Esta semana se celebró en Nueva York la Asamblea General de las Naciones Unidas. A pesar de la amplia participación internacional, en el foro se hizo evidente la poca capacidad de acción de la ONU.

DIPLOMACIA

Naciones Unidas: ¿un organismo irrelevante?

La Asamblea General de la ONU mostró de nuevo la creciente incapacidad del organismo para enfrentar los problemas que amenazan al mundo. La reunión fue más un foro para formular problemas que para buscar soluciones.

29 de septiembre de 2018

Como lo han hecho en los últimos 73 años, representantes de los 193 Estados miembros llegaron el martes a su reunión anual de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Y desde el primer momento quedó claro que el organismo atraviesa un momento difícil. António Guterres, su secretario general, en una corta alocución presentó los dos temas que, a su entender, amenazan a la organización: el “peligro” del unilateralismo en las relaciones internacionales y la evidente incapacidad de la ONU para mantener la paz en los numerosos focos actuales de conflicto.

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Tras advertir sobre los peligros de la amenaza nuclear que, según él, “no se ha alejado”, le dio la palabra al presidente estadounidense Donald Trump, quien se encargó de dar el puntillazo. Con su particular tono de showman, en medio del organismo multilateral más influyente y prestigioso del mundo, defendió a capa y espada justamente lo que Guterres había esbozado como amenaza mundial: el unilateralismo. “Rechazamos la ideología de la globalización”, declaró. Y exigió a los demás países respetar la soberanía de Estados Unidos, con lo que dejó implícito el mensaje de que los acuerdos internacionales afectan ese principio fundamental. En pocas palabras, Trump defendió con fuerza un principio que prevaleció en su país al final del siglo XIX y comienzos del XX: el aislacionismo.

La actitud aislacionista de Donald Trump no sorprendió a los asistentes. Se declaró en contra de la “ideología de la globalización” y causó risas entre el auditorio cuando dijo sin sonrojarse que en dos años había logrado más que cualquier otro  presidente de su país.

Muchos de los espectadores recordaron entonces que justamente esa tendencia aislacionista dio al traste en el Congreso norteamericano con los esfuerzos del presidente Woodrow Wilson por integrar a su país en la Sociedad de Naciones. El propio Wilson la había promovido tras la Primera Guerra Mundial, con la mira en que nunca se repitiera esa tragedia. Pero ante la ausencia de Estados Unidos, el organismo no pudo consolidarse ni evitar, años después, la peor conflagración bélica de la historia de la humanidad.

Pero Trump no se quedó ahí. En abierto desafío a sus aliados europeos, dedicó varios minutos a demonizar al Estado iraní, que para él no es más que una “dictadura corrupta” que desarrolla armas para sembrar “el caos, la muerte y la destrucción”. Lo hizo a pesar de que Irán firmó un acuerdo nuclear multilateral en 2015 en el que participan Alemania, Francia, el Reino Unido y Rusia, quienes defienden sus logros. Pero en contraste recordó con orgullo su amistad con el líder norcoreano Kim Jong-un, quien no solo sí tiene misiles y bombas atómicas, sino que le ha puesto conejo al supuesto acuerdo desnuclearización celebrado con Trump en Singapur en julio pasado.

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El presidente francés, Emmanuel Macron, siempre carismático, le respondió minutos después a Trump: “El unilateralismo beneficia a la ley del más fuerte”. Mientras Macron reafirmó los principios consignados en la Carta de San Francisco que dio pie a la creación de la ONU, la política internacional de Trump parece reducirse a lo que en cada momento se le ocurre, y sus declaraciones van directamente contra los principios de la organización. Como lo recuerda el fracaso de la Sociedad de Naciones, la actitud de Estados Unidos resulta crucial para el éxito del máximo foro multilateral. ¿Está llegando la ONU a sus últimos años, o al menos a una irrelevancia irreversible?

¿La ONU para qué?

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan criticó abiertamente la forma en que se toman decisiones en la ONU. Pidió que se amplíe el Consejo de Seguridad para que más países influyan en sus decisiones.

El problema comienza por la estructura de su elemento fundamental, el Consejo de Seguridad. Desde la Carta de las Naciones Unidas de 1945, ese órgano tiene la misión de mantener la paz y la seguridad en el mundo. Por eso los Estados miembros deben cumplir de inmediato sus decisiones. A diferencia de la Asamblea, puede imponer embargos, sanciones económicas e incluso puede autorizar el uso de la fuerza.

Pero en él solo tienen asiento permanente cinco países, los ‘triunfadores’ de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido y China. Este modelo profundamente antidemocrático además incluye a favor de esos países un poder de veto que, en la práctica, ha hecho inoperante al Consejo.

En los temas de interés global, y especialmente en los conflictos armados, cualquiera de los miembros permanentes que tenga algún interés puede paralizar las decisiones. Para mencionar solo algunos de los episodios, entre 2001 y 2006 Estados Unidos vetó nueve resoluciones sobre la situación de Palestina por su cercanía con el gobierno israelí. En 2014, Rusia vetó la resolución que condenaba la anexión de Crimea a su territorio –para muchos, ilegal–. En 1977, Reino Unido, Francia y Estados Unidos vetaron una resolución para evitar “la cooperación económica y disuadir a Sudáfrica de acabar el apartheid”. Y hay muchos más episodios.

Justamente en la Asamblea General, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan dio, como pocas veces, en el blanco. “El Consejo de Seguridad está a la defensa de los intereses de sus cinco miembros permanentes, pero ignora los de las personas en otros lugares. ¿Por qué no pueden tener puestos fijos en el Consejo, basados en un principio de rotación?”.

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Por supuesto, un llamado como ese quedó como una anécdota más en una reunión que dejó muchas. Como cuando el auditorio no pudo contener las carcajadas cuando Trump dijo que “en menos de dos años hemos logrado más que casi cualquier gobierno en la historia de nuestro país”, o como cuando Nicolás Maduro dijo estar dispuesto a “estrechar la mano de Trump” y que la crisis humanitaria provocada por su régimen en Venezuela es “una fabricación”.

Pero frente a la política unilateral de Trump, a la ineficaz desnuclearización de Corea o la evidente violación de los derechos humanos en los conflictos de África y Oriente Medio, ni una respuesta concreta. La Asamblea y, en general, la Organización, se convierten cada vez más en un foro de formulación de problemas y no en un escenario de toma de decisiones. Y el mantenimiento de la paz en conflictos alrededor del mundo –su principal objetivo– queda, como es común, para la próxima asamblea. Será en septiembre, en Nueva York, en 365 días. 

Algunos fracasos de la ONU

Ruanda

En 1993, tras el proceso de paz de Arusha en Ruanda, el Consejo de Seguridad de la ONU estableció una Misión de Asistencia para mantener la paz en el país. Pero en enero de 1994, el responsable de la misión, Romeo Dallaire, recomendó a la organización intervenir el país, al comprobar que algunos grupos radicales de hutus, la etnia mayoritaria, se estaban armando para exterminar a los tutsis, una etnia minoritaria. Pero la ONU decidió retirar a sus cascos azules de la zona. En tres meses el saldo fue de un millón de muertos, en el famoso “Genocidio de Ruanda”.

Siria

En Siria la Guerra Civil ya lleva siete años. Ha dejado un saldo de 350.000 muertos y más de 10 millones de desplazados. Entre 2011 y 2014, Rusia y China, ambos aliados del gobierno sirio, vetaron cuatro resoluciones en el Consejo de Seguridad para la intervención en el país. Estados Unidos, Reino Unido y Francia son aliados de las insurgencias sirias y, por tanto, los cinco miembros del Consejo de Seguridad participan directamente en el conflicto. Es imposible una resolución conjunta entre los cinco –y, por tanto, de la ONU– frente al tema.

Crimea

En 2014, el Consejo de Seguridad de la ONU intentó expedir una resolución sobre la anexión rusa de Crimea. En ella se alegó la amenaza y el uso de la fuerza contra la integridad territorial y la independencia política de un país soberano. Por supuesto, Rusia vetó el proyecto.

Estados Unidos y los gases invernaderos

El Protocolo de Kioto firmado por 187 países en la Convención de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en 1992 busca reducir la emisión de gases de efecto invernadero que causan calentamiento global. Sin embargo, Estados Unidos no lo ratificó, a pesar de ser el país que más emitía hasta 2005. En 2015, cuando aún no se había adherido, Barack Obama se comprometió a reducir las emisiones en un 30 por ciento para 2030. Tres años después, Trump se retiró del Acuerdo de París, pensado para ‘reemplazar’ el Protocolo de Kioto, que finaliza en 2020. La actuación de Estados Unidos contra el desarrollo sostenible, uno de los objetivos primordiales de la ONU, no ha tenido hasta hoy alguna sanción disciplinaria.

PODCAST

La Asamblea General de la ONU de esta semana mostró de nuevo la incapacidad del organismo para enfrentar los problemas más urgentes del mundo. ¿Sería mejor un mundo sin esta organización? Descúbralo en esta edición del podcast internacional de Semana con los comentarios de Laura Gil, politóloga e internacionalista.