MUNDO

Noruega optó por rehabilitar a Breivik

El confeso asesino Anders Behring Breivik fue condenado a 21 años de prisión. Una parte de la prensa mundial ha reaccionado con estupor ante una sentencia que considera muy suave. Pese a la gravedad de los hechos, los noruegos defienden la rehabilitación por encima del castigo.

Felipe Restrepo Acosta
24 de agosto de 2012
Anders Behring Breivik conversa con sus abogados en la sala del tribunal de Oslo. | Foto: EFE

Anders Behring Breivik llevaba un traje negro, una corbata oscura y una barba recortada y cuidada. Entró a la sala con actitud relajada, realizó un saludo de extrema derecha levantando el puño hacia las cámaras y se sentó entre sus abogados.
 
Respondió a las preguntas de los jueces señalando que reconocía los hechos que se le imputaban, pero advirtió que no se declaraba culpable. Según sus palabras, actuó en “defensa propia” al matar a 77 personas y herir a otras 242 el 22 de julio de 2011, cuando hizo estallar una bomba en el centro de Oslo y luego disparó contra 69 personas desarmadas —la mayoría adolescentes miembros del Partido Laborista Noruego— en la isla de Utøya.
 
Uno de los momentos más impactantes del proceso fue cuando Breivik afirmó: “Quiero excusarme con todos los militantes nacionalistas por no haber ejecutado más”, una frase que la edición digital del diario danés Berlingske utilizó para abrir su edición del 24 de agosto.
 
Aunque el primer informe médico consideraba que padecía esquizofrenia paranoide y que estaba en estado psicótico, el veredicto respaldó el segundo equipo de psiquiatras, que lo declaró penalmente responsable.
 
La condena de 21 años que se le dictó a este asesino de masas es la máxima que se aplica en Noruega, donde no existe la pena de muerte. Se trata de un poco más de tres meses por asesinato.

La paradoja
 
Mientras en Noruega la noticia se recibió con calma, e incluso con “satisfacción” por parte de las víctimas, que temían que se le declarara enajenado mental, en otras latitudes se han escuchado varias voces de desconcierto. Breivik tiene 33 años y la posibilidad de que un criminal con sus antecedentes pueda a los 54 años recuperar la libertad resulta por lo menos preocupante. Máxime cuando no ha mostrado señales de arrepentimiento.
 
En ese sentido, fue particularmente severo el editorial del diario alemán Sueddeutsche Zeitung, donde se criticó que "el asesino estuviera en el centro del escenario, como si la prioridad de la corte fuese la manera como Breivik se ponía en escena”.
 
El corresponsal de la BBC para Gran Bretaña, Lars Bevanger, cerró por ejemplo su nota sobre el juicio señalando que “los ataques encendieron el debate sobre la naturaleza de la tolerancia y de la democracia en Noruega”.
 
Karl Ritter, quien ha cubierto el juicio para la agencia AP, fue más severo incluso y tituló su artículo sobre la sentencia: “Mientras el asesino se regodea en la corte, Noruega no se muestra enfadada”, señalando que habría sido comprensible que los noruegos mostraran su rabia cuando Breivik “entra al tribunal exhibiendo un saludo de extrema derecha. Cuando testifica con calma sobre el asesinato de sus hijos, hermanos y hermanas como si fueran moscas. Cuando llama a sus víctimas adolescentes traidores que merecen morir por sus opiniones políticas”.
 
Del mismo modo, han sido llamativas las condiciones de la celda del centro penitenciario de Ila, donde será recluido. En conversación telefónica con el diario italiano La Repubblica TV, el corresponsal Pietro Veronese describió el lugar como un “microapartamento” compuesto por tres habitaciones, “una para dormir, otra para trabajar y una más para hacer ejercicio con algún aparato de gimnasia”.
 
En la fotogalería que le consagra el diario español El País se puede apreciar un mobiliario sencillo pero confortable, con muebles que recuerdan los de la célebre marca Ikea, con armarios de madera, cortinas de colores, una máquina de correr, ventanas que dan a un bosque cercano, un invernadero en medio de un prado bien cuidado y unas salas de estudio y convivencia bien iluminadas y decoradas, similares a las de una residencia universitaria.
 
En el juicio, solo Hayder Mustafa Qasim —un ciudadano iraquí de veinte años cuyo hermano menor fue asesinado por Breivik— dio muestras de indignación contra el homicida. "Me quité el zapato, me puse de pie, le grité al asesino y se lo arrojé ", dijo Qasim, según reportó el diario noruego Aftenposten.
 
“Rehabilitar, más que castigar”
 
En Noruega, sin embargo, muchas voces consideran que el juicio y la condena que se la han impuesto a Breivik representan por el contrario una victoria para el país.
 
El sociólogo Thomas Hylland Eriksen, quien fue llamado a declarar como experto, se mostró favorable a que el asesino de Utøya se expresara en el tribunal, argumentando que "es bueno darle esta plataforma porque él no resulta muy creíble, no es muy carismático ni tiene el atractivo necesario para llamar la atención de otras personas, de modo que creo que actúa más como un repelente, un mosquito que produce una reacción de rechazo contra el extremismo de ultraderecha”.
 
“Las personas que lo ven se dan cuenta de cómo pueden ponerse de feas las cosas si se dejan atraer por esas delirantes nociones de pureza racial", concluyó Eriksen en sus declaraciones a la emisora británica Indipendent Television News.
 
Por su parte, Rolf Henning Larsen, un ciudadano noruego, le dijo a BBC que "para otros países la sentencia puede parecer lenitiva (...). Pero lo que otros deben entender es que el sistema penal aquí tiene por objeto rehabilitar, más que castigar".
 
Trond Henry Blattmann, quien perdió a su hijo de 17 años en la masacre, tiene una opinión similar. "Esta es la manera noruega de hacer las cosas", le dijo a BBC Mundo. "Esto debe hacerse con dignidad. Si la gente estuviera gritando y dando alaridos estaríamos en un circo y no en un juicio. Y no queremos eso."
 
Richard Galvin, quien cubrió los hechos para BBC Mundo, llamó la atención sobre la coherencia en el manejo del evento, y recordó que poco después del atentado el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, afirmó que "la respuesta de Noruega a la violencia es más democracia, más apertura y más participación política".
 
En una encuesta adelantada por el Washington Post entre sus lectores, en la cual se les proponía reaccionar a la pregunta “¿Es suficiente la sentencia de Breivik?”, muchos usuarios recordaron que Noruega tiene una de las más bajas tasas de homicidio en todo el mundo, de apenas 0,6 personas por 100.000 habitantes (la de Colombia es de 33,4, es decir 55 veces más elevada).
 
Varios se preguntaron si la baja incidencia de los asesinatos en este país no tendría que ver con el sereno y razonado manejo que se le da a casos como el del asesino de Utøya.