El gobierno de Nicolás Maduro organizó una marcha para contrarrestar la movilización convocada por la oposición. | Foto: A.F.P.

VENEZUELA

La marcha que puede cambiar para siempre a Venezuela

Maduro no podrá ignorar la marcha que se tomó a Caracas para exigir el referendo revocatorio. Pero como no parece dar su brazo a torcer, el futuro es incierto. Crónica.

3 de septiembre de 2016

Durante toda la semana, la fuerza pública del chavismo intentó bloquear la llegada a Caracas, de quienes atendieran el llamado a la manifestación del jueves de la opositora Mesa de la Unidad. Había fijado siete puntos de concentración en toda la ciudad con el objetivo de llenar “de punta a punta” las avenidas más importantes de la capital, para exigir al Consejo Nacional Electoral divulgar un cronograma específico para el referendo revocatorio del gobierno de Nicolás Maduro. Pero todo sería difícil.

Las historias de superación de obstáculos para participar de la protesta se apilaron. Algunos grupos incluso viajaron a pie desde regiones apartadas del país, confrontando no pocas alcabalas (retenes) de la Guardia Nacional, requisas y hasta detenciones. También hubo personas en sillas de ruedas, pacientes que no consiguen medicinas, jóvenes activistas, profesores universitarios y otros grupos que recorrieron carreteras y caminos rurales mientras registraban sus odiseas en redes sociales.

Desde el gobierno y el partido oficial se asumía que la oposición buscaba violencia. El alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, anunció que los manifestantes “no van a entrar al municipio” aunque tres puntos de concentración anunciados estaban ubicados en esa jurisdicción, los que resultaron más pacíficos de toda la jornada.

Pero el miedo y la intimidación pudieron con la gente. La ciudad, una vez más, mostró dos caras, aunque una con más músculo que la otra. El chavismo concentró a los suyos en la céntrica avenida Bolívar, que no logró llenar de punta a punta como habían prometido. De hecho, el propio vicepresidente del partido, Diosdado Cabello –considerado el segundo hombre fuerte del oficialismo–, trinó una foto de la avenida repleta de chavistas asegurando que era del día, aunque fue tomada en 2012 durante un acto de campaña de Hugo Chávez. Luego corrigió el desliz.

El lado opositor, en cambio, logró llenar tres avenidas como quedó evidenciado en imágenes que, a pesar de prohibiciones para el uso de drones, lograron captar la concentración popular. “Yo me siento más pobre, por eso estoy aquí”, dijo Óscar Talavera, exfuncionario del Poder Judicial, jubilado a sus 63 años y residente en una zona de clase media. Explicó que sus costumbres de consumo han variado por la disminución de su capacidad de pago y por la profunda escasez que se vive en Venezuela. Rainer Peña marchó en el oeste de la ciudad, en una zona ‘popular’, como se califica a las de bolsillos más estrechos. El joven comerciante protestó porque “no puede ser que tengamos que hacer unas colas larguísimas para que te vendan nada más papel sanitario o aceite. Uno no come papel y el aceite para qué lo vas a usar si no tienes ni harina para freír”.

Llegado el mediodía, en las tres tarimas dispuestas por la Mesa de la Unidad, se leyó un manifiesto interpelando al Consejo Nacional Electoral y convocando a nuevas jornadas de protesta. El presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, dijo que el interés de los organizadores era “culminar pacíficamente la marcha” y demostrar que “la gente está en son de paz, alegre y expresando sus consignas. Eso es lo que tiene preocupado al gobierno”.

Pasadas las dos de la tarde, la hora en que se había dicho que terminaría la actividad, la mayoría de los manifestantes comenzó a retirarse. Muchos lo hicieron buscando lugares para comer, pero otros, como Iris Hernández, optó por seguir el rastro de gente que vio cargando papel higiénico: en un comercio cercano vendían y este jueves le tocaba comprar por el terminal de su cédula de identidad, como lo manda el gobierno.

La jornada de protesta de la oposición también incluyó otras ciudades, así como las vías trancadas hacia la capital donde los opositores manifestaron pacíficamente. En varias capitales del interior del país las concentraciones lograron ser masivas. En algunas, hubo confrontación con simpatizantes del chavismo y, durante la tarde, quedaron grupos rezagados en la capital que optaron por trancar vías, quemar vehículos y enfrentarse a la Policía Nacional Bolivariana, que los repelió utilizando equipos antimotines.

Quién da más

Del otro lado de Caracas, en el centro de la ciudad, Nicolás Maduro declaraba que un supuesto golpe de Estado había sido derrotado. Frente a una multitud concentrada para respaldarlo, aseguró que a 500 metros del Palacio de Miraflores fueron capturados el martes pasado 92 colombianos que integraban un campamento de paramilitares y mercenarios. El jefe de Estado aseguró que con esa acción, y la detención de opositores acusados de preparar escenarios subversivos con explosivos, se evitó una “emboscada fascista”.

Frente a Maduro, en la concentración oficialista, hubo quien sí creyó la tesis de la agresión opositora. Alfredo Díaz, de 23 años, afirmó desde la avenida Bolívar que “la oposición quiere un nuevo 11 de abril (derrocamiento de Chávez en 2002), pero no lo vamos a permitir. Menos mal que nosotros tenemos las fuerza del Estado”. Otros, como Carmen Zuleta, de 41 años, dijo haber asistido al acto “porque hay que cuidar lo que nos dejó el comandante Chávez. Yo no quiero perder las misiones (programas sociales) ni que nos gobiernen los gringos”. Ambos estaban convencidos de que la multitud “roja rojita” era de mayor envergadura que la contraria.

Maduro también reiteró que tiene listo “el decreto para allanar la inmunidad parlamentaria” y poder actuar contra los opositores que controlan el Poder Legislativo, y calculó en solo 20.000 personas la convocatoria opositora que desde la Mesa de la Unidad Democrática aseguran alcanzó el millón de participantes. “Si quieren marchar todos los días, marchen todos los días como en el 2002 y el 2014. No es la primera vez que la derecha hace marchas. Ellos pueden marchar cuando quieran”, indicó.

Para el politólogo Luis Salamanca, la actividad “terminó siendo una medición de la capacidad de movilización de ambos bloques. La oposición mostró mayor músculo social que el gobierno”. El analista afirma que los logros van más allá de las cifras de asistencia: “Le impuso la agenda al gobierno que actuó despóticamente, fue reactivo y quedó en evidencia su flojo poder de convocatoria. La Toma de Caracas ganó la batalla de la opinión pública”.

El director de la firma Venebarómetro, el también politólogo Edgard Gutiérrez, opina que el evento resultó como se esperaba: masivo y con culminación en paz, a pesar de lo que ocurrió al final con grupos aislados. “La MUD plantea una escalada en los próximos 14 días y eleva la presión. Me parece correcto. Maduro luce con menos calle de lo que pensábamos y que se radicalice aún más no me sorprendería en lo más mínimo”.

Antes de la marcha, el Consejo Nacional Electoral envió una comunicación a los partidos opositores para informar que, el próximo 13 de septiembre, anunciará la fecha en que se deberá recoger el 30 por ciento de las firmas del registro electoral para confirmar la solicitud de revocatoria.

Pero nada indica que el gobierno vaya a cambiar su tónica confrontacional. Aunque todos los dirigentes opositores insistieron en que lo único que piden es que se aplique la Constitución en cuanto al referendo revocatorio, la canciller, Delcy Rodríguez, anunció el jueves en la noche que al día siguiente las autoridades darían a conocer las supuestas pruebas de “planes golpistas” que se habrían preparado para la jornada del 1 de septiembre, pero que fue conjurado. Entretanto, los dirigentes opositores detenidos desde el lunes 29 de agosto fueron presentados en tribunales y acusados formalmente de portar explosivos. Los abogados denunciaron fallas en los procedimientos judiciales, pero eso, cuando el Poder Judicial es un apéndice del Ejecutivo, es un mero detalle.