ESTADOS UNIDOS
El intrigante atacante de la matanza en Fort Lauderdale
El tiroteo que dejó cinco muertos y sembró el terror en Florida representa la primera gran grieta de la estrategia de seguridad aeroportuaria de Washington tras el 11 de septiembre de 2001. El agresor declaró que unas voces le ordenaron afiliarse a Estado Islámico.
"De golpe, comenzó a dispararle a la gente”. Con esas palabras le describió Ismail Burke al canal ABC los primeros momentos de la masacre, que se vivió el viernes hacia la una de la tarde en la zona de recepción de las maletas en el aeropuerto internacional de Fort Lauderdale. Junto con otros testigos, Burke y su familia se refugiaron en el baño. Pero otros no corrieron con la misma suerte.
Un joven –a quien las autoridades identificaron como Esteban Santiago– mató en un abrir y cerrar de ojos a 5 personas e hirió de gravedad a otras 13. “Parecía que tenía uniforme y un arma grande”, agregó Burke. Según otros testigos, llevaba una camiseta de Star Wars. Todos coincidieron en que tras las primeras ráfagas, Santiago dejó de disparar, presumiblemente porque se quedó sin balas. Luego, se sentó en el suelo y esperó a que las autoridades llegaran. Estas lo detuvieron sin realizar ningún disparo.
Pero ahí no terminó el pánico. Durante algunas horas, tras un falso rumor según el cual había un segundo atacante en el parqueadero, los aterrados viajeros corrieron de un lado a otro de las pistas de aterrizaje, a donde habían sido evacuados ante la posibilidad de que hubiese explosivos en el lugar. Aunque los primeros indicios apuntaban a que podía tratarse de un atentado como los que el año pasado acabaron con la vida de decenas de personas en Bruselas y en Ankara, el desarrollo de la noticia apuntaba en otra dirección.
Por un lado, las autoridades aclararon que Santiago había actuado solo, que era ciudadano estadounidense y que había viajado desde Alaska tras realizar una escala en Canadá. Por el otro, tenía una identificación militar, el arma con la que cometió la masacre era legal y había sido registrada como una pieza de su equipaje. De hecho, tras recoger su maleta en la cinta transportadora, Santiago la habría cargado de municiones en el baño y sin mediar palabra habría iniciado la matanza. Según algunos testigos, el homicida habría tenido un altercado durante el viaje. Poco después dijo que unas voces le habían ordenado afiliarse a Estado Islámico.
Al cierre de esta edición, las pesquisas sobre el ataque de Fort Lauderdale estaban aún en curso. Pero el hecho de que un ataque de esas características se haya producido en una de las zonas ‘seguras’ de un aeropuerto norteamericano representa la primera gran grieta de la estrategia que adoptó Washington tras el 11 de septiembre. Hasta la fecha, el único incidente grave se había registrado en 2013 en el aeropuerto de Los Ángeles, cuando un hombre mató a un agente de la Administración de Seguridad del Transporte de Estados Unidos con un arma de fuego.
Y en efecto, no deja de ser paradójico que mientras las autoridades gringas someten a los viajeros a requisas humillantes y no les permiten ingresar a la cabina ni una botellita de agua, sí autorizan llevar armas y municiones (si bien en el equipaje de la aeronave). Más aún teniendo en cuenta que Santiago tenía antecedentes judiciales en Anchorage, la capital de Alaska.