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Venezuela: ¿Puede un pueblo cambiar su historia en las calles?

El internacionalista Carlos Arévalo asegura que “Maduro no gobierna, se mantiene en el poder, ilegítima y autoritariamente”. Análisis de la multitudinaria marcha convocada en el vecino país.

19 de abril de 2017
| Foto: AFP

Frente a la despótica medida del imperio británico de prohibir la recolección y comercialización de sal por parte del pueblo indio, en ese entonces bajo su dominio, y la imposición de altos impuestos que convertían ese producto en inalcanzable para ellos, el 12 de marzo de 1930 Gandhi organizó una marcha de 390 kilómetros que terminaría el 6 de abril en las costas del Mar Arábigo con la producción artesanal de un puñado de sal marina, considerado este hecho por el gobierno colonizador, como un acto ilegal.

La Marcha de la Sal de Gandhi, que comenzó con 80 personas, y llegó a acumular más de 60.000 en las costas de Dandi, fue el inicio de una serie de actos pacíficos de desobediencia civil, conocidos como Satyagraha, que culminaron con la impensable independencia de la India en 1947.

El 19 de abril el pueblo de Venezuela, como lo ha hecho en múltiples ocasiones, ha sido llamado a las calles para protestar en contra de la dictadura impuesta por el gobierno de Nicolás Maduro, quien, en su afán de mantenerse en el poder, ha destruido las instituciones que cimientan el equilibrio propio de un Estado de Derecho que permita garantizar la democracia y los derechos humanos. Maduro no gobierna, se mantiene en el poder, ilegítima y autoritariamente.

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El escepticismo frente a los efectos que pude generar la protesta masiva convocada para este día, es entendible. No parece viable que un gobierno que ha violado sistemáticamente los derechos de quienes se oponen a ellos, capaz de silenciar con violencia a quienes buscan mostrar el verdadero sufrimiento de una nación, que mata de hambre al pueblo y está dispuesto a violentarlo antes de permitirle manifestar su descontento; pueda comprender, que la mejor opción es dar un paso al costado. Demuestra la falta de tenacidad para liderar un país, pero, le sobra cobardía para aterrorizarlo armando milicias.

Los militares deben ser conscientes del peso histórico que tendrán sus actos ante los ojos del mundo.

A pesar de que las expectativas de generar un cambio en las calles sean bajas, los venezolanos tienen el derecho a luchar hasta el último palmo y hasta el último grito por librarse de un gobierno despótico que lo asfixia. Es precisamente en ese espíritu de lucha, donde está la razón de ser de esta marcha, que al mismo tiempo la diferencia de las demás: el pueblo no está dispuesto a aguantar más abusos y desgarrará sus gargantas hasta ser oído en Miraflores.

Se espera una multitudinaria participación ciudadana en la marcha, lo que ha causado temor en las filas oficialistas. Los líderes del chavismo han actuado erráticamente tomando medidas tan absurdas y criticadas por la comunidad internacional, como armar milicias para reprimir las protestas: “un fusil para cada miliciano” fue la orden de Maduro. El principal miedo del gobierno es que la marcha desencadene en hechos que repitan el Paro General del 9 de abril del 2002 bajo el cual se presentó la renuncia de Hugo Chávez, comunicada en rueda de prensa el 12 de abril de 2002, por el entonces general -hoy embajador de Venezuela ante Portugal- Lucas Rincón Romero.

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La absurda apología de Maduro a la violencia en contra de su propio pueblo, hace recordar las duras frases que en el 2014 pronunciara el hoy Presidente de Argentina Mauricio Macri: “Sr. Maduro, donde usted ve enemigos a los que quiere aniquilar, yo veo a venezolanos enojados que le exigen cambios a su gobierno (…) Donde usted ve fascistas protestando, yo veo gente, veo personas, veo seres humanos que no están de acuerdo con usted (…) No son enemigos ni conspiradores los que protestan, son venezolanos”.

Los venezolanos tienen el derecho a luchar por librarse de un gobierno despótico que lo asfixia.


Cuando el 5 de abril de 1930 Gandhi fue entrevistado por un reportero de la Associated Press llegando a las costas del Mar Arábigo para concluir su Marcha de la Sal, el Padre de la Nación India resaltó con cumplidos, la decisión del gobierno británico de no interferir con la protesta. Gandhi esperaba que este hecho fuese la primera señal de un cambio en la política de respeto por la voluntad popular de su país.

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Va a ser muy difícil que -al ver los ríos de jóvenes, madres, trabajadores y estudiantes-, el gobierno de Nicolás Maduro cambie su corazón frente a las demandas de los venezolanos, pero será suficiente, con que el cambio se inicie en quienes tienen las herramientas y la potestad para defenderlos. Bastará que los militares, conscientes del peso histórico que tendrán sus actos ante los ojos del mundo, cumplan la promesa que unos pocos han hecho (sin desconocer el patético juramento de lealtad del Ministro para la Defensa a Nicolás Maduro), de negarse a ejecutar la orden de silenciar vilmente con el fuego de los fusiles a su pueblo.

¡Qué el 19 de abril no sea un día histórico de violencia, sino uno de esperanza y que el cambio comience en Venezuela ya!

*Por Carlos Arévalo, director del Departamento de Derecho Internacional de la Universidad de La Sabana.