CUBA
Miguel Díaz-Canel, el heredero de los Castro
Hijo de la revolución y discípulo de Raúl Castro, es el nuevo presidente de Cuba. A pesar de sus promesas de continuismo, este histórico relevo generacional marca el inicio de un inexorable periodo de cambios para la isla.
Desde el jueves y por primera vez en medio siglo, el presidente de Cuba no es un Castro, no es un militar ni empuñó nunca las armas durante la revolución. Por los próximos cinco años, el nuevo hombre al mando es un ingeniero electrónico y profesor universitario de 57 años con un silencioso pero perfecto historial político de ascenso al poder. Sin embargo, no tiene un camino fácil. El nombramiento de Miguel Díaz-Canel llega en un momento crítico para Cuba, y de su liderazgo dependerá el futuro de un histórico pero desgastado proyecto político en una isla que por décadas ha exigido cambios.
Aún es muy pronto para descifrar si este nuevo presidente será un simple cambio de personal o si la llegada de Díaz-Canel significará una transformación más profunda en la estructura de poder en Cuba. Él ya dejó claro en su discurso de posesión que en su gobierno “no hay espacio para una transición que destruya tantos años de lucha”. Sin embargo, la sola idea de una nueva cara abre un insólito y desconocido camino para la isla.
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Para algunos, Díaz-Canel es la figura perfecta del continuismo. Su elección a dedo como el único candidato presidencial y la aprobación del 99,8 por ciento de la Asamblea Nacional evidencia que este nombramiento no es más que una movida estratégica para perpetuar el legado político de la revolución. Especialmente, porque Raúl Castro seguirá en la sombra del poder hasta 2021 como primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PPC). Pero incluso esta decisión plantea un cambio en el escenario político de la isla, pues el nuevo presidente no contará con el mismo margen de maniobra que su predecesor.
En ese sentido, como dijo a SEMANA Jorge Domínguez, profesor de Harvard y autor de Cuba: Order and Revolution, “a diferencia de ejercer un poder monolítico encabezando todas los poderes, como fue el caso de los hermanos Castro, habrá ahora necesariamente un poder más colegiado”. Sin embargo, de la forma como Díaz-Canel maneje el gobierno dependerán los efectos que pueda tener este cambio sobre Cuba. Si bien podría enriquecer la toma de decisiones, también podría torpedear la deliberación política y paralizar a un país acostumbrado a recibir órdenes sin discutirlas. De ahí que su apadrinamiento político no le será tan útil si en los próximos cuatro años el nuevo presidente no legitima su poder y supera la desventaja de no hacer parte de la generación histórica que hizo la revolución.
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Pero esto no es lo único nuevo que llega con Díaz-Canel. A pesar de que en los últimos meses ha intentado mostrarse como un político de línea dura, lo cierto es que durante su carrera política demostró todo lo contrario. En efecto, sus primeros años como secretario del Partido Comunista en Villa Clara, su provincia natal, dejaron ver a un líder con gran capacidad de gestión, maneras desenfadadas e ideas progresistas. Además, proyectó una imagen de político modesto y logró una inusual cercanía con la gente en los oscuros y críticos años posteriores al derrumbe de la Unión Soviética.
Pero, sin duda, para llegar hasta donde llegó, Díaz-Canel practicó la estrategia de obedecer. Desde que empezó a ocupar altos cargos en el buró político, esta característica le permitió convertirse en la ficha confiable para el inevitable relevo generacional. No obstante, también su diferencia de edad marca una distancia notable con sus predecesores. La imagen de un Díaz-Canel que toma notas en las reuniones con su tableta electrónica contrasta con la apatía de la vieja dirigencia cubana por las nuevas tecnologías. Y suele ir con su esposa a los actos públicos, lo que ya es de por sí un cambio de estilo, pues los Castro siempre mantuvieron en el máximo sigilo su vida familiar.
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Por ahora, el cambio seguramente no será mayor. Pero en unos años, cuando el último de los Castro desaparezca del escenario político, habrá que ver cómo va a mover las fichas el nuevo presidente, a quien muchos quieren comparar con Deng Xiao Ping, el artífice del milagro chino. Como dijo en diálogo con esta revista Michael Bustamante, del Cuban Research Institute, “las dificultades económicas que tendrá que enfrentar no son pocas. Especialmente, porque sin el apellido Castro, su legitimidad en el cargo dependerá solo de sus resultados”. A lo mejor esa necesidad lo impulsa en dirección al cambio.