La crisis actual argentina recuerda a los viejos procesos inflacionarios de años anteriores.

ARGENTINA

Macri a la deriva

Mientras el país se debate en una crisis que hace recordar los procesos inflacionarios de hace pocos años, el presidente Mauricio Macri toma medidas de eficacia controvertibles y el ambiente social se calienta.

8 de septiembre de 2018

Ismael Rodríguez, de 13 años, murió este martes al intentar asaltar un supermercado en la provincia del Chaco, al noroeste argentino. La escena, motivada por el hambre, hizo correr frío por la espalda en un país donde las crisis y estallidos sociales están insertados en la memoria reciente de los ciudadanos. Cuando faltan menos de tres meses para que los líderes del G20 se reúnan en Buenos Aires, el peso ha perdido 100 por ciento de su valor este año, la inflación superará el 40 por ciento y no para de subir, y la economía no para de caer.

El gobierno de Mauricio Macri no logra hacer pie desde abril, cuando el peso comenzó a caer por el tobogán de la devaluación, y cada paso que da parece hundirlo más. En menos de tres meses, ya incumplió un primer acuerdo con el FMI y el gobierno anunció un segundo intento. Los mercados le respondieron con el bolsillo y en un solo día el dólar pasó de 30 pesos a casi 40. El presidente redujo la mitad de los ministerios, que ahora serán 10, al eliminar carteras tan sensibles como Trabajo y Salud, e impuso nuevas retenciones a las exportaciones, en especial, a las de granos. Pero el dólar no frenó su caída.

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En Buenos Aires las manifestaciones se han hecho cada vez más frecuentes. La gente recuerda crisis anteriores y teme que se repitan con más fuerza. 

Las críticas llovieron de todos lados: los agricultores y los industriales, por el nuevo impuesto, los gobernadores peronistas opositores, convidados de piedra a quienes nadie pidió su opinión, y una buena parte del radicalismo aliado de Macri, que tampoco obtuvo los cambios y cargos que buscaba.

Macri asumió la presidencia a fines de 2015 como el anti-Maduro. Tenía un lema diciente: “Argentina no es Venezuela”. Apareció en la portada de la revista Time, se abrazó con Barack Obama y con Donald Trump y todos querían tomarse una foto con la figura del momento en el foro de Davos (Suiza).

Esos tiempos hoy parecen muy lejanos. Al cambiar los vientos internacionales, el país se desbarrancó: Argentina tiene la cuarta inflación más alta del mundo y la segunda de América Latina; el riesgo país pasó los 800 puntos, segundo por detrás de Venezuela, acercándose a una calificación de default; la tasa de interés trepó a un leonino 60 por ciento, la más alta del mundo; las empresas argentinas perdieron 60 por ciento de su valor y el peso de la deuda externa –que en este gobierno sumó 160.000 millones de dólares– llegaría a cerca del 90 por ciento de la economía, un enorme salto.

A diferencia de Venezuela, Macri tiene a su favor que Trump lo llama por teléfono y que el FMI le dio su respaldo. Además, que la figura de oposición más radical, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, está acorralada en los juzgados con el escándalo del ‘cuadernogate’, las anotaciones del chofer de un alto funcionario que detallan el traslado de bolsos con millones de dólares entregados a sus beneficiarios, entre otros lugares, en el apartamento de los Kirchner en el barrio La Recoleta. También tiene a su favor que los gobernadores peronistas opositores, a pesar de criticar, sobre todo quieren evitar un estallido social.

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En contra de Macri juega que un 30 por ciento de la población se debate en la pobreza y que la sensibilidad social está al rojo vivo, pues los recuerdos de 2001 todavía permanecen en la memoria. Hace 17 años, el presidente Fernando de la Rúa tuvo que irse en helicóptero tras un estallido social que desembocó en el default y una devaluación de 300 por ciento.

Sin embargo, la situación social no es tan dramática como a principios de este siglo gracias en buena medida al colchón de ayudas sociales que este gobierno heredó del anterior y que supo mantener. “Uno de los aciertos ha sido la alianza con los sectores sociales, especialmente en la provincia de Buenos Aires, que hacen contención, eso en 2001 no pasaba”, dijo a SEMANA el analista político Julio Burdman.

Pero el dólar en estampida y la crisis desestabilizan todo. Los profesores anuncian un paro nacional docente, las universidades están paralizadas desde hace meses, los científicos rechazan que el Ministerio de Ciencia haya caído en la lista negra, directores de oficinas estratégicas del Ministerio de Salud renunciaron cuando esta cartera se convirtió en una secretaría de otro ministerio, los trabajadores no pueden entender que el del Trabajo haya desaparecido. Los alimentos empiezan a faltar en los supermercados, las empresas dejan de entregar sus productos, no pueden descontar cheques ni tienen financiación.

En este contexto, las elecciones presidenciales de 2019 parecen muy lejanas, pero están a la vuelta de la esquina y preocupan profundamente a los mercados internacionales y a los inversores. “Las proyecciones de 2019 son malas y la posibilidad de reelección de Macri está en franco declive, es un presidente más preocupado por sobrevivir que por reelegirse”, señaló Burdman. Enfrente no existe una alternativa opositora clara. “Por un lado, las distintas fracciones del peronismo; por el otro, a la expresidenta Cristina Kirchner la están asediando los jueces y no está claro quién será el tercer actor”, dice el analista.

El presidente Mauricio Macri parece dando palos de ciego.

Por ahora, las preocupaciones son más urgentes: en dos meses estarán llegando a Buenos Aires las delegaciones para la cumbre de líderes del G20, que tendrá la presencia de todos los mandatarios de más peso del mundo, desde Trump hasta Vladimir Putin. Si el gobierno logra prevenir un estallido de descontento para ese momento, habrá que ver lo que sucederá en diciembre, después de que se vayan los célebres invitados y se acerque la Navidad, esa fecha crítica.

Los planes de ayuda social ayudarán a paliar el descontento en el gran Buenos Aires, Córdoba y Rosario, pero el durísimo ajuste del FMI para lograr un déficit cero se hará notar con todo rigor en la clase media que votó por Macri, con las tarjetas de crédito cortadas, sin posibilidad de viajar siquiera a Punta del Este, y de Miami, ni hablar.

Entonces, una gran preocupación volverá a tomarse la política: ¿sobrevivirá Macri y será reelecto? ¿Habrá una alternativa opositora? Muchas incertidumbres para una Argentina, otra vez, apaleada.