Perú
Pedro Castillo, un desastre como presidente
El gobernante de izquierda no logra levantar cabeza y a sus múltiples escándalos se suma su tercer gabinete en seis meses, sinónimo de una nación sin rumbo alguno.
El profesor rural Pedro Castillo llegó a la presidencia de Perú en medio de una polarización absoluta del país, prometiendo llevar a la nación hacia un futuro alejado de la corrupción y la desigualdad. Su imagen de ser alguien cercano al pueblo y al campesinado atrajo a la mayoría de peruanos, que pusieron su voto de confianza en él y sus promesas.
Han pasado apenas seis meses desde que asumió el cargo presidencial y Castillo ha superado todas las expectativas negativas que tenía su mandato, el cual se ha vuelto un sinónimo de descontrol, ingobernabilidad y crisis. Malestares que sufre el país vecino, todos provocados por acción u omisión del máximo mandatario.
La última gran crisis que atraviesa Castillo es una nueva remodelación de gabinete, siendo esta la tercera en lo poco que lleva como presidente. En esta ocasión, todo inició con la renuncia de su ministro del Interior, que se fue diciendo que la lucha anticorrupción estaba seriamente comprometida por acciones del comandante general de la Policía, Javier Gallardo.
En principio, Castillo se había negado a destituirlo en medio de un escándalo en el que se acusaba a Gallardo de haber ascendido a coroneles allegados al presidente y de haber reducido parte de los equipos dedicados a investigar actos de corrupción. Esto también conllevó a la renuncia de la primera ministra de Castillo, Mirtha Vázquez, y de su ministro de Economía, Pedro Francke.
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La exministra Vázquez dejó en su carta de renuncia unas duras críticas a la oposición, a la que calificó de tener intenciones golpistas, al tiempo que resaltó las palabras que tuvo hacia la administración de Pedro Castillo y a su Gobierno. Alegó que se quedó de brazos cruzados en la lucha contra la corrupción y que era necesario un cambio de gabinete. Esto a pesar de que Gallardo posteriormente fue destituido por el mencionado escándalo, pero el daño ya estaba hecho y dejó una gran huella en el Gobierno peruano.
El problema ahora para Castillo es que los ministros salientes pertenecían a una izquierda mucho menos extremista, fruto de la alianza con el partido Nuevo Perú, que abandonó al Gobierno hace unos días. Sus reemplazos están más cerca a una izquierda populista y conservadora. El nuevo primer ministro es Héctor Valer, un congresista que había sido elegido por la ultraderecha peruana, pero en cuestión de meses pasó al centro y luego a una bancada mucho más de izquierda.
Igualmente, es probable que Castillo pierda la poca gobernabilidad que tenía en el Congreso al optar por un gabinete más de izquierda radical. De hecho, el segundo remezón que había tenido su equipo ministerial buscaba alejarse de los movimientos de extrema izquierda y ahora, con este retorno, no solo se pierde margen de maniobra, sino también mucha credibilidad acerca de un Gobierno que pareciera no tener un plan real de cómo llevar el país a sus espaldas.
La incapacidad de Castillo de conformar un gabinete estable acorde con una idea política únicamente le trae más inestabilidad a un país que ruega tranquilidad después de haber tenido seis presidentes en tan solo cinco años. Pero con el tercer gabinete parece todo lo contrario, ya que según la última encuesta de Datum, su desaprobación llega al 64 por ciento, mientras la oposición va por el segundo intento de destituirlo.
Receta para el desastre
El mandato de Castillo parece una receta perfecta para el desastre. Primero, porque llegó al poder amparado por su mentor, Víctor Cerón, líder del partido de izquierda radical Perú Libre. Básicamente bajo la tutela de este se escogió al primer gabinete, con dos ministros con vínculos con la guerrilla Sendero Luminoso, lo que le costó el puesto a su primer ministro Guido Bellido por apología al terrorismo y conllevó al segundo gabinete.
Segundo, en lo que parecía un giro en la dirección indicada, Castillo selló alianzas con movimientos menos radicales y logró el voto de confianza del Congreso para nombrar en los ministerios a personas de diversos orígenes políticos y más preparadas. Pero han sido esas mismas personas moderadas las que ahora denuncian un entramado de corrupción junto a la Policía y hasta hablan de un gabinete en la sombra.
Con sus constantes timonazos, Pedro Castillo ha sacado a relucir una evidente falta de preparación para el cargo, ya que se dice que son sus asesores más cercanos de la extrema izquierda quienes han terminado manejando el país y que se dedicaron a luchar contra los ministros menos radicales durante su corta estancia en el Gobierno.
La impopularidad no solo se siente en las encuestas y en el Congreso, pues cada vez es más frecuente oír voces de inconformidad con el Gobierno en las calles y las protestas que piden la renuncia del presidente son constantes, aludiendo a la falta de preparación y a la mala escogencia de asesores y ministros. Incluso, Mario Vargas Llosa, escritor y premio Nobel de Literatura, calificó a Castillo como “un presidente prácticamente analfabeto”.
El resumen de la situación puede ser que Pedro Castillo intentó volar libre y se estrelló, porque no pudo formar un gabinete sin la injerencia de sus allegados de la izquierda más radical, quienes nunca cortaron sus lazos con el Gobierno y ahora parecen recuperar el poder completo. Todo mientras Perú sigue sin rumbo fijo y con un nuevo escándalo cada semana.
Prueba de esta situación fue lo que ocurrió la semana pasada, cuando el mismo Castillo propuso, en una entrevista con CNN, ceder parte del territorio peruano para que Bolivia tuviera salida al mar. Eso provocó la indignación de los ciudadanos y del Congreso, que pidió su destitución con el argumento de que pone en riesgo la soberanía del país.
Por ahora, la oposición parece jugársela de nuevo intentando sacar a Castillo bajo la figura de la vacancia, con la cual el país ya ha logrado sacar del poder a varios de sus máximos gobernantes. El argumento de los partidos contrarios al presidente es que carece de las competencias necesarias para el cargo, siendo esta la segunda vez en su mandato que se intenta removerlo.
Aun así, el presidente se muestra seguro de poder terminar su mandato sin importar los escándalos y los múltiples pedidos de remoción del cargo. Dijo que tiene la misión de llevar el Estado a todo el país y se mantendrá en el puesto siempre con disposición a dar la cara.
A pesar de sus declaraciones, el jefe de Estado peruano vive hoy sus horas más bajas de mandato. Los escándalos, la improvisación y la evidente falta de experiencia le están cobrando factura con la ciudadanía, que ya cuestiona su continuidad. Pedro Castillo deberá corregir de nuevo el rumbo, con la esperanza de que esta vez sí logre un equipo acorde con las necesidades de su Gobierno y de Perú. Si no es así, seguramente volverá a cambiar el gabinete, solo que cada vez con menos confianza del pueblo.