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Masacre en Texas: Amerie Jo, la niña héroe que murió cuando llamaba al 911
Este asesinato tiene consternado al mundo.
En medio de la tristeza por la masacre ocurrida en Texas se conoció la historia de una niña de diez años llamada Amerie Jo Garza, quien -según relatos- fue quien llamó al 911 para advertir a las autoridades de lo que estaba pasando en su escuela. Sin embargo, al parecer esta heroica acción le costó la vida.
Berlinda Irene Arreola, abuela de la menor asesinada, dio una entrevista para el medio de comunicación estadounidense The Daily Beast contando lo sucedido. “Mi nieta fue asesinada a tiros por tratar de llamar al 911, murió como una héroe tratando de obtener ayuda para ella y sus compañeros de clase”, fueron sus palabras al diario.
Horas antes, la pequeña Amerie había recibido una mención de honor por destacarse como una de las mejores alumnas de su grado.
Amerie Jo Garza, 10
— Jonathan Lemire (@JonLemire) May 25, 2022
She was killed in her Texas school hours after this photo was taken pic.twitter.com/PLHXzmUGT7
Y es que las historias que cuentan los padres de las víctimas son desgarradoras. Ryan Ramirez asistió a una vigilia por los 19 niños y dos adultos asesinados. La masacre le arrebató a su hija de diez años, Alithia. “Tengo el corazón roto ahora mismo”, dijo a la prensa mientras su esposa lloraba en silencio y abrazaba a su otra hija.
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“Ella era una verdadera artista” y aspiraba a la grandeza, dijo Ramírez, hojeando un portafolio de las coloridas pinturas de Alithia. Los dolientes se abrazaban y lloraban mientras los familiares y amigos de los asesinados en la última masacre escolar de Estados Unidos se congregaron en las gradas y el suelo de un recinto ferial de la pequeña ciudad de Uvalde.
Algunas de las mil personas reunidas llevaban retratos de las víctimas, otras abrazaban animales de peluche o dibujos, cada una luchando por entender el horror indescriptible de la víspera. Figuras religiosas oraron en la vigilia bilingüe, donde el gobernador de Texas, Greg Abbott, dio un largo abrazo al alcalde de Uvalde, Ruben Nolasco.
Esmeralda Bravo acudió al recinto con una foto de su nieta Nevaeh, una de las víctimas mortales del tiroteo. “Esto no tiene ninguna explicación; mi nieta no merecía esto. Era una niña buena, muy tímida y muy bonita”, dijo a la prensa. “Para mí significa muchísimo tener este apoyo de la comunidad, pero preferiría tener a mi nieta aquí conmigo”.
Uvalde, una ciudad de unos 15.000 habitantes de mayoría hispana, era hasta hace unas horas uno de esos típicos lugares de Estados Unidos sin historia. Un trazado de calles perpendiculares y paralelas salpicado de centros comerciales, gasolineras y cadenas de comida rápida.
Pero el martes 24 de mayo cerca del mediodía, Salvador Ramos, un chico de 18 años, irrumpió en la escuela primaria Robb con un fusil de asalto, se encerró en un aula y abrió fuego contra dos profesores y 19 alumnos, antes de ser abatido por la policía. La matanza, la peor en un colegio del país desde hace una década, sacudió una localidad tranquila y la sumió en una mezcla de incomprensión y cólera.
Aida Hernandez lloró por la mañana al salir de una misa en la iglesia del Sagrado Corazón, un edificio sencillo de ladrillos grises, situado junto a la carretera principal de Uvalde. “He sentido horror y dolor. Conocía a las víctimas. Sigo conmocionada”, dijo esa profesora que trabajó en la escuela Robb hasta que se jubiló hace dos años.
*Con información de AFP.