HONDURAS

Honduras, elecciones entre dos fuegos

Ante las protestas contra la permanencia en el poder del presidente Juan Orlando Hernández, la comunidad internacional y la OEA recomendaron hacer nuevas elecciones. Pero nada indica que el gobierno acepte esa propuesta.

23 de diciembre de 2017
Tegucigalpa vivió fuertes protestas, convocadas por la oposición. Foto: AFP

El domingo 17 el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Honduras confirmó lo que parecía inevitable: que el actual presidente, Juan Orlando Hernández, había efectivamente ganado las discutidas elecciones del 26 de noviembre y que seguirá en el poder hasta 2022. De nada sirvieron las protestas de los partidarios de Salvador Nasralla, quien se negaba a reconocer su derrota y afirmaba haber ganado por amplio margen. Los disturbios, que pusieron al país al borde del caos, hicieron que la comunidad internacional se pronunciara, pero sin éxito: Hernández sigue aferrado al poder.

Aunque el panorama parece desolador para el país centroamericano, que ya sufrió los excesos de las dictaduras en el siglo XX, la Organización de los Estados Americanos (OEA) propuso repetir las elecciones y así evitar nuevas confrontaciones que incendien el país. Luis Almagro, secretario general de la organización, hizo la propuesta al reconocer que “no es posible darle certeza al resultado electoral”.

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Almagro tiene razones de sobra. La misión de observadores electorales de la OEA, en un informe publicado el 17 de diciembre, concluyó que hubo “irregularidades antes, durante y después de los comicios”. La primera de ellas consistió en la propia candidatura de Hernández, pues la Constitución hondureña prohíbe expresamente la reelección mediante una cláusula ‘pétrea’, a tal punto que en 2009 los militares sacaron del poder a Manuel Zelaya solo por proponer modificarla. Aun así, en esta oportunidad, y en forma inexplicable, el sistema judicial declaró la inaplicabilidad de la norma. Luego, el día de las elecciones el TSE suspendió la entrega de resultados cuando Nasralla llevaba una ventaja de 5 puntos con el 60 por ciento de las mesas escrutadas. Solamente la reanudó un día después, y para ese momento, en contra de toda la lógica, Hernández había tomado la delantera.

Al igual que la OEA, una misión de observadores de la Unión Europea reportó serias dudas con respecto a la transparencia de los resultados. Afirmó que el sistema electoral favoreció ampliamente al oficialista Partido Nacional, pues tuvo más recursos, tiempo al aire en medios y publicidad electoral en algunos puestos de votación. Con esto, la Unión Europea se alineó con la propuesta de Almagro. Pero realizar nuevas elecciones no pinta nada fácil, y por muchas razones.

De entrada, Hernández no va a soltar tan fácilmente el poder. El presidente controla el Congreso, los militares lo apoyan y, como se comprobó esta semana, la lealtad del TSE, que asegura que el presidente ganó las elecciones con solo 1,5 por ciento de diferencia.

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Por otro lado, puede que la presión internacional y las protestas callejeras (que ya dejan 17 muertos) acorralen a Hernández y fuercen unas nuevas elecciones, pero para que estas sean creíbles las debería realizar una institucionalidad depurada. Según un reciente editorial del medio salvadoreño El Faro, “con la crisis política desatada, una nueva elección necesitará de un TSE de composición distinta, con mucha mayor supervisión de la comunidad internacional, con un nuevo contratista para procesar los datos y con acuerdos básicos de todas las partes”.

Por último, el gobierno de Donald Trump (Estados Unidos tiene una base militar en territorio hondureño) ha respaldado a Hernández desde el primer minuto. En ningún momento la embajada gringa en Honduras criticó las irregularidades de las votaciones y ha hecho oídos sordos a las alertas de la comunidad internacional. La influencia del país del norte en Honduras no puede menospreciarse, y por esa razón Salvador Nasralla viajó esta semana a Washington para entregarle pruebas del fraude electoral a la OEA y al Departamento de Estado norteamericano. La solución de las tensiones hondureñas tendrá que contar con la cooperación de la Casa Blanca.

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Mientras se busca la salida para la crisis democrática, en las calles no paran las protestas y los enfrentamientos con la fuerza pública. Hernández puede atornillarse en el poder y ver cómo su país arde o puede tomar la decisión más sensata y pacífica para Honduras, ya marcado por la pobreza y la violencia generalizada.