MUNDO
Movimiento antivacuna: estas son las razones de la preocupante desinformación
La falta de conocimientos disponibles, los errores en la comunicación oficial y una carencia de cultura científica han abierto la puerta a la desinformación.
La pandemia del coronavirus sirvió de caja de resonancia al movimiento antivacunas, restringido antes a pequeños grupos, pero ahora mucho más extendido entre un público temeroso frente a un virus desconocido.
Desde siempre, los movimientos antivacuna “han comprendido la importancia de la batalla de la información”, explica Laurent-Henri Vignaud, historiador de las ciencias y coautor del libro “Antivax”.
En cambio, las autoridades sanitarias suelen “llegar tarde a esa batalla” pues “parten del principio de que la vacunación es útil para la colectividad”.
El movimiento antivacuna se basa, entre otros, en un estudio de fines de los años 1990 que sugiere una relación entre la vacuna sarampión-paperas-rubeola y el autismo, pese a su inconsistencia científica.
El movimiento antivacunas se ha extendido y “democratizado” desde entonces, pues son muy numerosas las cuentas Facebook que divulgan falsas informaciones sobre las vacunas, según un estudio de la BBC publicado a fines de marzo sobre siete países (Brasil, México, India, Ucrania, Francia, Tanzania, Kenia).
Estas teorías ya no se limitan a “grupúsculos marginales” sino que llegan a movimientos como “los Chalecos Amarillos, los libertarios, los grupos New Age”, creando alianzas “ideológicamente incongruentes”, explica la oenegé de lucha contra la desinformación First Draft, que efectuó en 2020 un estudio sobre 14 millones de publicaciones vinculadas con la vacunación.
El mensaje antivacuna tiene eco entre los partidarios de los extremos, de derecha o de izquierda, y las teorías complotistas “incorporan a las vacunas en sus relatos” destaca Seb Cubbon, analista de First Draft.
Confinados y conectados
Algunas figuras emblemáticas, muy activas, divulgan este discurso antivacuna. Cerca del 65% del contenido antivacuna publicado en línea entre febrero y marzo puede ser atribuido a doce “creadores muy influyentes” según la oenegé estadounidense Center for Countering Digital Hate. Entre ellos el abogado Robert F. Kennedy Jr, sobrino del expresidente estadounidense.
Al estar confinada, y deseosa de comprender esta enfermedad que ha conmocionado a todo el mundo, la gente busca informaciones en línea.
Pero la falta de conocimientos disponibles, los errores en la comunicación oficial -por ejemplo sobre las mascarillas, consideradas inicialmente innecesarias- y una carencia de cultura científica han abierto la puerta a la desinformación.
La novedad de las vacunas que utilizan la inédita tecnología del ARN mensajero, y su rápida llegada al mercado alimentan la desconfianza, igual que la revelación, una vez lanzadas las campañas de vacunación, de los efectos secundarios más graves de lo previsto de los fármacos AstraZeneca y Johnson & Johnson.
La desinformación toma a veces en internet la forma de cuidadas producciones, como el documental “Hold-Up” en Francia, que denunció una “manipulación global” en torno a la pandemia, en la que participarían las propias vacunas. El documental fue visto millones de veces .
Las grandes plataformas como Facebook, Twitter o YouTube han excluido los contenidos antivacuna y las falsas informaciones en 2020, promoviendo más bien las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
Demasiada información
En septiembre pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y varias agencias de la ONU expresaron su preocupación por una excesiva proliferación de informaciones que “dificultaba saber lo que realmente hay que hacer”.
Los efectos de una especie de “pandemia informativa” pueden “ser trágicos” recuerda Christine Czerniak, encargada de este tema en la OMS: varias personas murieron por seguir consejos erróneos para combatir el covid, envenenadas por el consumo de metanol o por el uso incorrecto de productos de limpieza.
Por otra parte, estar expuesto a una información falsa o engañosa tiende a disminuir notablemente la voluntad de vacunarse, según un estudio de investigadores británicos del Vaccine Confidence Project publicado en marzo en la revista Nature.
Esa voluntad, según ellos, “no es estática” sino “muy reactiva a las informaciones y a la opinión sobre una vacuna contra el covid-19 (...)”.
El impacto “es más complejo que una reacción binaria” matiza Seb Cubbon. Por ejemplo, la desinformación fue masiva sobre las vacunas ARN (calificadas frecuentemente de “terapia genética”) y en particular sobre Pfizer. Pero ahora esta vacuna es la más deseada, dadas las preocupaciones que genera AstraZeneca.
“Si demasiadas personas no se vacunan”, recuerda Alain Fischer, presidente del Consejo de Estrategia de Vacunacion en Francia, “no alcanzaremos la inmunidad colectiva, condición indispensable” para empezar a volver a una vida normal.