Estados Unidos
Melania Trump: la misteriosa mujer del presidente
La esposa de Donald Trump rompe el molde de la clásica primera dama a la que estaban acostumbrados los norteamericanos. Su mirada fría y su sonrisa esquiva la convierten en uno de los personajes más enigmáticos de la Casa Blanca.
La mirada fría y la actitud distante de Melania la han convertido en la primera dama más enigmática que ha tenido Estados Unidos en los últimos tiempos. Durante los cuatro años del mandato de su marido Melania hizo todo lo posible por mantenerse al margen de cualquier asunto político. Cumplió con las responsabilidades de la agenda, pero no fingió por un momento estar a gusto en su rol de esposa norteamericana.
Y es que Melania no se casó con un político, se casó con un magnate. La supermodelo, de origen esloveno, habla siete idiomas y comenzó su carrera a los 16 años. A los 28 conoció a Donald Trump en una fiesta en Nueva York cuando él era un empresario de los bienes raíces y ella la imagen de una marca de ropa en Yugoslavia. Seis años después, cuando ella modelaba en revistas para adultos y él presentaba ‘El Aprendiz’ se casaron.
Era el primer matrimonio de Melania y el tercero de Trump. La celebración sentó el tono de la relación, solo el anillo de compromiso costó $3 millones de dólares, el vestido de novia costó $80.000 dólares y la lista de invitados superó el centenar de celebridades. Los Trump eran la pareja del momento y Melania encajó en la vida de lujos que tenía su esposo en Nueva York.
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Nunca se vio a obligada a construir relaciones con los hijos mayores de Trump, a los que les lleva apenas unos años. Su rol en la mansión Trump era más de modelo que de madre. Hasta que en 2006 quedó en embarazo y se dedicó a su único hijo, Barron William. “Donald no está muy involucrado en su crianza”, dijo en una entrevista, “pero está bien, lo importante en un matrimonio es saber a qué se dedica cada uno”.
La inmensa sonrisa que porta Melania en las fotos de su boda no apareció en los primeros días de la Presidencia de su esposo. La primera señal de que las cosas en la Casa Blanca serían diferentes con los Trump llegó al poco tiempo de las elecciones de 2016. Melania anunció que ni ella ni su hijo Barron se mudarían a Washington. Aunque en un principio justificó la decisión con las actividades escolares del menor de los hijos de Trump, más tarde se supo que se trató de una táctica de presión para que su esposo firmara nuevas capitulaciones en su acuerdo prenupcial.
Ella creía que con la Presidencia las condiciones de su matrimonio cambiaban, y estaba dispuesta a todo, incluso a aprovechar las acusaciones de mujeriego contra su esposo para que él accediera a modificar algunos de sus tratos previos. Su plan funcionó: Trump aceptó y, unos días después, ella llegó con su hijo a la Casa Blanca y volvió a sonreír en las fotos.
Los frecuentes desplantes de Melania a Trump alimentaron la idea de que en realidad viven en un matrimonio donde hace rato se acabó el amor si es que alguna vez lo hubo. El 20 de enero de 2017, Trump asumía la Presidencia y en el fondo Melania abría los ojos en terror. El hashtag #FreeMelania (liberen a Melania) fue tendencia durante horas y el episodio marcó el tono con el que el público leería la relación por el resto de la administración.
“Es un matrimonio extraño”, confesó la mucama de una de sus propiedades. “Nunca los veo como una familia normal, sentados en la misma mesa, comiendo juntos, hablando. Nunca. Pasan tiempo en el mismo lugar, pero nunca interactúan”.
La distancia en el matrimonio Trump choca frente a las imágenes de presidentes anteriores que siempre mostraron el lado más amable de su familia. Incluso Bill Clinton se veía más cercano a Hillary a pesar del escándalo por sus infidelidades en la oficina oval. Trump no se esforzó demasiado por mantener la fachada y desde el principio dejó claro que confiaba más en su hija Ivanka que en su propia esposa para asuntos oficiales.
Melania nunca pretendió cambiar el mundo desde su posición de poder y no se espera que esta vez lo intente. En repetidas ocasiones dio pasos en falso que demostraron que su papel era más figurativo que activo. Su primer error fue leer un discurso plagiado de Michelle Obama en la convención republicana de 2016 cuando su esposo estaba en plena campaña a la Presidencia. Desde entonces no confía en su equipo cercano y prefiere guiarse “por su propia intuición”, aunque no siempre con éxito.
En las contadas ocasiones en las que Melania se involucra siempre hay un detalle que aparece para nublar sus acciones. En el lanzamiento de su iniciativa “be best” para luchar contra el cyberbullying y el uso de drogas, los comentarios se centraron en el que el nombre no era gramáticamente correcto. En su visita a las víctimas del huracán Harvey, los comentarios se centraron en sus tacones de $540 dólares. A veces lo hace con la intención de molestar a su marido, otras simplemente se equivoca.
Pero a pesar de su relativa discreción, Melania ha encontrado la manera de demostrar su poder en la Casa Blanca. En más de una oportunidad ha logrado que Trump despida a asesores que la desautorizan. El caso más sonado fue el de Mira Ricardel, asesora adjunta de Seguridad Nacional, quien discutió con la primera dama en un viaje a África. Melania le pidió discretamente a su esposo que la apartara del cargo y ante la negativa, publicó un comunicado sin precedentes en el que decía que “es la posición de la Oficina de la Primera Dama que Ricardel ya no merece el honor de servir en esta Casa Blanca”.
Nunca antes una primera dama había pedido públicamente la cabeza de una funcionaria. Pero la estrategia funcionó: Trump, enfurecido por la vergüenza que le estaba haciendo pasar su esposa, no tuvo más remedio que apartar a Ricardel de sus funciones.
A pesar de las señales confusas, el libro de Mary Jordan, corresponsal en la Casa Blanca del Washington Post, asegura que Melania es más feliz de lo que parece en su cargo. En vez de presentarla como una mujer sumisa y atrapada en su matrimonio, la describe como una persona manipuladora, interesada y perseverante. “Es mucho más parecida a él de lo que parece. Ambos son ávidos creadores de su propia historia”, asegura Jordan. Habrá que ver si en un segundo periodo lo demuestra.