la estatal China National Petroleum Corporation. Según Reuters, Sinovensa es una de las pocas empresas mixtas que ha aumentado su producción. En 2018 alcanzó 160.000 barriles por día, debido a que los chinos se encargan de hacer las inversiones necesarias en los campos para que el petróleo que paga la deuda siga fluyendo.

Como los préstamos de Beijing tienen motivos políticos, los chinos no van a ejecutar las garantías en caso de default. Pero tampoco van a extenderlos indefinidamente. En Sri Lanka, por ejemplo, el Gobierno chino asumió el control de un puerto a cambio de una deuda. No es descabellado pensar que buscarán aumentar su participación en las empresas mixtas o exigirán otros activos en contraprestación. En 2017, por ejemplo, el Gobierno de Maduro firmó un acuerdo con China para desarrollar el Arco Minero del Orinoco. En ese acuerdo le entregaron los derechos mineros sobre 111,000 kilómetros cuadrados, equivalentes al 12 por ciento del territorio venezolano.

El caso venezolano no va a quebrar a los chinos, pero renegociar la deuda será doloroso. El costo de comprar influencia en el patio trasero de Estados Unidos siempre iba a ser alto, aunque es probable que China no haya previsto la magnitud del colapso económico de su aliado. Algunos reportes indican que los chinos están frustrados con la incapacidad del Gobierno de Maduro para mantenerse al día con la deuda y que han comenzado a reunirse con la oposición. Por su parte, Guaidó ha sido muy cuidadoso al decir que respetará los acuerdos económicos internacionales adquiridos por su país.

Rusia

Con el objetivo de meterse al patio trasero de Estados Unidos, Rusia financia el régimen y le suministra armamento.

Maduro visitó a Putin en diciembre. Su vicepresidenta, Delcy Rodríguez, viajó la semana pasada a Rusia, donde se reunió con el ministro de exteriores Serguéi Lavrov.

La amistad rusa se basa en dos pilares: el militar y el económico. Por un lado, se ha convertido en el principal proveedor de equipo militar. Por el otro, es, después de China, el segundo financiador del régimen. El interés ruso tiene un fuerte componente geopolítico. De la misma manera que Estados Unidos expande la Otan hacia el Báltico y a antiguas repúblicas soviéticas, Rusia tiene el viejo interés geoestratégico de meterse al patio trasero de Estados Unidos.

En lo militar, Venezuela bajo Hugo Chávez se convirtió en uno de los mejores clientes de armas rusas. No solo compraron los cazabombarderos Sukhoi, también uno de los más modernos sistemas de defensa antiaérea llamados S300. Ambos países anunciaron una planta para fabricar fusiles Kalashnikov en Venezuela. En diciembre del año pasado, en una maniobra con gran despliegue mediático, Rusia envió varios bombarderos estratégicos Tupolev 160 a Caracas.

En materia económica, Rusia le ha prestado a Venezuela unos 17.000 millones de dólares desde 2006, por medio de bancos y petroleras estatales. A diferencia de China, Rusia es un exportador neto de hidrocarburos, por lo que no le interesa el petróleo venezolano. Pero se ha convertido en un intermediario clave para revender ese crudo a clientes en India y Asia.

Rosneft, la gigante petrolera rusa controlada por el Kremlin, es la principal herramienta en la estrategia. Esa empresa recibió el 49 por ciento de Citgo, la refinadora estadounidense de propiedad de PDVSA, como garantía por un préstamo de 1.500 millones de dólares. Igualmente, ha invertido en varios joint ventures con PDVSA, tales como Junín 6, Petroperija, Petrovictoria, Petromonagas y otros. Como Rosneft sabe que los norteamericanos no verían con buenos ojos que una empresa rusa adquiera importantes refinerías en Estados Unidos, al parecer negocia con PDVSA cambiar la prenda sobre Citgo por participación accionaria en las empresas mixtas.

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Sin embargo, medios internacionales han reportado que hay tensiones entre los aliados. Gazprombank congeló las cuentas de PDVSA para no violar sanciones de Estados Unidos. Igor Sechin, presidente de Rosneft y uno de los oligarcas más cercanos a Putin, voló a Caracas en octubre para reclamarle a Maduro por que tenían información de que PDVSA estaba cumpliendo compromisos de petróleo para pagar la deuda china, pero no la de Rosneft. Y hace dos semanas la vicepresidenta Delcy Rodríguez estuvo en Moscú, donde anunció el traslado de Lisboa a Moscú de la sede europea de PDVSA. Sin embargo, no logró reunirse con Putin, como era su intención. En cambio, la semana pasada el enviado especial de Donald Trump, Elliott Abrams, se reunió en Roma con el vicecanciller ruso Serguei Riabkov sobre la situación venezolana. Calificaron la reunión de “productiva”, aunque la permanencia en el poder de Maduro los llevó por un callejón sin salida.

Pero en el terreno hay indicios preocupantes. Algunos reportes dicen que mercenarios del Grupo Wagner, empresa paramilitar controlada por Evgueni Prigozhin, el ‘chef’ de Putin, han llegado a Venezuela. No está claro si para defender a Maduro o a los campos petroleros rusos.

Rusia y Venezuela tienen una estrecha cooperación militar. Eso quedó demostrado el año pasado con el arribo de varios bombarderos Tupolev al país suramericano.

China, al igual que Rusia, tiene veto en el Consejo de Seguridad, y lo han usado para moderar el lenguaje de las resoluciones contra Venezuela. Igualmente, Caracas puede contar con ese veto si alguien plantea usar la fuerza contra su territorio. Pero de ahí a pensar que van a intervenir militarmente para defender a Maduro, como hicieron en Siria, hay mucho trecho.

Turquía

Una alianza improbable sellada con oro.

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan visitó a Maduro el año pasado en Caracas.

Se trata de la amistad más reciente. Durante décadas uno de los aliados incondicionales de Estados Unidos en Oriente Medio, Turquía se ha vuelto más autoritaria y antinorteamericana bajo Recep Tayyip Erdogan.

Con las sanciones estadounidenses y el cierre del cerco financiero, Venezuela ha tenido que echar mano a reservas de oro. Según Bloomberg, una empresa llamada Sardes ha comprado más de 900 millones de dólares de oro venezolano provenientes de las bóvedas del Banco Central. Turquía se ha convertido en una parte fundamental de la operación. En diciembre, Erdogan visitó Caracas y Tareck El Aissami, ministro de Industrias de Maduro, visitó Turquía para conocer refinerías de oro.

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Pero Turquía tiene pocos intereses estratégicos en Venezuela más allá de la venta de oro. En ese sentido, es una amistad con fecha de vencimiento, ya que las reservas internacionales se reducen rápidamente.

El Banco de Inglaterra se ha rehusado a devolverle al régimen 14 toneladas o 1.200 millones de dólares de oro que tenía guardadas en sus arcas. Para ponerlo en contexto, las últimas cifras oficiales reportan que Venezuela tenía 8.000 millones de dólares en reservas. Si las sanciones, como estima el economista venezolano Francisco Rodríguez, significarán una reducción cercana a los 11.000 millones de dólares en ingresos petroleros, el oro no alcanzaría para cubrir el faltante de divisas en 2019.

Irán

Un amor a distancia unido por una causa común: el odio a Estados Unidos.

Hasán Rohaní y Nicolás Maduro ratificaron amistad que sellaron en su momento Mahmud Ahmadineyad y Hugo Chávez.

Se trata de unas relaciones más políticas que económicas. El país persa no tiene el peso económico de China o el alcance global de Rusia. La alianza tuvo su mejor momento durante los mandatos de Hugo Chávez y Mahmud Ahmadineyad. Por esa época inauguraron un vuelo directo entre Caracas y Teherán, y anunciaron varios proyectos de cooperación industrial. Pero el vuelo, que comenzó en 2007, terminó en 2010. Y según Bloomberg, el Banco Binacional Irán-Venezuela, que Chávez inauguró en 2009 con gran despliegue mediático, a duras penas opera desde un tercer piso con un puñado de empleados. Lo que se inició como una solidaridad de naciones parias en épocas de Bush se ha ido desvaneciendo con el tiempo.

Países del Alba

Algo similar sucede con los países del Alba como Nicaragua y Bolivia, o las islas del Caribe que recibían petróleo subsidiado a través de Petrocaribe. Más allá de un apoyo retórico, o de votaciones a favor en organismos regionales, ninguno de esos países tiene los recursos o la influencia regional para jugársela a fondo por el régimen chavista.